
Las mujeres españolas emiten un 10% menos de CO2 que los hombres, por sus hábitos de vida y de consumo. La huella de carbono de ellas ronda las 5,3 toneladas anuales, mientras que la de ellos crece hasta las 5,9 toneladas, básicamente porque los varones consumen más carne y utilizan más el transporte privado. Si consideráramos el actual precio del mercado europeo de CO2 -supera los 42 euros por tonelada-, las unas tendrían que pagar unos 222 euros al año, mientras que a los otros les corresponderían unos 248 euros.
Así lo indican los resultados de la primera Cartografía Carbono, un proyecto de la start up española The Planet App que ofrece información acerca del impacto de nuestros hábitos de consumo sobre las emisiones de CO2, la denominada "huella de carbono". La empresa la ha calculado atendiendo al consumo de energía y a las emisiones de los productos y servicios que demandamos, pero no a la prorrata de las infraestructuras, como las viviendas o los transportes, ni la de servicios básicos como seguridad, sanidad o educación.
"Para obtener los datos realizamos una encuesta a finales del año pasado a más de 1.800 personas de todas las provincias del país; no es una muestra muy grande, pero nos ha permitido identificar tendencias", comenta Manuel Pinilla, fundador y consejero delegado de la compañía.
En su análisis, The Planet App ha clasificado las emisiones en cuatro categorías: hogar, con las emisiones de electricidad, calefacción, compra de mobiliario y servicios financieros de la hipoteca; transporte, para las emisiones asociadas a la movilidad en coche, moto, avión y medios públicos urbanos e interurbanos; alimentación, con las derivadas de los alimentos consumidos en el hogar y en bares y restaurantes; y los gastos de vida, ligados a la compra de productos y servicios, como teléfonos, ordenadores, ropa, calzado, ocio, alojamientos fuera del hogar...
Así, un hipotético español asexuado medio tiene una huella de carbono de 5,5 toneladas de CO2 al año: el 42% proviene del transporte, el 34% de la alimentación, el 14% del estilo de vida y el 10% restante de la alimentación. Por edades, los jóvenes entre 15 y 24 años, son los más limpios, con 4,8 toneladas al año, pero sus emisiones van creciendo hasta las 6,4 toneladas entre los 55 y 64 años, y luego caen hasta las 5,3 toneladas. Por alimentación, la huella es menor cuanta menos carne se consume, y las personas frugales extienden su moderación a las cuatro categorías analizadas: un vegano sólo emite 3,5 toneladas, mientras que un carnívoro empedernido le duplica, hasta las 7,2 toneladas.
Útil para las empresas
The Planet App tiene una app homónima que puede descargarse con cualquier smartphone e indica la huella de carbono personal -"al conocer la información, la mayoría puede reducirla de un 10% a un 15% con relativa facilidad; hay casos que llegan al 30%" dice Pinilla-, pero también puede adaptarse fácilmente para darle otros usos: "las autoridades pueden diseñar mejor el transporte público conociendo la información y las empresas, sobre todo, tienen una herramienta adicional para conseguir sus objetivos de reducción de las emisiones de carbono; por ejemplo, es muy fácil calcular la huella asociada al desplazamiento al trabajo", comenta Pinilla, antes de añadir que ya está en conversaciones con varios ayuntamientos y compañías para hacer las primeras pruebas piloto.
Tras la firma del Acuerdo de París, en 2015, que pretende reducir al mínimo las emisiones globales de CO2 para que el planeta no se caliente más de 2 grados centígrados en los próximos 80 años, cada vez son más los países, organizaciones y empresas que se han comprometido a ser neutras en emisiones de carbono durante los próximos años. La UE y España quieren lograrlo para 2050, al igual que Ferrovial, Iberia, Iberdrola, Repsol o Santander; otras firmas tienen objetivos aún más ambiciosos, como Telefónica, que quiere ser neutra en 2040, o Correos, que lo quiere conseguirlo en 2030; otras firmas, en fin, tienen objetivos relativamente más modestos -no llegan al cero neto-, como REE, que aspira a rebajar sus emisiones un 60% en 2030, o como BBVA, con una reducción prevista del 68% para 2025.
