
España, desde que se constituyó como tal, tiene en su historia multitud de alzamientos regionales. Basta pensar en lo sucedido en la guerra castellana de las Comunidades, o los alzamientos de Andalucía, o lo ocurrido con los irmandiños gallegos, y no digamos lo que sucedió en la etapa de la I República, cuando como consecuencia de la Revolución Cantonal, por ejemplo, Cartagena amenazaba desde su independencia a Alemania, y así sucesivamente.
Esas ideas republicanas de implantar un sistema federal se renovaron de algún modo en 1930, en el Pacto de San Sebastián, y todo eso tuvo lugar con una ignorancia absoluta de que de esa forma, se impedía, no sólo el desarrollo económico del conjunto de España sino también el de la propia economía de cada uno de esos elementos aislados.
El inicio del renacimiento de estos planteamientos en Cataluña tuvo, en parte, un talante económico, el de mantener cerrado el mercado nacional -incluyendo el cubano, lo cual originó precisamente la independencia de la isla- en toda clase de productos, en vanguardia los textiles, y en general con todo lo producido en Cataluña. La vinculación del proteccionismo y el catalanismo se acabó enlazando con planteamientos separatistas y todo ello ha sido muy estudiado. Provocó realidades como la llegada de Cambó al Ministerio de Hacienda y, desde él, poner en marcha, tras la I Guerra Mundial, el sistema proteccionista que durará -con ayuda de Gual Villalbí- hasta 1959.
Se creaba así, como señaló el profesor Torres, la autofagia del sistema económico español: mercados internos reducidos, que para malvivir, tenían que desarrollar, con objeto de que sus empresas protegidas funcionasen, el empleo para ellas de materias primas españolas exportables, las cuales, al no salir al exterior, impedían adquirir productos esenciales generados en otros países para nuestro desarrollo.
Pensemos, por ejemplo, en el mineral de hierro exportable que se quedaba en Altos Hornos de Vizcaya cuando generaba productos siderúrgicos exclusivamente para el interior de España, al ser evidentemente caros, y que además en este caso, aumentaban su precio con la colaboración corporativa de la Central Siderúrgica de Ventas. El mineral de hierro no se exportaba; no teníamos posibilidad de adquirir, como consecuencia, materias primas baratas no generadas en España, y el acero español no podía salir al exterior por su carestía. Esta autofagia señalaba Torres que tenía un diosecillo protector: el Sasi Parere, un idolillo de las selvas de Brasil que se alimentaba comiéndose a sí mismo, por lo que, en sus esculturas, carecía de uno de los brazos y tenía trozos del cuerpo eliminados por habérselos comido.
Este panorama de freno a la economía y de problemas de comercio exterior se completaba, progresivamente, con las posibilidades que pudieran surgir del sistema autonómico nacido en 1978, o sea de poderes autonómicos grandes por lo que se refiere al intervencionismo económico, con lo que surge, actualmente en España, una clara ruptura de la unidad de mercado. Desde Adam Smith sabemos que eso frena la actividad económica, y por tanto, con datos sobre España, como ha mostrado una publicación concreta y reciente de Doing Business, sobre esas cuestiones del Banco Mundial, queda muy claro.
Pasemos al concreto caso planteado en Cataluña. Una contribución del movimiento romántico y su intento de lograr la adhesión del mundo rural carlista, que tenía fuertes enlaces con la Iglesia, creó una base adicional en favor del catalanismo. Basta leer, por ejemplo, la colección del semanario, editado en Barcelona, La Hormiga de Oro, para observar estos enlaces que generan la adhesión de una Cataluña singular, muy católica, enemiga de los Borbones que reinan en Madrid, y que defienden, o pueden defender, de alguna manera, posibilidades de apertura del mercado español. Por ejemplo, cuando esa Iglesia rural catalana protesta ante el Papa porque, al nacer Alfonso XIII, el Sumo Pontífice había aceptado ser su padrino en el bautismo, a petición de la Reina Re-gente, María Cristina de Austria, que podía im-pulsar una rebaja en los aranceles.
Se ha expuesto multitud de veces de dónde surgió el conjunto de la producción fabril y de servicios de Cataluña, al depender fundamentalmente del mercado del conjunto de España, y, actualmente, de sus enlaces con todo ese amplio mundo comunitario que va de Francia hasta Grecia o Polonia.
Eso último se convierte en capacidad de proseguir ampliando la estructura del distrito industrial creado por el proteccionismo en Cataluña hacia un futuro radicalmente mejor. Pero si Cataluña se separa del resto de España y, si por ello, el Gobierno español, como lógica consecuencia, impone el veto al ingreso de Cataluña en la Unión Europea, ese mercado exportador que ahora funciona, desaparece. Tal hundimiento posible de la industria y los servicios, por ejemplo, es lo que se encuentra, con claridad, en ese incremento, ligado a recientes planteamientos separatistas y a una fuga empresarial amplísima, de empresas de todo tipo que acabamos de contemplar, a partir del incremento de las medidas separatistas iniciadas en el otoño de 2017 por el denominado Govern en esa región. El refugio en el más amplio mercado español de todo ese conjunto de empresas, se ampliaría muchísimo más si culminase esa pretendida creación de una "República Catalana".
