Economía

Los parados de 50 años que cobran el subsidio marcan máximo histórico: el 87% lo hará hasta jubilarse

Foto: EP

¿Cómo se explica que en un momento en el que el número de parados registra su mínimo desde 2008, los mayores de 50 años que perciben un subsidio de desempleo hayan alcanzado su máximo histórico? En 2024 se registraron una media de 516.450 beneficiarios al mes, de los que 448.907, el 87%, recibían el destinado a los mayores de 52 años: el único que se cobra ininterrumpidamente hasta la jubilación. La evolución histórica de los datos cuenta un relato en el que prejubilaciones, edadismo y un enfoque erróneo de las políticas de empleo se combinan para que los 'seniors' se hayan quedado atrás en la recuperación del mercado laboral.

Estos abultados datos responden a que los mayores de 50 años suponen ya el 41,9% del total del paro registrado, con 1,19 millones de afectados. Una cifra aún más llamativa porque sigue la dirección opuesta al desempleo general: mientras este se ha reducido a su mínimo de agosto de 2008, el de los veteranos aún permanece un 85%, por encima de entonces.

Así las cosas, el 72,3% de los beneficiarios de subsidio tiene más de 50 años, el porcentaje más alto de la serie histórica. Antes del estallido de la Gran Recesión, en 2008, apenas llegaban al 48,7%. Esta tendencia no se explica por un empeoramiento de la economía ni una crisis, sino por un problema estructural del mercado laboral, que sufren más los parados de mayor edad.

Para entender lo ocurrido, resulta especialmente revelador fijarse en un tipo especial de subsidio de paro, el dirigido a los mayores de 52 años. Una figura especial diseñada para mejorar la protección de los parados de más edad y con más dificultades para reincorporarse al mercado laboral. Aunque su cuantía es la más reducida (actualmente de 480 euros) incluye una ventaja para las futuras pensiones: el SEPE asume la cotización de estos trabajadores por el 125% de la base mínima de cotización.

Una ventaja para los trabajadores pero que ha sido también aprovechada por muchas empresas en sus procesos de prejubilación, ya que permitía un ahorro en los acuerdos de las que se producían en el marco de los procesos colectivos. Eso sí, a cambio de que los trabajadores nunca volvieran a trabajar.

Un recorte de ida y vuelta

Para entender su relevancia, basta analizar la distribución por edad de los perceptores de subsidios. Como hemos visto, antes la crisis financiera, la mitad eran mayores de 50 años, y de estos, el 91% (en 2007) percibían la modalidad de 52 años. Cuando la Gran Recesión llegó a España el desempleo se disparó, especialmente el de larga duración, y con él los perceptores de subsidios. Y, aun así, los parados más veteranos seguían siendo el grupo más numeroso.

En este escenario, afectado además por las presiones de Bruselas para reducir el déficit público, cobró fuerza la idea de endurecer el cobro de paro para 'animar' a los parados a activarse. Esta vez, con el foco también puesto en los que tenían características de 'prejubilados'. En 2012, el Gobierno del PP introdujo una reforma de las prestaciones por desempleo que incluía elevar la edad de acceso a los 55 años y reducir la cotización del SEPE del 125% al 100%.

Pero la mayoría de los parados de la crisis financiera no eran precisamente 'prejubilados de oro' como los de antaño, sino víctimas de unos despidos convencionales por causas económicas que, aunque respondieran a la coyuntura económica, seguían señalando a los seniors por sus sueldos más altos. Así pues, lo que quizá en otros momentos hubiera supuesto un desincentivo a ciertas políticas de extinción de empleo (como lo fue la activación de la cláusula Telefónica, creada en 2011 pero que no se empezó a aplicar hasta 2013) se convirtió en un recorte que castigaba a unos desempleados con graves dificultades para activarse, como se les pedía. Y que se traducía en pensiones más bajas.

Por ello, la medida no tuvo el efecto esperado: los beneficiarios de subsidios se redujeron, pero los mayores de 50 años lo hicieron mucho más despacio. Ni siquiera con la recuperación económica, consolidad a partir de 2015 el paro de larga duración (a fin de cuentas, eso son las personas que acceden al nivel asistencial de la protección por desempleo) en esa franja de edad se redujo como en el resto. Un síntoma de aquel algo fallaba que se hizo aún más claro a partir de 2018, cuando contra todo pronóstico, empezaron a incrementarse y a ganar peso sobre el total.

¿Qué ocurrió en ese momento? Por un lado, el recién llegado Ejecutivo de Pedro Sánchez devolvió el subsidio de 52 años a sus condiciones iniciales, tanto de edad de acceso como de cotización. La intención era revertir un recorte en la protección social, como años después se volvería a elevar del 50% al 60% el porcentaje de cómputo de prestación por desempleo a los seis meses. Pero en este último caso, los beneficiarios no aumentaron.

La polémica del puente de plata

El subsidio de 52 años, como antes el de 55 años, se percibe hasta el momento en el que el trabajador puede acceder a la edad legal de jubilación que le corresponda. Aunque con la legislación socialista este límite es más flexible, lo que permite a los trabajadores un mayor margen para elegir la opción que mejor les conviene. Con todo ello, no solo la franja de edad de entrada, sino la de salida se eleva sustancialmente.

En un momento en el que el incremento de la edad media de los españoles parece estar repercutiendo en los datos de paro más que en los de creación de empleo, los beneficiaros de la ayuda para mayores de 52 años alcanzaron su máximo histórico en 2024, con una media de 420.000 al mes, lo que supone más de la mitad de todos los que cobran el subsidio por desempleo, con independencia de su edad. Si nos fijamos solo en los mayores de 50 años, suponen el 86%, el porcentaje más alto desde el 91% anotado en 2007.

¿Por qué las políticas laborales no han logrado hacerle frente? En gran parte porque mantienen las mismas recetas de antaño. La reciente reforma del nivel asistencial de la protección por desempleo jugó con una serie de incentivos a la activación de los parados de larga duración, como un incremento de las cuantías iniciales del subsidio convencional de desempleo que se iría reduciendo con el tiempo. Para el de mayores de 52 años solo se planteó recortar la 'sobrecotización' de 125% al 100%, como hizo el PP 14 años antes.

El plan era evitar que esta figura se utilizara como 'puente de plata' a las prejubilaciones que algunas empresas empezaban a plantear incluso con edades a partir de los 53 años, algo que no gustó a los sindicatos. Aunque el hecho es que la medida castigaba a otros parados de larga duración, un hecho que Unidas Podemos utilizó como argumento para tumbar la primera versión de la norma en el Congreso. Finalmente, el Ejecutivo, que no supo (o no quiso) explicar la razón del recorte, dio marcha atrás y el subsidio de 52 años se queda como estaba.

Igual que los planes para encontrar empleo a estos parados. El decreto de los subsidios incluía un plan para incentivar, a través de las políticas activas de empleo, la contratación de los beneficiarios de esta ayuda. Aún es pronto para valora su eficacia. Pero la estrategia, que combina formación, orientación profesional y ayudas a la contratación no es nueva y no ha impedido un incremento del paro senior.

Ante este panorama, se antoja especialmente complejo diseñar un plan para evitar el llamado 'edadismo' en las oportunidades laborales: a pesar de la creciente preocupación por la falta de mano de obra entre las empresas de varios sectores, la puerta parece cerrada para los mayores de 50 años. Algo que repercute directamente en el gasto en prestaciones por desempleo y unas tasas de paro mucho más elevadas de lo que un mercado laboral libre de esta lacra presentaría.

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