Peter Sweatman, director general de Climate Strategy & Partners, lo destacaba esta semana en un acto celebrado para los miembros del Senado en el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales: "muchas empresas españolas ya se encuentran entre los líderes mundiales en sostenibilidad, y se beneficiarán de una mayor integración de los planes de acción climática". El ejecutivo subrayó que entre las 1.700 empresas alineadas con el Acuerdo de París y objetivos basados en la ciencia -Science Based Targets-, las españolas ocupan la primera posición de la clasificación.
Planes de acción climática
El acto, en el que también participó el Grupo Español para el Crecimiento Verde -compuesto por 54 grandes empresas, muchas del Ibex-35-, pedía introducir en la futura Ley de cambio climático la exigencia de que las empresas adopten planes de acción climática. Hubo oportunidad de escuchar a Christopher Hohn, fundador de TCI Fund Management, cómo defendía que lo planes se sometan a votación de las Juntas de la compañías, tal y como él ha conseguido, por primera vez en el mundo, en la reciente Junta de Aena.
Sea como fuere, las empresas que quieren reducir sus emisiones tienen que medirlas, como los particulares, pero aplicando un estándar internacional con tres alcances, denominados Scope en inglés. El Alcance 1 mide las emisiones directas, tal que las de la combustión en calderas, hornos o vehículos de la empresa; también incluye las emisiones fugitivas, como las pérdidas de un circuito de aire acondicionado. El Alcance 2 corresponde a las emisiones indirectas, asociadas a la generación de la electricidad, el calor o la refrigeración consumidos por la organización, y finalmente tenemos el Alcance 3, para otro tipo de emisiones indirectas.
El cálculo de las emisiones de Alcance 3 es notablemente complejo, por su extensión. Algunos ejemplos son la extracción y producción de los materiales que adquiere la organización, los viajes de trabajo a través de medios externos, la utilización de productos o servicios ofrecidos por otros -toda la cadena de proveedores- o las emisiones de los clientes, como puede suceder con una empresa que venda combustibles.
"Calcular la huella de carbono de una organización varía extraordinariamente, tanto por el tipo de empresa -no es lo mismo un banco que una constructora o una firma de seguridad- como por el punto hasta el que quiera llegar a medir en el Alcance 3; cada compañía es un mundo; hay que sentarse con ella y los presupuestos varían muchísimo; no hay una estandarización simple", explica José María García Berrendero, country manager Iberia de Vertis, firma especializada en servicios relacionados con los mercados de carbono.
Una vez medida la huella de carbono de la organización con los métodos autorizados -desde el Greenhouse Gas Protocol Corporate Standard, hasta Indicadores de Global Reporting Initiative, pasando por varias normas UNE-ISO- toca actuar: contratar energía 100% renovable, sustituir las calderas de gas por bombas de calor, incorporar vehículos eléctricos a la flota corporativa, optimizar el aislamiento de los inmuebles, mejorar la gestión de los desplazamientos laborales..., pero aún así, es prácticamente seguro que una parte de las emisiones no podrán evitarse.
Compensación de emisiones
Cuando el ahorro de emisiones ha llegado al límite, cabe la opción de compensar el resto, es decir, la organización puede invertir en actividades que absorban el CO2 que ella no consiga evitar -normalmente la reforestación-, de modo que alcance la neutralidad total. Hay todo un mercado voluntario de compensación de emisiones de carácter global -particularmente activo en Latinoamérica-, que está respaldado por la contabilidad de derechos de emisión de CO2 del Protocolo de Kioto, y que cada vez cobra más relevancia.
