Economía

La precariedad registra su peor dato desde la reforma laboral y lastra la creación de empleo

Foto: EP

Dos años y medio después de la aprobación de la reforma laboral, la dualidad entre trabajadores con puestos estables y los precarios que quedan sometidos a la volatilidad dictada por la estacionalidad sigue siendo la nota dominante del mercado de trabajo. Lo que antes era un binomio entre quienes tienen contratos indefinidos y temporales, ahora incluye a los fijos discontinuos. Pero su impacto sigue traduciéndose en un lastre que vuelve a comprometer la creación de empleo.

En junio, se registraron 1,7 millones de bajas de afiliación al Régimen General de la Seguridad Social ligadas a trabajos eventuales, una cifra solo superada por los meses de julio de 2018 y 2019. De ellas, 1,01 millones fueron por la finalización de un contrato temporal y 685.342 por el pase a la inactividad de un fijo discontinuo, un supuesto en el que el contrato, considerado indefinido, no se extingue, pero el asalariado no realiza un trabajo efectivo ni percibe un salario hasta que la empresa no vuelve a llamarle.

El acumulado en los primeros seis meses del año alcanza los 6,9 millones de bajas, de las que 4,6 millones fueron por el fin de un contrato temporal y 2,3 millones al pasar a la inactividad un afiliado fijo discontinuo. La cifra global supone un incremento del 10% respecto a hace un año y un 15,9% desde 2021, antes de la aprobación de la reforma, aunque este ejercicio venía aún lastrado por la pandemia y su efecto en la actividad de sectores más marcados por la estacionalidad, como la hostelería y el turismo.

Si nos remitimos a 2019, el efecto del cambio legal es obvio: el total de bajas se ha reducido un 15,8%, si bien el repunte del último año ha recortado sustancialmente la mejora. Especialmente en junio, un mes tradicionalmente marcado por la estacionalidad, registró un 'pico' de una intensidad inusitada, impulsado por los fijos discontinuos.

Un dato que puede ayudar a entender lo sucedido es que las bajas provocadas por la caducidad de un contrato eventual se han recortado en un 40,8% respecto a las de hace 5 años, pero las de los fijos discontinuos se han disparado un 433,5%.

A priori, estos datos deberían ser coherentes con la evolución de la afiliación de cada tipo de contrato, pero esto solo se cumple en el caso de los temporales. Desde junio de 2019 estos asalariados han retrocedido un 47,8%, pasando de suponer el 30,1% del total al 14,3% del total de los asalariados. Pero los indefinidos fijos discontinuos 'solo' han crecido un 103%, pasando de suponer el 2,8% al 5,4% de los asalariados.

Un repunte mucho más modesto que el de los indefinidos ordinarios, que se han disparado en un 37% pero han pasado de suponer el 59% de los asalariados al 71,7%. Esto ha permitido al Gobierno defender que estos puestos fijos discontinuos tienen un reducido peso efectivo en el empleo creado tras la reforma laboral, que reposa en los 'puestos de calidad'.

El problema es que su papel en la precariedad laboral sí es desproporcionado: el pase a la inactividad de estos trabajadores supone la segunda causa por la que un empleo se interrumpe a efectos de Seguridad Social, después del fin de un contrato temporal. De hecho, explican un 20,9% del total de bajas en los primeros seis meses del año, mientras que la caducidad de los eventuales es del 40,1%, lo que arroja una suma del 62,5%.

En 2019, los temporales sumaban el 68% y los fijos discontinuos el 3,8%, un saldo del 72,3%. Pero recordemos que desde 2019 los trabajadores con estos contratos han pasado de representar el 32,9% de los asalariados (30,1% temporales y 2,85 fijos discontinuos), al 19,7% (14,3% eventuales y 5,4% fijos discontinuos).

Hay que tener en cuenta que desde la reforma laboral también se ha producido un repunte muy sustancial de dimisiones, despidos y bajas por no superar el periodo de prueba, (que se pueden considerar también precariedad, aunque no por motivos eventuales). Esta evolución hace que los porcentajes de 2024 no sean estrictamente comparables con los de 2019.

