Economía

El gráfico que muestra por qué la precariedad está plantando cara a la reforma laboral

Foto: EFE

La reforma laboral se acerca a cerrar su tercer aniversario con un balance positivo pero con no pocas contradicciones: España ha reducido a su mínimo histórico el empleo temporal e incrementado el indefinido, pero esto no se ha trasladado con la misma intensidad a la volatilidad del empleo, que sigue estando a la cabeza de la UE. De hecho, la volatilidad del mercado laboral, expresada como la relación entre altas y bajas de afiliación, se mantiene en niveles cercanos a los de 2015, cuando España aún se recuperaba de la crisis financiera, en gran parte apoyada en empleos temporales.

El argumento que se da para explicar este fenómeno es que el número de afiliados al Régimen General se ha incrementado n cuatro millones de personas desde entonces, lo que explica que el volumen de altas y bajas se mantenga en niveles elevados. En este sentido, cabe hablar de reducción de la volatilidad. De hecho, si nos remitimos a los datos de agosto de 2015, la volatilidad ha pasado de suponer el 11,6% del empleo asalariado en 2015 al 9% en el pasado mes.

Un dato comparable al de agosto de 2020 (en plena pandemia) pero que se produce en un contexto económico muy diferente, lo que mostraría un impacto positivo de la reforma. Pero insuficiente, si tenemos en cuenta que la ratio es también comparable a la de los meses de 2012, cuando el PP aprobó su reforma laboral a la que el Gobierno de PSOE y Sumar acusan, precisamente, de haber elevado la temporalidad.

Ello a pesar de que todo el incremento neto del empleo en los últimos 9 años se basa en afiliados con un contrato indefinido, que se han disparado en 5 millones (cifra de la que los fijos discontinuos suponen un 18%), mientras los temporales han disminuido en 1 millón. Con ello, los indefinidos han pasado de suponer el 61,8% al 77,3% de la afiliación asalariada.

La pregunta entonces es clara: ¿por qué la rotación no se ha desplomado con mucha mayor intensidad? Es más: ¿por qué la evolución de altas y bajas no está recogiendo los cambios en la regulación del mercado de trabajo que ha revolucionado la forma de contratar en España?

El pasado mes de agosto se registraron 1,49 millones de altas y 1,53 millones de bajas de afiliación a la Seguridad Social. En el mismo periodo se firmaron 1,04 millones de contratos de los que el 37% fueron indefinidos. En agosto de 2015, hubo 1,47 millones de altas y 1,59 de bajas, en un periodo en el que se firmaron 1,25 millones de contratos, de los que solo un 6% eran fijos.

Es decir: con menos rotación de los contratos (por que se producen menos firmas y tienen carácter mucho más estable) la volatilidad se mantiene en cotas elevadas. De hecho, supera la de toda la serie histórica anterior, que se remonta a 2009. Además, sigue teniendo un marcado carácter estacional (por esto, a efectos de visualización, el gráfico expresa los datos como promedio de tres meses).

Además, los datos de rotación laboral de 2024 son muy parecidos a los de 2022 y 2023, lo que apunta a clara una desconexión entre la evolución de esta variable y la de los contratos que no se había producido nunca en los años precedentes.

Despidos, dimisiones y fijos discontinuos

La caída del número de contratos resulta plenamente coherente con el propio objetivo de la reforma laboral: al haber más empleo fijo hace falta firmar menos contratos. Este hecho, recordado recurrentemente por el Ministerio de Trabajo presenta un lado negativo: España tiene un volumen muy alto de paro (2,6 millones de personas según los últimos datos) para considerar en términos positivo un retroceso de la contratación que se mantiene incluso cuando la reforma va camino de cumplir su tercer aniversario.

Pero los datos de contratación adquieren otra lectura si se cotejan con los de altas y bajas de afiliación. Sin olvidar que son estadísticas muy diferentes siempre han mantenido una correlación estable. Así, aunque la gran mayoría de los contratos se traducen en un alta al Régimen General de la Seguridad Social (que en los últimos lustros ha avanzado hacia la unificación de regímenes del empleo asalariado), no todas las altas registradas cada mes provienen de un contrato. Algunas vienen de reincorporaciones de trabajadores de baja, o fijos discontinuos reactivados, y otros supuestos, si bien las estadísticas no los desglosan.

Sí lo hace en el caso de las bajas, en las que se comprueba que el 9 de cada diez de las registradas cada mes son de un trabajador que pierde su empleo. La primera causa sigue siendo el fin de un contrato temporal, que siguen concentrando más de la mitad de las bajas), seguidas por el pase a la inactividad de un fijo discontinuo, las dimisiones y los despidos y ceses por no supera el periodo de prueba.

Esto permite intuir la causa de la mencionada desconexión: ha habido un trasvase del peso de la rotación de los temporales a los indefinidos, a través sobre todo de los fijos discontinuos que entran y salen de la inactividad y, en menor medida, de las dimisiones, despidos y ceses por no superar el periodo de prueba.

Contratación vs precariedad

Pese a que la calidad de la contratación y del tipo empleo asalariado ha mejorado, las razones de fondo que justifican la elevada rotación laboral de la economía española persisten. Esto lleva a que la 'precariedad real' del empleo se haya reducido menos de lo esperado, a pesar de la espectacular mejora de la contratación.

Esto señala, no tanto a un fallo de diseño de la reforma laboral, como a la ausencia de políticas macroeconómicas y fiscales más amplias (y, sobre todo mejor orientadas) que permitieran impulsar la estabilidad del empleo y acompañar los cambios legales en la contratación. Por ejemplo, impulsando un modelo productivo que genere actividades de mayor valor añadido y, por tanto, con empleos más estables.

Aunque el Gobierno ha presentado una hoja de ruta que afirma ir en esta dirección, el hecho es que la evolución del mercado laboral, y sobre todo su 'calidad real' supone la prueba del algodón de sus resultados. Algo que no es la primera vez que ocurre.

Precisamente el gráfico nos permite analizar lo ocurrido con la reforma laboral de 2012, que también nació con el compromiso de mejorar la calidad del empleo y, además, coincidió con un ambicioso paquee de reformas fiscales y financieras. Pero la volatilidad laboral se disparó a niveles muy superiores incluso que los del inicio de la crisis financiera, una evolución que la legislación de 2021 ha revertido solo parcialmente.

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