Economía

Retrato de la 'nueva' precariedad: el 36% de los temporales no pasa de 7 días y solo un 5% llega a fijo

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Cuando nos acercamos al tercer aniversario de la reforma laboral que más ha elevado el peso del empleo indefinido en la economía, nos encontramos con la paradoja de que los contratos temporales que se siguen firmando se mantienen firmemente instalados en la precariedad: 2,4 millones. el 36,5% de los suscritos en los nueve primeros meses del año, no superaba los siete días, mientras la ratio de conversión a fijo se quedó en el 4,9%, cuando hace un año llegaba al 5,8%. Por si esto fuera poco, la duración media de estos contratos eventuales ha retrocedido de 46,9 a 46,1 días. Menos que en 2019, cuando alcanzaban los 49,9 días.

La ha reducido la contratación temporal a su mínimo histórico y disparado la indefinida y esto se traduce en un descenso de los contratos: en 2024 se han firmado cinco millones menos que en el mismo periodo de 2019, lo que se explica porque los fijos han pasado de suponer el 9,6% del total a un 42,4%. Más contratos más estables reduce la rotación. Pero las preguntas se dirigen ahora a la calidad de esos contratos indefinidos y eventuales, cuál ha sido el verdadero efecto de la norma, y en qué escenario de precariedad nos movemos hoy en día. Y los datos apuntan que el alcance de la norma no da para más para seguir combatiendo la precariedad.

En un contexto marcado por polémicas como la de los trabajadores con contrato fijo discontinuo, la situación actual de los temporales pasa bastante desapercibida, pese a que aún sumaron 6,57 millones de contratos, el 57,6% de los realizados en 2024 y que arrojan un nuevo mapa de la 'dualidad' del mercado laboral con matices inesperados, como el del mayor peso porcentual de los puestos de muy corta duración.

En los nueve primeros meses de 2019, la duración media del os contratos temporales estaba en 49,9 días: los de siete o menos suponían el 29% del total, con 4,5 millones. Siempre hay que recordar que entonces los temporales suponían el 90,4% de los contratos, pero ¿significa esto que la reforma ha reducido el número de contratos a costa de empeorar su calidad? Veamos qué dicen los datos.

Quizá el mayor impacto estadístico a la hora de analizar la duración de los contratos fue la desaparición de los contratos por obra y servicio. Y es que esta modalidad que no obligaba a establecer una duración a priori y que en los registros del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) aparecen como "indeterminados".

Esto se interpretaba como una fuente de abuso 'oculto' de la temporalidad. Al desaparecer muchos se hicieron indefinidos y otros, los de menor duración, pasaron a la categoría de eventuales por circunstancias de la producción. Esto explicaría la reducción de los días, ya que han aflorado contratos más cortos. Ahora, los únicos contratos que no especifican la duración son los de sustitución o los motivados por una jubilación parcial. Pero aunque esto explique que hay contratos más cortos en días, no resuelve la incógnita del mayor peso que no superan la semana. Y es que históricamente estos se concentran no en los de obra y servicio, sino en los de circunstancias de la producción. Y lo siguen haciendo.

La paradoja de los contratos más precarios

¿Hasta qué punto ha mejorado la calidad del empleo temporal con la reforma? En términos de cifras absolutas, espectacularmente porque se han reducido a mínimos. En términos relativos, el balance es menos positivo. Se firman menos contratos, pero en las mismas condiciones que antes, incluso algo peores. Además, tras el impacto de los dos primeros años del cambio legal no se aprecia ninguna expectativa de mejora para seguir reduciendo los de muy corta duración.

La comparativa con el año anterior apunta a una tendencia de leve empeoramiento: en septiembre de 2023 se habían firmado 2,32 millones de contratos de menos de siete días, un 2% menos que en 2024, y suponían el 35,5% del total, un punto también por debajo de los nieles actuales, mientras y la ratio de conversión se quedaba en el 5,8%, casi un punto más alto que la actual.

