El Banco de España (BdE) ha revisado este viernes a la baja sus previsiones del producto interior bruto (PIB) de España en 2018 y 2020. En concreto, estima que la economía española crecerá un 2,5% este año y un 1,9% en 2020, una décima menos en ambos casos respecto sus anteriores previsiones.
Para 2019 y 2021, mantiene sus estimaciones del PIB en un crecimiento del 2,2% y del 1,7%, respectivamente.
El organismo presidido por Pablo Hernández de Cos justifica su rebaja en sus previsiones para este año en que "el avance del producto en el primer semestre del año fue menor del estimado anteriormente", indica en un comunicado. La economía española aumentó un 0,7% en dicho periodo.
En cuanto a la revisión a la baja del PIB para 2020, el Banco de España indica que se debe que "la valoración de los mercados exteriores es más negativa respecto a septiembre".
Este factor también es uno cuyos efectos "se contrarrestan" y, por tanto, hacen que el BdE mantenga su previsión para 2019. Junto a él, ha tenido en cuenta que el comportamiento actual de la actividad "está siendo ligeramente más dinámico de lo proyectado en meses previos", además de los "efectos positivos de la caída reciente del precio del petróleo", tal y como explica la institución.
La subida del salario mínimo desacelerará la creación de empleo
En sus proyecciones macroeconómicas de la economía española para el periodo 2018-2021, elaboradas por la Dirección General de Economía y Estadística y dadas a conocer hoy, el Banco de España también alerta de que la subida del salario mínimo interprofesional (SMI) planeada por el Gobierno desacelerará la creación de empleo.
El aumento del SMI aún no ha sido aprobado por el Ejecutivo de Sánchez, pero el banco central lo recoge en su escenario central de proyecciones, y calcula que la creación de empleo moderará su ritmo de avance, "que fue muy elevado en los últimos años", señala.
"Con todo, la creación neta de puestos de trabajo propiciará descensos adicionales de la tasa de paro, hasta situarse, a finales de 2021, ligeramente por encima del 12%", añade el BdE.
También habrá desaceleración en la inflación
Por otro lado, en el ámbito de la inflación, el Banco de España prevé una desaceleración del índice armonizado de precios de consumo (IAPC) en los próximos trimestres, debido a "una menor contribución del componente energético".
De esta manera, en términos de tasa de variación media anual, el IAPC crecerá un 1,8% en 2018, y su avance se moderaría hasta el 1,6% en 2019 y 2020, según el organismo. Para 2021 calcula que la inflación aumentará hasta el 1,7%. Estas "modestas" revisiones, rebajadas a la baja una décima tanto en 2019 y 2020, se deben a "la nueva senda esperada del precio del crudo a partir de los futuros de esta materia prima".
Con todo, el Banco de España afirma que "en el medio plazo comenzará a dominar la dinámica del componente subyacente, para el que se proyecta un repunte gradual, en consonancia con la ampliación de la brecha positiva de producción y la aceleración progresiva de los costes laborales unitarios".
Rebaja del déficit público
En cuanto al déficit público, estima que se reducirá este año hasta el 2,7% del PIB, en línea con la estimación del Gobierno. Bajo los supuestos utilizados, el desequilibrio presupuestario seguiría corrigiéndose de forma gradual en los años posteriores, a un ritmo similar al anticipado en las proyecciones de septiembre.
De esta forma, pronostica un déficit público del 2,4% en 2019, seis décimas por encima del objetivo que quiere aprobar el Gobierno, así como del 2% en 202, nueve décimas más que el Ejecutivo y del 1,8% en 2021, 1,4 puntos porcentuales más que la senda de Pedro Sánchez.
No obstante, matiza que la mejora proyectada del déficit descansará sobre los efectos favorables del ciclo económico, mientras que, por el contrario, el saldo estructural experimentará un empeoramiento concentrado al inicio del horizonte de proyección.
Los riesgos se inclinan a la baja
De igual forma, el organismo asegura que los riesgos en torno al escenario central de crecimiento del PIB se inclinan a la baja y afirma que su origen es "fundamentalmente externo", incluyendo un posible resurgimiento de tensiones financieras asociadas a la combinación de políticas económicas en Estados Unidos y sus potenciales efectos sobre las economías emergentes que presentan una mayor vulnerabilidad.
A esto se suma una hipotética escalada en la adopción de medidas proteccionistas, que podría afectar al dinamismo del comercio y la actividad globales. En el ámbito europeo, apunta que las vicisitudes de la política presupuestaria en Italia y la incertidumbre sobre el desenlace del Brexit suponen fuentes adicionales de riesgo.
En el plano interno, advierte de que la actual fragmentación parlamentaria podría dificultar la aplicación de reformas estructurales y ralentizar el proceso de consolidación fiscal, con los consiguientes efectos adversos sobre la confianza de los agentes.
Además, considera que no puede excluirse un hipotético repunte de la incertidumbre relacionada con la situación política en Cataluña. Por lo que se refiere a la inflación, los riesgos de desviación respecto al escenario central se orientan asimismo a la baja.