Alrededor de la compensación de emisiones pivota el negocio de Climatetrade, otra start up nacional que dispone de un marketplace virtual, con Blockchain, para conecta compradores de derechos de emisión de CO2 con desarrolladores de proyectos de absorción, reduciendo el coste de la transacción de un 30% a un 40% y el plazo del acuerdo a pocos minutos, cuando lo normal era que se tardase de dos a tres meses. Cuenta entre sus clientes a Iberia, Danone, Telefónica o Meliá, y su consejero delegado, Francisco Benedito, indica orgulloso que acaba de ganar un premio de la Organización Mundial del Turismo a la mejor aplicación relacionada con el cambio climático. El año pasado captó un millón de euros de capital semilla y este 2021 espera lograr de cinco a siete millones más.
Benedito prevé un gran crecimiento de los mercados de CO2, sobre todo por la incorporación del mundo financiero: "se está empezando a trabajar en lo que será Mifid III, de modo que al contratar un fondo de inversión te preguntarán si quieres que sea sostenible o no, y a igualdad de precio dirás que sí. Todas las empresas tendrán que pasar un rating o un scoring sobre su sostenibilidad y recibirán una puntuación, de modo que los gestores van a empezar a meter en sus fondos empresas que tengan un buen scoring, porque si no, su fondo no será sostenible y no lo van a poder vender a los inversores".
Francisco Benedito: "Todas las empresas tendrán que pasar un rating o un scoring sobre su sostenibilidad y recibirán una puntuación, de modo que los gestores van a empezar a meter en sus fondos empresas que tengan un buen scoring, porque si no, su fondo no será sostenible y no lo van a poder vender a los inversores"
Pero antes de que llegue esa vuelta de tuerca a la importancia de ser una empresa sostenible para estar en el radar de los gestores, la inversión responsable -con criterios medioambientales, sociales y de buen Gobierno- ya mueve activos por un valor de 115 billones de dólares y durante el año pasado registraron mejores rendimientos que muchos otros, como los del S&P 500. Es más, desde la aplicación del Mifid II, en enero de 2018, la atención de los gestores ha llegado al mercado de derechos de emisión de la UE, disparando su precio.
Para potenciar las actividades que no provocan efecto invernadero, en el mundo hay 61 sistemas de asignación de precio al carbono, vigentes o en proyecto, que engloban el 22% de las emisiones globales. Un total de 31 son sistemas de comercio, basados en la asignación de cuotas, como el europeo; otros 30 son impuestos, y entre ambos recaudaron más de 45.000 millones de dólares el año pasado. El precio que asignan a la tonelada de CO2 varía enormemente, con el máximo situado en los 119 dólares del impuesto de Suecia.
El principal de estos mercados es el de la UE, que ha pasado de 20 euros en marzo de 2019 a superar los 40, en buena medida por la actividad de los gestores de fondos de inversión, que protagonizan la mayoría de las transacciones, perjudicando a las empresas industriales sometidas al régimen de cuotas. En la próxima reforma del mercado, que se conocerá en junio, Bruselas propondrá incluir transporte y la edificación en dichas cuotas.
La Covid hunde la emisión de CO2 en 2020
Con datos preliminares, las emisiones de CO2 se hundieron en 2020, como resultado de la Covid-19. En España, el Observatorio de la Sostenibilidad calcula que lo hicieron un 17,9%, hasta los 258 millones de toneladas, mientras que el Basque Centre for Climate Change calcula una reducción del 13,6%, hasta los 271 millones de toneladas; los dos coinciden en que por primera vez nos situamos por debajo de los 289,3 millones de 1990, año de referencia para el objetivo del país de emitir un 23% menos de CO2 en 2030.
Globalmente, la Agencia Internacional de la Energía calcula que las emisiones se redujeron un 5,8%, registrando la mayor caída en 80 años -desde la segunda guerra mundial-, hasta alcanzar 31.500 millones de toneladas. Sin embargo, la Agencia alertaba de que a finales de año se había producido un fuerte repunte, por la reactivación de la economía. Estos días se prepara la próxima Conferencia de la ONU sobre el cambio climático (COP 26), retrasada un año por la pandemia, con el foco puesto en la neutralidad de emisiones para 2050.