Pero esta estabilización 'negativa' resulta chocante porque el Gobierno 'multa' los empleos de muy corta duración mediante una "cotización adicional" que los empleadores deben abonar a la finalización de los contratos de duración determinada que no superen los 30 días.

La cantidad alcanza los 31,22 euros y desde la aprobación de la reforma laboral ha aumentado un 13,4%, en línea con los incrementos del SM.I Pese a que pueda parecer poco elevada, hay que tener en cuenta que los empleadores notan más este 'sobrecoste' precisamente en los contratos de menor duración. Una estrategia adecuada pero que el propio Gobierno ha 'torpedeado', excluyendo de su alcance a los contratos más 'precarios'.

Hablamos en concreto de los contratos para artistas y personal técnico y auxiliar en espectáculos públicos que de media duran 4,75 días, bajando de los 5,5 días de hace un año. El contrato para artistas y personal técnico y auxiliar en espectáculos públicos fue la solución diseñada por el Ministerio de Trabajo y el de Cultura en el marco de la negociación del nuevo Estatuto del Artista para 'liberar' al sector de las exigencias de su propia reforma laboral. Empezando por la cotización adicional.

En el último año, el uso de esta figura ha aumentado un 51%, pasando de los 196.911 de los nueve primeros meses de 2024 a los 298.374 en lo que va de 2024. Es la modalidad que más ha incrementado el número de firmas, aunque no son los únicos a los que el Ejecutivo 'perdona' la sobrecotización: también lo hace con los 1,04 millones de contratos de sustitución. Ocurre que la duración media de estos alcanza los 64,1 días y solo un 12,2% (129.609) no supera los 7 días. Esa tasa llega al 94% entre los artistas, si bien en la compartiva conviene recordar que la mayoría de estos reemplazos son de duración indeterminada.

Aun así, ni el contrato creado en 2022 para los espectáculos y giras y los de sustitución no suponen la mayor fuente de precariedad contractual: son los contratos eventuales por circunstancias de la producción. En lo que va de año se han firmado 4,9 millones, de los que el 40%, 1,9, duran menos de siete días. Es prácticamente la misma cifra que hace un año, pese a que a ellos sí se les aplica la creciente sobrecotización, y suponen 8 de cada 10 contratos de muy corta duración.

Las empresas no quieren estabilizar plantillas

A esto se suma otro dato preocupante: las conversiones de temporales a indefinidos se han reducido a mínimos históricos, con 322.488 en lo que va de año, un 15% menos que hace un año y un 48% menos que en 2019. El descenso en las cifras absolutas responde, obviamente, a que hay menos temporales pero lo sorprendente es que las probabilidades de pasar de un contrato temporal a uno indefinido no se han incrementado tras la reforma.

En 20219 la tasa de conversión de temporales a fijos era del 4,04%. En 2022, el primer ejercicio con la reforma en vigor, se disparó a un 12,8%, pero en 2022 había retrocedido al 5,8% para caer al 4,9% este año. La lectura de esta evolución es que, a pesar de que se firman más contratos fijos que nunca, las empresas apuestan por hacerlos de cero, eludiendo el endurecimiento den la condiciones para convertirlos en indefinidos introducido por la nueva ley. Algo que queda todavía más claro si contrastamos cuántos contratos indefinidos provienen de conversiones: antes de la reforma eran el 60%. Ahora se quedan por debajo del 7%.

Estos cifras apuntan a que, más allá del incremento de la contratación indefinida, las pautas que rigen la creación y destrucción de empleo se mantienen. Y con ello la dualidad entra la estabilidad de unos contratos y otros. A ello se sumaría que los contratos indefinidos parecen haber heredado parte de la inestabilidad de los eventuales. Un diagnóstico que señala a los fijos discontinuos (que encadenan periodos sin trabajar y sin cobrar un sueldo) pero también a los indefinidos ordinarios.

Aun sí, la evolución de la contratación temporal en el último año, especialmente entre los de menor duración es lo suficientemente reveladora para concluir que los efectos de la reforma laboral han tocado techo hace muchos meses y la economía y la política española aún tienen que hacer michos deberes antes de darse por satisfechos.

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