Mario Draghi, el que fuera presidente del Banco Central Europeo (2011-2019) y presidente del Consejo de Ministros de la República de Italia (2021-2022), ha sido galardonado con el Premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional 2025. El jurado ha leído el fallo este miércoles en el Salón Regenta del Hotel Barceló Cervantes de Oviedo. El hombre que pilotó tanto la política monetaria de la eurozona en sus años más complicados así como la siempre compleja política italiana en otra fase particularmente sensible recibe este reconocimiento.
Nacido en Roma en 1947, Draghi se licenció en Economía en 1970 por la Universidad de La Sapienza de su ciudad natal y, posteriormente, amplió su formación en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), donde se doctoró en 1976. Fue profesor de las universidades italianas de Trento, Padua, Venecia y Florencia, y en 1985 fue nombrado director ejecutivo del Banco Mundial, cargo que desempeñó hasta 1990. Entre 1991 y 2001 fue director general del Tesoro italiano durante diez gobiernos de diferentes ideologías.
Posteriormente se incorporó a la firma Goldman Sachs, de la que fue vicepresidente para Europa. En 2005 fue nombrado gobernador del Banco de Italia y en 2011 asumió la presidencia del BCE, cargo que ocupó hasta 2019. En febrero de 2021, después de un período de inestabilidad en la política italiana, recibió el encargo del presidente de la República Italiana, Sergio Matarella, de formar un nuevo gobierno, y tomó posesión como presidente del Consejo de Ministros, cargo del que dimitió en octubre de 2022.
A lo largo de su trayectoria como economista y estadista, Mario Draghi ha sido considerado una figura clave en la defensa de la integración europea y la cooperación internacional. Especialmente reconocida ha sido su labor como presidente del BCE por su firme compromiso con la estabilidad de la moneda única y con los valores fundamentales de la Unión Europea.
Relevancia al frente del BCE
Draghi asumió el mando del BCE en noviembre de 2011, en plena tormenta de la crisis de deuda soberana en la eurozona. Apenas unos días después de su llegada, el BCE bajó los tipos de interés, anticipando la gravedad de la situación económica, con una inflación aún por encima del 2% y el petróleo superando los 100 dólares. Sin embargo, la actividad económica se desplomaba, especialmente en los países periféricos (los llamados PIGS), lo que llevó a múltiples bajadas de tipos que no lograban calmar a los mercados. La amenaza de una ruptura del euro era real, con primas de riesgo disparadas y la credibilidad institucional en entredicho.
El punto de inflexión llegó en julio de 2012 cuando Draghi pronunció en Londres su ya célebre frase, el whatever it takes: "El BCE está dispuesto a hacer lo que sea necesario para preservar el euro. Y creedme, será suficiente". Esta declaración, respaldada después por el anuncio del programa OMT de compras de deuda, logró frenar la especulación contra la moneda única y reducir los costes de financiación de los países más endeudados. A ello se sumó una política expansiva mediante inyecciones masivas de liquidez (VLTRO), que aunque generaron riesgos de dependencia entre bancos y deuda pública, ayudaron a estabilizar los mercados.
Con la crisis de deuda mitigada, Draghi se enfrentó a un nuevo enemigo: la deflación. La caída del petróleo (qué tiempos aquellos en los que los precios bajaban) y la baja demanda interna empujaron los precios a terreno negativo entre 2015 y 2016. El BCE respondió lanzando las TLTRO, introduciendo tipos negativos por primera vez en su historia (-0,10%) e iniciando un ambicioso programa de compras de deuda (QE). Estas medidas, reforzadas en 2016 con la TLTRO II y otra bajada de la tasa de depósito al -0,4%, permitieron a la zona euro entrar en una etapa de recuperación que tocó su punto álgido entre 2016 y 2018, con un repunte del crecimiento y la inflación.
Sin embargo, esa 'primavera europea' no duró. A finales del mandato de Draghi, los efectos secundarios de su política empezaban a notarse: la rentabilidad bancaria caía por los tipos negativos, las tensiones globales (Brexit, China-EEUU) ensombrecían las perspectivas y el crecimiento volvía a debilitarse. En septiembre de 2019, Draghi impulsó una nueva ronda de estímulos (más QE, bajada de tipos al -0,5% y un sistema de tramos para aliviar a la banca) que generó división dentro del BCE. Aun así, se fue con el reconocimiento general de haber salvado el euro, pese a las críticas internas de los sectores más ortodoxos de la institución. Por todo ello, se ganó el mote de Super Mario.
Vuelta a la escena global
Más accidentada fue su aventura política posterior. Con el deseo siempre en mente de llegar a la solemne Presidencia de la República de Italia, la ventana de oportunidad para recalar en político le llegó a Draghi con la presidencia del Consejo de Ministros, un puesto inestable en la medida en la que en Italia no es descabellado que los Ejecutivos se sucedan en cuestión de días. El banquero lideró un gobierno de unidad nacional con perfil técnico, apoyado por fuerzas parlamentarias de ideología diversa, enfocado en ejecutar reformas estructurales y gestionar eficazmente los fondos del programa de recuperación Next Generation EU.
Aunque Draghi hizo malabarismos para sujetar esta entente, el amplio espectro de partidos presentes dinamitó toda continuidad. El elenco de formaciones dentro del Ejecutivo iban desde el Movimiento Cinco Estrellas hasta la Liga de Matteo Salvini, pasando por el Partido Democrática o la Forza Italia de Silvio Berlusconi. Especialmente iconográfica fue la fotografía de Draghi en el Museo del Prado español en 2022. Mientras el resto de líderes internacionales disfrutaba de los cuadros en el marco de su visita a Madrid por la cumbre de la OTAN, el italiano aparecía de espaldas a sus colegas, sentado en un banco hablando por teléfono móvil y con cara de preocupación. Pocos días después, presentaba su dimisión.
Tras la convulsa travesía política, Draghi volvía a la escena global. En 2023, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, encargó a Draghi la elaboración de un informe sobre la competitividad de Europa, subrayando su continuo compromiso con el fortalecimiento institucional y económico del continente. El informe, presentado en 2024, insiste en la importancia de reforzar los lazos de la Unión y de elaborar una estrategia común para el crecimiento y la mejora de la competitividad, centrada en tres transformaciones: innovación, descarbonización y seguridad económica.