
La inflación no para de aumentar en EEUU y en gran parte del globo. Este fenómeno que tiene como epicentro a la mayor economía del mundo se ha convertido en el gran debate en unos mercados que, sin embargo, siguen cerca de máximos. Aunque la inflación a veces asusta a las bolsas, la renta variable puede ser una buena inversión para sortear o incluso ganar con las subidas de precios que está sufriendo la economía y que amenazan con erosionar el poder adquisitivo de las familias.
El IPC se situó en mayo en EEUU en el 5% interanual, acercándose a las tasas de variación que se veían de forma habitual en los ochenta. En aquel entonces, Paul Volcker, presidente de la Reserva Federal, acabó con las subidas de precios desenfrenadas, con unas políticas monetarias que tuvieron al principio un fuerte impacto en la economía, pero que marcaron el comienzo de décadas subidas para las acciones y los bonos. Esta es una lección que nos deja la historia para intentar desentrañar qué es lo que puede ocurrir hoy.
Si la inflación actual resulta ser más duradera de lo que se cree (o de lo que cree la banca central), los tipos de interés podrían terminar subiendo, impactando en los mercados financieros y en la rentabilidad de acciones y bonos, sin embargo, esto no tiene que ser negativa per se para las acciones, según un artículo publicado por The Wall Street Journal.
Es más, en una nota publicada por la firma financiera Schroders destacan que "desde la década de 1970 ha habido aproximadamente 11 ciclos de subidas de tipos de interés (acompañadas de inflación). Sin embargo, frente a la creencia popular, estos períodos fueron abrumadoramente positivos para el mercado de valores (sobre todo a partir de los 80). Por ejemplo, la renta variable estadounidense arrojó una rentabilidad total positiva en nueve de estos episodios, con una rentabilidad media anualizada del 13,4%".
Antes de los 70 también hubo periodos positivos para las acciones, aunque cada uno con sus características propias. Después de la Segunda Guerra Mundial, las acciones obtuvieron buenos resultados a pesar de los episodios inflacionarios que llevaron al IPC a superar el 9%.
Pero esta etapa solo duró hasta mediados de la década de 1960. Una de las razones por las que las acciones obtuvieron buenos resultados en la década de 1950 fue porque el dinero fluyó hacia el mercado ante la irrupción de los fondos de pensiones y otras instituciones, que comenzaron a comprar acciones por primera vez, según Ian Harnett, estratega jefe de inversiones de Absolute Strategy Research. Ese movimiento ayudó a reducir la denominada prima de riesgo de las acciones, que analiza el rendimiento extra que los inversiones piden a las acciones respecto a los bonos del gobierno por el mayor riesgo de la renta variable.
Más tarde, los rendimientos de las acciones y los bonos del Tesoro tuvieron problemas serios, que se prolongaron hasta que la inflación de los setenta fue aplastada. No obstante, hay que tener en cuenta que durante buena parte de los 70, la inflación vino de la mano de una crisis del petróleo que provocó el racionamiento de esta materia prima, generando una inflación de costes que se le atragantó a la economía.
Además, durante esa época las cosas cambiaron respecto a la anterior. El fuerte gasto gubernamental en la guerra de Vietnam y los programas de gasto del presidente Lyndon Johnson coincidieron con una época de tipos de interés bajos. La oferta monetaria creció fuertemente y comenzó un periodo de enorme inflación. La economía se recalentó. Primero, la brecha de producción (output gap), que mide la capacidad de la economía para producir suficientes bienes y servicios en relación con la demanda, se incrementó a medida que la demanda superaba a la oferta.
También el tipo de cambio del dólar se tambaleó después de que el presidente Nixon suspendiera la convertibilidad del dólar en oro en 1971. Esto fue la sentencia de muerte para el acuerdo de Bretton Woods, que había vinculado las monedas internacionales entre sí con la convertibilidad del dólar en oro.
El dólar y el petróleo
Un dólar más volátil alimentó los precios a través de unos costes de importación más altos, lo que hizo que la inflación fuera más volátil e incierta. La incertidumbre es mala para los inversores y esa es una de las razones por las que la prima de riesgo de las acciones volvió a subir, y la rentabilidad de la bolsa sufrió.
Más tarde vino el primer shock del precio del petróleo, después de que varios países árabes bloquearan las exportaciones a Estados Unidos en protesta por su respaldo a Israel. Las bolsas pagaron están elevada inflación que no era producto de una demanda insaciable, más bien era la consecuencia de las limitaciones a la oferta de petróleo que había impuesto la OPEP.
A finales de la década de los 70 llegó Paul Volcker a la Reserva Federal y dio comienzo un ciclo monetario muy restrictivo con fuertes subidas de los tipos de interés que fortaleció sobremanera el tipo de cambio del dólar. Además, la Fed intentó suavizar el crecimiento de la oferta monetaria, logrando unos resultados impresionantes a la hora de controlar la inflación, que tras haber tocado el 20% a finales de los 70, inició una tendencia a la baja que ha llegado hasta nuestros días. Durante este periodo, los precios de las acciones y los bonos han disfrutada de una edad de oro.
¿Dónde estamos hoy?
Hoy la situación es un tanto confusa, puesto que mezcla factores de varias épocas. Tenemos una prima de riesgo en la renta variable baja, lo que deja poco margen a una subida de los tipos de interés. "Los rendimientos de los bonos estadounidenses se encuentran en mínimos históricos, mientras que las valoraciones están en máximos extremos, por lo que el riesgo es que los mercados de valores se vean afectados si los rendimientos suben y las valoraciones se contraen", aseguran desde Schroders en una nota para clientes.
Sin embargo, el aumento de los rendimientos no siempre supone un problema para la rentabilidad de las acciones. El efecto neto puede ser positivo si los rendimientos de los bonos aumentan junto con un aumento en el apetito por el riesgo y las valoraciones, como ha sido el caso últimamente. Además, los beneficios pueden crecer lo suficientemente rápido como para compensar el impacto negativo. "Pero si los beneficios no crecen a un ritmo elevado, o si los rendimientos de los bonos aumentan demasiado rápido, los mercados pueden tener dificultades para absorber el impacto", sostienen desde la firma de inversión.
Por otro lado, los gobiernos están decididos a estimular la economía y reducir el desempleo. Pero a diferencia de mediados de la década de 1960, la brecha de producción aún no se ha cerrado. Además, la Fed ha prometido dejar que la economía se acelere en su búsqueda por alcanzar el pleno empleo, lo que anticipa que la inflación podría estar por encima del 2% durante un tiempo sin que el banco central tome medidas para reducirla.
Hoy, el recalentamiento de la economía de EEUU es un riesgo, pero no existe certeza de que se vaya a producir, especialmente si el rápido crecimiento de la oferta monetaria no termina filtrando en la economía real a través de una mayor compra de bienes y servicios.
El problema ahora es que las acciones estadounidenses parecen extremadamente caras en términos absolutos, lo que significa que las valoraciones pueden ser vulnerables a nuevos aumentos de los rendimientos. "Aunque la recuperación pospandémica de los beneficios debería ayudar a aislar los rendimientos de las acciones, el optimismo actual del mercado significa que existe el riesgo de que las ganancias no alcancen lo que pronostican los analistas", sentencian desde Schroders.