
La dehesa de los toros, donde pastan las esperanzas alcistas de las bolsas, aparece en los máximos históricos del S&P 500, los que conquistó el 26 de julio, sobre los 3.030 puntos. Hasta esa plácida zona, el índice director del mercado global tiene un potencial de ganancias del 5,6%. Sin embargo, el camino es sinuoso: la constante amenaza de una escalada de la guerra comercial que vuelva a encender las alarmas de una recesión mundial aleja el idílico escenario de los toros y obliga a echar la vista atrás, a la cueva donde los lobos -el soporte clave de los 2.600 puntos- podrían intimidar y asustar a los inversores con llevar a las bolsas a la guarida del oso -los mínimos de la trágica semana de Navidad de 2018-, bajo la que, definitivamente, se abre el abismo de un mercado bajista.
Los 2.600 puntos del S&P 500, de los que actualmente se encuentra a un 9,5%, son tomados como el stop que el inversor que quiera salir en la búsqueda de la dehesa de los toros debe asumir, según el escenario base que maneja el equipo de analistas de Ecotrader. Este nivel se corresponde con los 2.969 puntos del EuroStoxx 50 -está a un 11% de distancia- o con los 7.872 enteros del Ibex 35 -a un 9% de caída-.
En el posicionamiento estratégico del portal de estrategias de inversión de elEconomista, el momento ideal para entrar en las bolsas implica esperar "una segunda pata bajista", según explica Joan Cabrero, director de estrategia de Ecotrader, que acerque al S&P 500 a los 2.725 puntos -"la zona de compra", incide el analista-, de los que se encuentra a un 5%, después de hacer suelo en los 2.840 puntos el 15 de agosto tras el pico de tensión que provocó el anuncio de una nueva ronda de aranceles a importaciones de China por valor de 300.000 millones de dólares por parte de Estados Unidos y la tercera devaluación del yuan desde 2015 como respuesta. Esta zona de compra está en los 3.125 puntos del EuroStoxx y en los 8.286 del Ibex.
La tirantez entre los contendientes, que pasan de adoptar actitudes menos beligerantes a enconar el conflicto con anuncios como el último paquete de 75.000 millones de dólares de aranceles puesto sobre la mesa por el gigante asiático y la vehemente respuesta del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, este mismo viernes, choca con la demostración de bancos centrales y gobiernos de todo el globo de que mantienen una férrea voluntad de amortiguar el impacto de la guerra comercial en la desaceleración del crecimiento económico.
Este apoyo propició un frágil rebote que desde mínimo de agosto ya solo es del 1% en Wall Street, que en Europa es del 1,6% y en España del 1,5%. La debilidad del repunte y la tensa situación respalda "la hipótesis que venimos defendiendo desde Ecotrader de ver una segunda pata bajista que podría llevar a los índices estadounidenses a buscar la zona de mínimos del pasado mes de junio, como son los 2.725 puntos del S&P 500", continúa Joan Cabrero, quien concluye que "hasta ahí no somos partidarios de volver a comprar bolsa".
La ecuación rentabilidad/riesgo
"En el entorno de mínimos de junio, la ecuación rentabilidad/riesgo sería más atractiva -12% de ganancias y 5% de pérdidas- que en niveles actuales ya que hay que tener presente que el nivel máximo de caída en la actual corrección del mercado norteamericano, para no tener que pensar en una vuelta a los mínimos de Navidad, se localiza en los 2.600 del S&P 500, donde situaríamos el stop de protección de una entrada en los reseñados 2.725 puntos", detalla el estratega de Ecotrader, quien remata que "el objetivo de subida se localizaría en los altos del año".
En este escenario técnico encajan las piezas del rompecabezas en el que se ha convertido el contexto geoestratégico y macroeconómico. La tendencia bipolar, que aúna incertidumbres y esperanzas, es la tónica que marca el ritmo del mercado, que hasta ahora ha decidido ser más complaciente que temeroso, pese a los inevitables sustos.
Bancos centrales y gobiernos apoyarán una vuelta a máximos si amortiguan la guerra comercial
En la parte positiva, a la que se agarran los alcistas, las estimaciones de beneficio de las empresas cotizadas en Europa y Estados Unidos para 2020 y 2021 aún no reflejan el deterioro de la situación desde la escalada de la guerra comercial de principios de agosto. Los analistas apenas las han recortado en torno a medio punto en el Viejo Continente y las han dejado prácticamente planas en la potencia norteamericana en las casi tres semanas que han transcurrido desde el último pico de estrés de la guerra comercial.
Mientras, los estímulos gubernamentales que se manejan para controlar el aterrizaje de la economía insuflan oxígeno, así como los planes de los bancos centrales, que se han encargado de mandar las señales necesarias para rebajar los ataques de pánico que como en mayo, y principalmente en diciembre del año pasado, amenazan el recorrido de las bolsas. Incluso el presidente de la Fed, Jerome Powell, que no deja de sentir la presión de Donald Trump para que sintonice la política monetaria con su agresividad comercial, defendió este viernes en Jackson Hole que el reto actual del banco central estadounidense "es mantener la expansión".
