
PIGS fue un acrónimo con cierta connotación negativa (significa cerdos en inglés) que se usó para denominar a los países de la Eurozona (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España) que sufrieron con severidad la crisis de deuda soberana de 2011. Hoy, casi ocho años después, la situación de estas economías tiene alguna similitud (todos tienen una deuda pública elevada), pero muchas diferencias. Mientras que Italia y Grecia siguen atascadas en el 'barro', España, Portugal y, sobre todo, Irlanda, han logrado levantar el vuelo.
La Gran Recesión de 2008-2009 tuvo un segundo arreón en la Eurozona que golpeó con más fuerza a los países que tradicionalmente habían confiado en las devaluaciones de sus divisas para recuperar competitividad, generar inflación y reducir el peso de la deuda. Grecia, que ya partía con unos niveles de deuda muy elevados, fue el primero en perder la confianza de los inversores. Las finanzas públicas del país heleno presentaron un déficit superior al 10% del PIB en 2008 y del 15% en 2009, lo que hizo saltar todas las alarmas en los mercados.
Los problemas de Atenas se extendieron al resto de PIGS (que también presentaban grandes déficits o elevados niveles de apalancamiento) encareciendo sobremanera el coste de la deuda pública y generando una crisis de deuda soberana que llevó a que Grecia, Portugal, Irlanda y España tuvieran que pedir ayuda internacional para rescatar a sus gobiernos, sólo a la banca (en el caso de España) o a ambos.
En suma, la Unión Europea aprobó seis planes de rescate económicos, tres a Grecia, uno a Portugal, otro a Irlanda y otro a Chipre (no incluido en los PIGS), además del programa de ayuda financiera a España (Italia no ha necesitado, por ahora, un plan de ayuda). Unas ayudas que han ido indexadas a diferentes planes de ajuste que tenían como objetivo lograr la sostenibilidad de las cuentas públicas e incrementar la competitividad de los bienes y servicios que se producían en los países afectados.
A esto hay que añadir la 'ayuda' nada despreciable del Banco Central Europeo y su presidente Mario Draghi, que tras asegurar que "haría lo que fuese necesario para sostener el euro" (the ECB is ready to do whatever it takes to preserve the euro) ayudó a reducir el coste de la deuda de todos los países de la Eurozona, pero sobre todo la de los PIGS. Draghi hizo todo lo que pudo (bajadas de tipos, compras masivas de activos...) y las primas de riesgo de los periféricos se comprimieron dando un oxígeno (que quizá llegaba muy tarde) vital para esos países.
El excepcional caso de Irlanda
Hoy, tras años de recortes y ajustes, se puede decir que el gran triunfador dentro de esos países ha sido Irlanda. El 'tigre celta' fue el primero en recuperar el acceso a los mercados por su propio pie y sin necesidad de la respiración asistida. Ahora presume de ser la economía que más crece toda la Eurozona con una tasa anual del 7,2 y 6,9% en 2017 y 2018 respectivamente.
El fuerte crecimiento ha servido para reducir la tasa de paro desde el 16% en 2012 hasta el 5% que presenta hoy. La deuda pública sigue superando el 60%, considerado como nivel sostenible, pero la reducción ha sido asombrosa: en 2013 estaba por encima del 124% del PIB y en el último trimestre de 2018 había caído al 64% del PIB. No obstante, una parte importante de la reducción se debe al fuerte crecimiento del PIB (con alguna que otra controversia en la contabilidad). El reducido Impuesto de Sociedades y los incentivos para atraer a empresas ha desvirtuado la realidad de este indicador que en 2015 se disparó un 25% mientras que la Eurozona crecía un 2,1%.
El segundo país que mejor desempeño económico ha mostrado ha sido Portugal. Su renta per cápita es hoy un 4% más alta que antes de la crisis, el crecimiento económico en los dos últimos años ha superado el 2% y la tasa de paro se ha reducido en más de diez puntos porcentuales, desde el máximos del 17,3% de 2013 hasta el 6,5% de hoy, unos niveles infinitamente inferiores a los de sus vecinos del sur (España, Italia y Grecia).
El apartado más crítico del país luso es quizá la deuda pública, que todavía se encuentra por encima del 120% del PIB, el Gobierno de Antonio Costa está caminando hacia la sostenibilidad fiscal. El déficit público ha pasado del 11% del PIB en 2010 hasta el 0,5% de 2018, mientras que el balance primario (sin contar los intereses de la deuda) será este año el más alto desde 1992. Esta mejora en el desequilibrio en las cuentas públicas ha permitido reducir el nivel de deuda en 12 puntos porcentuales.
Por último, España también estaría dentro de las economías que están relativamente mejor, aunque con muchas asignaturas todavía suspensas. El PIB per cápita real es un 2% más alto que en 2007, pero también es cierto que la desigualdad de la renta es mayor ahora que antes de la crisis. Esto deja entrever que, siendo el PIB es superior, este incremento se ha repartido de forma desigual.