Pero, también tendría esto algún impacto en ese reducto productor del separatismo, que tiene no sólo alcaldes, sino políticos y curas párrocos a la cabeza en las zonas rurales. De ahí el interés que pase a tener el artículo de ese gran experto en economía rural española que es el profesor Jaime Lamo de Espinosa, titulado Cataluña se asoma a un abismo también agrario, publicado en Vida Rural, 15 de octubre de 2018, págs.-3-4. Por supuesto, que el conjunto concreto de los dirigentes de la economía rural y su coyuntura ya lo conocen, pero para el resto de los españoles y muy concretamente, para los catalanes y no digamos para todos los que dependen en uno u otro sentido de su realidad agraria como pá-rrocos y religiosos situados en zonas agrarias, carece de sentido que no comprendan expresamente lo que la salida de España significaría.
¿Y qué nos dice Jaime Lamo de Espinosa? En primer lugar, como ha señalado en ese artículo, Cataluña quedaría fuera de la Unión Europea y eso, automáticamente, generaría que las ayudas de la PAC -por ejemplo, básicas para mantener el rendimiento de las buenas cosechas, como ya King señaló en el siglo XVII-, que afectan de manera impresionante a ciertas producciones agrarias de Cataluña. Por eso conviene que se tenga en cuenta lo que concretamente señala el profesor Lamo de Espinosa: "En el periodo 2007-2017, Cataluña ha recibido fondos del FEGA, en el marco de la PAC, por importe de 2.238,7 millones de euros, lo que supone una media de 319,81 millones/año destinados a 58.260 perceptores, es decir, 5.480 euros por persona", y todas esas cifras se exponen en los datos oficiales del FEGA (Fondo Europeo de Garantía Agrícola). Y ese beneficio se percibe por los cultivadores de frutas y hortalizas, de vinos y cereales y por los poseedores de ganado vacuno, ovino y caprino, a más de los dueños de los cultivos de agrios, de productos herbáceos, de productos porcinos y lácteos" e incluso, de los de los arrozales.
Por lo señalado, actualmente Cataluña es la segunda comunidad receptora de ayudas para el ganado vacuno, y la tercera en ayudas en cultivo de arroz. Añádase a esto que, si tenemos en cuenta todo el conjunto de ayudas del citado ámbito comunitario, para los agricultores de Barcelona, Tarragona, Lérida y Gerona, la pérdida de esas ayudas obligaría a la práctica desaparición de su vida rural. Hoy tiene un paralelismo, en el sector rural, con lo que sucede en Escocia. Precisamente por eso, los agricultores escoceses se han vuelto separatistas, para continuar dentro de la Unión Europea si el Brexit acaba consolidándose. Dice especialmente sobre derivaciones de esta cuestión Jaime Lamo de Espinosa que el whisky y el cava son paralelos y a ellos podrían unirse las industrias cárnicas. Serían sectores sumamente dañados, pues su progreso, ya en Escocia, ya en Cataluña, depende de la Unión Europea.
Finalmente, y ya en general tampoco parece que deba olvidarse que el 80% de las rentas totales catalanas derivadas de bienes y servicios, se dirige al resto de España. ¿Qué le va a suceder a esa posible nueva economía catalana en caso de separación, y al conjunto de fondos de esa autonomía si además se le pasa a aplicar la TEC, o sea Tarifa Exterior Común? Luis de Guindos se une a lo que indica Jaime Lamo de Espinosa y lo que yo he señalado muchas veces: sería un suicidio económico.
Piénsese si dirigentes políticos, económicos, sociales y religiosos no deberían meditar muy seriamente sobre todos estos datos; y subrayo, especialmente lo que se refiere al papel que tiene en la consolidación del catalanismo, parte del pensamiento de la Iglesia en la región, como se observa en los artículos Obertura catalana y catolicismo democrático" de Josep Mª Margenat, S.J., y Cataluña y España en la crisis del pacto constitucional: obstáculos para un reconocimiento profundo, de Josep F. Mª. Serrano, S.J. y Ramón Xifré, publicados en Razón y Fe, (julio-agosto, 2018, nº 1434, pp. respectivamente 31-48 y 49-62, en los que se ignoran, absolutamente, todas las cuestiones económicas relacionadas con el fenómeno catalanista, desde las crisis bancarias y el proteccionismo de Cambó, a lo que sucedería en relación con la salida de la UE. Pero, los suicidas ¿piensan adecuadamente en su futuro cuando se arrojan por un balcón de una casa de veinte pisos?