
El desempleo de larga duración se ha convertido en el principal lastre para el mercado de trabajo español. En el segundo semestre del año, la cifra de desempleados aún superaba en un 7% la registrada en el mismo periodo del año 2008, justo antes de la quiebra de Lehman Brothers. Pero este incremento se debe únicamente a los desempleados de mayor edad, que se han disparado un 138,4%, mientras los menores de 25 años se sitúan un 21% por debajo y los de entre 25 y 49 años un 11%.
Las cifras actuales de paro sénior, con más de 790.000 afectados 8de los que un 55% llevan más de un año buscando empleo) , son comparables a las de 2011, en los peores momentos de la Gran Recesión, lo que no solo les convierte en el único colectivo que no ha reducido el desempleo a los niveles previos a la caída del banco estadounidense y el pinchazo de la burbuja inmobiliaria en nuestro país, sino que marca un empeoramiento significativo de su situación antes y después.
Esto muestra que la gran asignatura pendiente de nuestro país está en diseñar políticas de empleo que respondan al desafío de lo que muchos consideran 'edadismo' laboral y que hace que la mejoría de la economía española no beneficie de la misma forma a todas las personas que buscan una oportunidad.
El próximo 15 de septiembre se cumplen 17 años desde la caída de la entidad estadounidense, una efeméride que se considera como el arranque de la debacle financiera que en los años sucesivos derivaría en la Gran Recesión, que disparó el desempleo en nuestro país a un récord de 6,3 millones de personas en 2013. Desde entonces, ha descendido a 2,5 millones, según la última Encuesta de Población Activa (EPA), pero con un comportamiento muy desigual entre franjas de edad: mientras los menores de 25 años anotan un mínimo histórico de 490.000 y la franja entre 25 y 49 años anota el mejor dato desde el cuarto trimestre de 2007, con 1,3 millones, los sénior se mantienen, en cifras propias de los momentos álgidos de la crisis.
Una de las grandes paradojas de la evolución reciente de la economía española es que, pese a que hay más ocupados que nunca, la tasa de paro aún se mantiene por encima de los niveles previos al estallido de la Gran Recesión. De hecho, el nuestro es el único país europeo donde este indicador aún supera el doble dígito, con un 10,29% en el segundo trimestre, una cifra solo cinco décimas por debajo de la del mismo trimestre de 2008.
Precisamente hay que tener en cuenta que la tasa de paro se calcula como porcentaje sobre la población activa, lo que explica que, si hay más ocupados, la tasa se reduzca, aunque también haya más desempleados. Sin embargo, aunque esta métrica sea algo más favorable para presentar una mejora del mercado laboral, la diferencia es mínima. España sigue atrapada, en términos de empleo, en una situación en la que ya empezaban a notarse los primeros síntomas de la crisis inmobiliaria, que tras el impacto que a nivel global tuvo la caída de Lehman propició un efecto castillo de naipes no solo en la construcción, sino también en el sector financiero español.
Un ajuste protagonizado por la reestructuración bancaria que laminó el modelo de las antiguas cajas de ahorro, con un importante coste en términos de ajuste de plantilla protagonizado por los trabajadores más veteranos. Esto cambió también la distribución por franjas de edad. En 2008, los mayores de 50 años suponían el 10,1% del total del paro y en 2011 el 15,9%. En 2025 llegan al 31%, su máximo de la serie histórica. Un cambio que se explica porque la reducción de su tasa de paro ha sido menor.
Esto se ve todavía más claro si analizamos la situación antes y después de la quiebra de Lehman Brothers. Si contamos el segundo trimestre del año como el 'instante previo' a la quiebra, vemos cómo el paro sénior fue el que más se incrementó y el que peor se ha recuperado.
Otra de las consecuencias es que desde 2011 la cifra de parados sénior supera a los jóvenes. Hay que tener en cuenta que comparamos cifras de colectivos diferentes: mientras los mayores de 50 años representan parados en sus últimos 15 años de carrera profesional y los menores de 25 en sus diez primeros, la franja intermedia abarca 25 años. En este sentido, la brecha entre paro júnior y sénior responde a cambios que no son estrictamente laborales, como el descenso del abandono educativo o el retraso progresivo de la edad de jubilación tanto ordinaria como anticipada que empieza a aplicarse en 2013.
Paro de larga duración
Pero hay otro factor que pesa en esta evolución: las dificultades de los sénior a la hora de encontrar empleo. La muestra está en el paro de larga duración, superior a un año, que afecta al 55% de los mayores de 50 años. Antes de la crisis financiera el porcentaje era del 39,5%, si bien el dato actual es muy inferior al 72% que llegó a anotarse en los años previos a la pandemia.
Sin embargo, esta mejoría tiene una explicación: las prejubilaciones en la banca que fueron ejecutándose durante los años de la reestructuración y que, cuando estos procesos han concluido, han caído a mínimos históricos, como hemos contado en elEconomista.es. No se debe a un incremento real de las oportunidades laborales.
El paro de larga duración afecta al 38,4% del total de desempleados y, a diferencia de los datos generales de desempleo, sus cifras han aumentado respecto a 2008 para todos los grupos de edad. En términos generales hablamos de un 95%, aunque las diferencias por edad son notorias. En concreto, se ha incrementado en un 27,5% para los jóvenes, afectando al 20,5%. Entre los 25 y 49 años sube un 51,9% y golpea al 35,4% de los desempleados. Pero entre los mayores de 50 se ha disparado un 234% y llega al mencionado 55%.
Esto lleva a que los sénior también sean el único colectivo que ha ganado peso en el desempleo de larga duración. En 2025 suman el 44,1%, un máximo histórico que supera en 13 puntos su peso sobre el desempleo general. Por su parte, el 46,1% de los que se sitúan entre 25 y 49 años y el 9,3% de los menores de 25 años son mínimos históricos.
Como vemos, el desempleo de larga duración es un problema que afecta a todos los grupos de edad, pero en el caso de los mayores es desproporcionado. Esto contribuye a que el paro sénior se enquiste y el descenso del paro no sea tan intenso como el incremento de la ocupación. Una cuestión que obliga a repensar las políticas laborales, sobre todo en un momento en el que el Gobierno plantea que una de las soluciones para la sostenibilidad de las pensiones pasa por que los trabajadores decidan trabajar más años. Para cerca de 800.000 personas, esta alternativa ni se plantea porque no consiguen una colocación.
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