Parte de culpa de esta desigualdad (sino toda) viene de la mano de una tasa de paro que está en el 14% de la población activa, seis puntos porcentuales superior a la de 2007. La marcada dualidad del mercado laboral español (temporales e indefinidos) también ha sido un aspecto clave que ha contribuido a la polarización de los salarios en el país, otro factor que también ha podido apoyar al crecimiento de la desigualdad.
En la parte negativa también se encuentra la deuda pública (cerca del 100% del PIB), que apenas ha comenzado a reducirse, y el déficit público, que a pesar de la fuerte disminución (del 10,5% del PIB en 2012 al 2,5% actual) todavía sigue siendo elevado, sobre todo el estructural (sin tener en cuenta el ciclo económico). Si la economía española no estuviera creciendo con la vigorosidad de los últimos años, el desajuste de las cuentas públicas sería muy superior.
Dentro de los aspectos positivos se encuentra el fuerte crecimiento que ha experimentado España desde 2015, con una tasa de variación real del PIB superior al 3% en 2015, 2016 y 2017 y del 2,6% en 2018, la más fuerte de las grandes economías de la Eurozona. Este crecimiento se ha producido con un superávit constante en la balanza por cuenta corriente, que venía de arrojar un déficit del 9,3% del PIB en 2008. Los continuos déficits en la balanza por cuenta corriente de España desde los 90 han llevado a que el países se uno de los mayores deudores netos frente al exterior de la Eurozona, una situación que incrementa la vulnerabilidad de la economía cuando se producen shocks como el de 2008. Esta situación ha comenzado a corregirse en los últimos años tras una larga y dolorosa devaluación interna.
Atascados en el lodo
Entre los que han salido peor parados está Italia, el eterno enfermo de Europa. Los problemas de Italia vienen de lejos: una incertidumbre política crónica, carencia de planes de largo plazo, una productividad que lleva estancada dos décadas o una deuda pública que supera el 100% del PIB desde tiempos inmemoriales son algunos de los factores que han llevado a Italia a ser el país con peor comportamiento relativo en la Eurozona (incluso peor que Grecia) desde la creación de la moneda única.
Desde la última crisis, el PIB per cápita de Italia ha retrocedido un 7%, la deuda pública supera el 130% del PIB y el crecimiento económico en el primer trimestre de 2019 ha sido del 0,2% tras dos trimestres consecutivos de descensos (recesión técnica). Aunque Italia comenzó a crecer en 2014 (como España y Portugal) lo hizo a un ritmo mucho más lento y que en ningún momento ha llegado a superar el 2%. Por otro lado, la tasa de paro se encuentra en el 10,6%, cuatro puntos porcentuales por encima que en 2007 y en los últimos trimestres ha presentando un comportamiento lateral (con subidas y bajadas).
Todo lo anterior junto a un Gobierno reticente a reducir el déficit público está provocando que Italia pague un 2,7% por colocar su deuda a 10 años mientras que España o Portugal (países que han necesitado ayuda europea) paguen hoy un 0,93% y un 1% respectivamente. Esta prima deja entrever que los inversores confían mucho más en España, Portugal o Irlanda que en Italia.
La economía griega ha sido la que más ha sufrido dentro de los PIGS. El PIB per cápita todavía se encuentra un 21% por debajo de los máximos alcanzados antes de la crisis, la tasa de paro (en el 18%) está 11 puntos porcentuales por encima de 2007, unos 500.000 parados más en un país de sólo 10,7 millones de habitantes.
La gran losa de Grecia es un nivel de deuda pública que supera el 180% del PIB. Aunque Atenas está volviendo poco a poco a los mercados, recuperar la confianza de los inversores no va a ser tarea fácil. Al menos, las cuentas públicas anuales parecen haber encontrado cierto equilibrio tras dos superávits consecutivos. Es cierto que alcanzar este punto era fundamental, pero los recortes realizados para lograr el equilibrio presupuestario no han ayudado al crecimiento. Y es que la economía helena no comenzó a crecer hasta 2017, presentando a un ritmo que está siendo de entre el 1 y el 2% anual, una salida lenta después de tantos años de recesión intensa. Además, Grecia sigue arrojando un desequilibrio en la balanza por cuenta corriente de casi el 3% del PIB y una deuda externa neta del 132% del PIB, la más elevada de toda la Eurozona.
En suma, salvo el excepcional caso de Irlanda, los PIGS siguen presentando de media una tasa de paro superior, más deuda pública y un crecimiento medio del PIB per cápita más lento que la Eurozona y, sobre todo, que los países punteros del bloque. Sin embargo, Portugal y España han comenzado a converger en los últimos años, mientras que Grecia e Italia siguen relativamente estancados. Dentro de los 'cerdos' de la Eurozona, unos parecen haber levantado el vuelo mientras que otros todavía retozan en el barro.