Según aseguró, el "desafío ahora es hacer lo que la política monetaria puede hacer para mantener la expansión, de modo que los beneficios del fuerte mercado laboral se extiendan y para que la inflación quede anclada en el 2%". En su mensaje, Powell reconoció la encrucijada en la que se encuentra el banco central dado que los desafíos que enfrenta actualmente la Fed no tienen "precedentes recientes" que puedan servir de guía para determinar qué fórmula sería apropiada para la coyuntura actual. "Si bien la política monetaria es una herramienta poderosa que funciona para apoyar el gasto del consumidor, la inversión empresarial y la confianza pública, no ofrece reglas establecidas sobre el comercio internacional", señaló el presidente de la Fed en su discurso.
La semana que viene, los eventos monetarios a seguir serán los discursos que tienen previstos para el martes el vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE), Luis de Guindos, y la miembro del comité de política monetaria del Banco de Inglaterra, Silvana Tenreyro, quienes podrían arrojar pistas sobre el devenir de la actuación de ambas instituciones.
Más concreción se espera de las tres reuniones para abordar los tipos de interés que afrontan los principales bancos centrales del mundo en las próximas semanas -el BCE el 12 de septiembre, la Fed el 18 y el Banco de Inglaterra el 19 del mismo mes-. Citas que resultarán cruciales para las bolsas de uno y otro lado del Atlántico de cara al final de año y que serán sazonadas posteriormente con las correspondientes actas de dichos encuentros.
Estímulos fiscales en el horizonte
El mercado no estará pendiente únicamente de los discursos, decisiones y discusiones de las grandes instituciones monetarias, sino que también mirará los estímulos que algunos de sus presidentes reclaman a los gobiernos. Es el caso del presidente del BCE, Mario Draghi, que casi en cada oportunidad que tiene reclama una política fiscal favorable al crecimiento y a la inflación a los países de la eurozona.
Alemania ha sido uno de los primeros miembros del club comunitario en salir al paso en ese sentido. El gobierno que preside Angela Merkel pretende reanimar la demanda interna con un programa de estímulo que ataje la contracción en la que ya entró en el segundo trimestre el PIB de la locomotora de Europa. Un plan que se enfrenta a la rigidez, incluso constitucional, respecto al gasto público del país, lo que ya ha llevado al Bundesbank, el banco central germano, a calificar el plan de gasto de 50.000 millones de euros que se hizo público de "innecesario", pese a que admitió que la actividad económica volverá a caer en el tercer trimestre, lo que implicaría una recesión técnica.
Por su parte, en Estados Unidos, Donald Trump, moviéndose bajo la alargada sombra de las elecciones presidenciales de noviembre de 2020, también apuntó esta semana al estudio de estímulos fiscales, con una rebaja de impuestos con la que buscará elevar la demanda doméstica para mantener unos meses más el ciclo económico expansivo y así retrasar una recesión a después de los comicios. Un plan que el mismo negó casi inmediatamente, al menos a corto plazo.
Las alarmas de recesión son muchas: vix, curva de tipos, indicadores de sentimiento...
Lo cierto es que a pesar de los vaivenes vistos en los últimos meses, la bolsa no ha sufrido tanto como las alarmas que han hecho saltar otros indicadores, como el conocido como índice del miedo, el Vix, que mide la volatilidad del S&P 500, como la cotización del oro, como las encuestas de expectativas empresariales PMI o Zew o como la inversión de la curva de tipos norteamericano.
En el caso de este última, que históricamente ha anticipado las recesiones al superar el interés de los bonos a corto plazo de Estados Unidos la rentabilidad de los de largo, refleja que los inversores esperan bajadas del precio del dinero a corto plazo y, por tanto, problemas para el crecimiento económico. Por su parte, el Vix llegó a repuntar más de un 20% durante las primeras sesiones de agosto, superando incluso las cotas máximas registradas en mayo, cuando las negociaciones comerciales entre Washington y Pekín se rompieron de manera abrupta. Esta reacción dio muestras de unos temores que en ningún caso llevaron a los índices más importantes del mundo -salvo al Ibex 35- a perder las ganancias acumuladas desde que empezó 2019.
Por otro lado, el desplome de la confianza entre también se dejó sentir en este mes de agosto según el indicador ZEW de Alemania. Esta encuesta se desplomó en agosto hasta su nivel más bajo desde diciembre de 2011, cuando la economía europea cayó en una segunda recesión tras 2008 por culpa de la crisis de deuda soberana. La caída experimentada fue la mayor desde agosto de 2016, justo cuando se realizaron las encuestas entre economistas y analistas después del referéndum del Brexit, que es otra de las amenazas para el mercado, sobre todo en Europa, que sigue sin resolverse.
Huawei, el símbolo de la guerra
El mejor ejemplo de las idas y venidas y de las ramificaciones del conflicto arancelario es el de la empresa china Huawei, cuyo caso ha representado a la perfección la escalada de la tensión en los últimos meses entre las dos principales potencias económicas del mundo. Desde que el departamento de Comercio de Estados Unidos anunció la prohibición a las compañías del país de mantener vínculos comerciales con el fabricante chino, ríos de tinta han corrido sobre la compañía oriental.
Sin embargo, a la hora de la verdad y coincidiendo con una tregua entre ambas naciones, la firma de propiedad estatal se ha beneficiado del levantamiento temporal del veto por parte del Secretario de Comercio de Estados Unidos, Wilbur Ross, que anunciaba recientemente que permitía a determinadas empresas recibir una licencia para volver a vender productos y servicios americanos a Huawei.