En cualquier caso, las cifras muestran que, si bien la dualidad del mercado laboral se ha reducido, la volatilidad sigue disparada en un colectivo de trabajadores que puede parecer relativamente reducido (tres de cada diez antes de la reforma, dos de cada diez hoy), pero supone un lastre para el mercado laboral español cuyo peso se ha intensificado en el último año. Esto se aprecia especialmente en los meses de verano.

Un lastre para el empleo

Los últimos datos arrojan una clara desaceleración de la creación de empleo que, si bien, sigue sumando récords de ocupados y afiliados, lo hace con mucha menos intensidad no solo respecto a la tendencia registradas desde la pandemia, sino desde que España empezó a recuperarse de la Gran Recesión. Cierto es que esta desaceleración puede considerarse lógica tras los intensos incrementos de los últimos tres años. Pero hay algo que no encaja.

La evolución de los datos del junio y julio de Seguridad Social confirman una elevada volatilidad de los empleos estacionales, que se ha traducido en un repunte de los asalariados temporales y un retroceso de los fijos discontinuos que pasan a la inactividad. Una tendencia que se invertirá a la vuelta del verano pero que en el pasado mes ya dejó huellas. Seguramente, sin el lastre del pase a la inactividad en los fijos discontinuos en sectores como la educación, se hubiera registrado una creación neta de empleo.

Estos trabajadores son la única explicación a que en un mercado laboral que ha elevado el peso de los asalariados con contrato indefinido a niveles históricos, la volatilidad estacionalidad siga fluctuando de la misma forma. De hecho, como hemos visto, las bajas de afiliación por esta causa registran un comportamiento similar al de los años de salida de la crisis financiera sumando los fijos discontinuos. Si la estabilidad laboral de estos fuera equivalente a la de los indefinidos ordinarios (es decir, si sus empleos no se interrumpieran) esto no ocurriría.

Precariedad fijo discontinua

La pregunta de fondo es clara: ¿merecen la misma consideración los temporales que los fijos discontinuos? Depende. A nivel legal, estos últimos son indefinidos y su contrato sólo se interrumpe por un despido (o dimisión de propio trabajador). La diferencia es que su empleo se interrumpe (lo que implica dejar de cobrar y cotizar) cuando lo hace la actividad a la que están vinculados, hasta que la empresa vuelve a llamarles. Por eso no cuentan como parados.

En ese supuesto, el contrato de los temporales se extingue, lo que conlleva una indemnización por 12 días por año trabajado (aunque si se les despide antes sus condiciones son las mimas que las de un indefinido: 20 años por despido objetivo y 33 por improcedentes). Los fijos discontinuos no reciben indemnización por pasar a la inactividad, aunque a cambo tienen el compromiso del 'llamamiento'.

Es decir: los empleos fijos discontinuos tienen más garantías legales que los temporales, pero a efectos de actividad efectiva y retribución sus condiciones son mucho peores que las de los indefinidos ordinarios. Por eso, históricamente, su uso se ha restringido a ciertos sectores e incluso regiones concretas en los que la recurrencia de los empleos estaba garantizada. Un ejemplo paradigmático es el turismo en Baleares, donde se provecho una modalidad contractual que en otras regiones a priori similares (como Canarias) apenas se utilizaba.

Pero la reforma laboral amplió enormemente los supuestos de uso de los fijos discontinuos (incluyendo incluso su firma para los empleos cedidos por ETTs). Algo que disparó su volatilidad con una intensidad que supera a la de los temporales, lo que ha llevado a muchos expertos a advertir de que estos empleos se estaban utilizando de la misma forma que los extintos contratos de obra y servicio. El Ejecutivo ha cuestionado estos análisis, pero el hecho es que los datos muestran que estos contratos ya lastran la evolución del mercado laboral, como confirma lo ocurrido en 2024.

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