Economía

El edadismo amenaza con hacer insostenible al mercado laboral español

Foto: Dreamstime

¿Cómo es posible que España haya batido un récord de casi 21,7 millones de ocupados mientras la tasa de paro se mantiene en un 11,27%, 3,4 puntos por encima de su mínimo histórico? La explicación está en el incremento de los activos –el número de personas que trabajan o quieren hacerlo–: hay 2 millones más que en el segundo trimestre de 2007, cuando el porcentaje de desempleados anotó su menor registro. Pero este dato encierra un problema de fondo mayor: la edad de la población ha aumentado y el mercado de trabajo no parece preparado para hacerles un hueco. Esto amenaza con enquistar la tasa de paro a niveles superiores a los dos dígitos, un nivel insostenible para cualquier economía desarrollada.

El envejecimiento de la población se presenta como un desafío para la sostenibilidad de las pensiones, pero lo cierto es se trata de una amenaza mucho más inmediata para la economía, que se traduce en una acuciante falta de mano de obra en muchos sectores. Pero en España, sus primeros síntomas no se notan en las vacantes, sino en términos de desempleo.

Sin analizamos la evolución de los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística, se puede considerar que España tiene margen para reducir su tasa de paro en todas las franjas de edad, especialmente entre los menores de 25 años. Entre los menores de 20 años se ha disparado al 44,5%, 15,3 puntos más que en el en el segundo trimestre de 2007 y duplica la media genera. Entre los menores de 25 años se sitúa en el 22,3%, el doble de la media general. En comparación, el resto de los colectivos registra tasas más modestas.

Ello justifica que, históricamente, la prioridad de las políticas para reducir el paro se ponga en los jóvenes, ya que su desempleo es más 'visible'. Pero al hablar de estadísticas laborales siempre hay que tener en cuenta la diferencia entre porcentajes y cifras absolutas, así como el efecto composición. Aunque los jóvenes tengan la mayor tasa de paro, no son el colectivo más numeroso de desempleados, ni el que más ha sumado a incremento global de la cifra desde 2007.

Los menores de 25 años suponen el 17,1% del total de parados, frente al 22% de los mayores de 25 y menores de 35, el 19,1% de los menores de 45, el 23,4 de los de entre 45 a 55 años y el 18,4% de los mayores de 55 años. Desde el mínimo de 2007, el desempleo ha aumentado en 982.100 personas, incremento al que los jóvenes solo aportaron un 2,6%, mientras los menores de 35 sumaron un 10,8%, y los de entre 35 y 45 años un 11,1%. Los mayores de 45 y menores de 55 sumaron un 37,3% del incremento del paro y los mayores de 55 un 38,3%. Es decir, el 75% del aumento del paro acumulado desde la crisis financiera corresponde a los mayores de 45 años.

Pese a lo que se pueda pensar, esta evolución no es coherente con la de la población activa. Los colectivos de activos menores de 45 años se han reducido: los menores de 25 en un 27,9% y los de entre 25 y 35 en un 29,2%, y los de entre 35 y 44 años un 5,1%. Pero a partir de esa edad, los activos se disparan: un 50,4% entre los mayores de 45 y un 112% entre los mayores de 45 años.

Este fenómeno tiene varias explicaciones. Por un lado, el pinchazo de la burbuja inmobiliario hizo que muchos jóvenes optaran por continuar sus estudio, lo que se traduce en un descenso de las tasas de abandono temprano de la educación. Pero por el otro, el endurecimiento de las prejubilaciones y jubilaciones anticipadas en las últimas reformas de pensiones ha hecho que los trabajadores se retiren más tarde, o al menos acerquen el momento de la decisión a los 65 años.

A ellos se suma que el impacto del envejecimiento demográfico es incuestionable, España confía en modular ese problema con la aportación de la inmigración, pero el hecho es que el colectivo de mayores de 45 años es cada vez más determinante en el mercado laboral.

Los datos hablan por sí solos: al igual que ocurre con el desempleo, el incremento de la ocupación desde 2007 también se sostiene sobre los trabajadores a partir de lo 45 años. Lo llamativo es que en términos netos suma cerca de un millón de personas desde entonces, una cifra similar a la que retrocede el paro. Entonces, ¿por qué no tenemos la misma tasa de paro que entonces? Porque un incremento neto de la ocupación no significa que se haya contratado a más gente, sino que más gente mantiene su puesto de trabajo.

Que España sea el único país europeo con una tasa de paro de doble dígito pese a ser el que más empleo crea, en términos relativos, es una paradoja difícil de entender si no contamos con esa variable. Nuestro mercado laboral mantiene una elevada dualidad entre trabajadores con empleos de corta duración y más inestables (los más jóvenes) y los indefinidos con empleos más estables y 'protegidos'. Esta estructura es demasiado rígida y explica que un escenario de destrucción de empleo, como ocurrió en la crisis financiera, que afecta a los dos tipos de trabajadores, deja cicatrices especialmente duraderas.

En un contexto de ciclo económico elevado, muchas personas que no buscaban trabajo (y no contaban como parados par ala EPA) se animan a hacerlo. No todas lo logran, lo que explica que la ocupación suba más de lo que cae el paro e incluso la tasa de paro (que se calcula como el porcentaje de desempleados sobre el total de la población activa) repunte. El problema viene cuando la relación entre ambas variables pierde elasticidad, como está ocurriendo actualmente.

Así, si comparamos la serie histórica de variación interanual del paro y de ocupación, se aprecia, de entrada, la volatilidad de ambas variables en los último 20 años, que no se ha corregido ni con tres reformas laborales ni muchas otras medidas para modernizar la economía española.

Un cambio de paradigma

Este decalaje nunca se había considerado un problema serio porque en crisis anteriores, la recuperación se había basado en un elevado 'stock' de mano de obra (población activa) que se nutría de trabajadores jóvenes e inmigrantes que salían directamente de la inactividad (es decir, que no buscaban activamente empleo). Pero tras la pandemia crisis se ha encontrado con una estructura en la que los trabajadores y desempleados de mayor edad tiene más peso que nunca. Eso hace que las recetas anteriores ya no funcionen.

Así, la interpretación de los analistas es que incremento de la ocupación de los mayores de 45 años responde a que las plantillas envejecen en línea con el envejecimiento de la población activa más que al hecho de que se contraten más trabajadores en esta franja de edad. Los que caen en el desempleo son mucho más propensos a verse atrapados en el paro de larga duración. En ello influye que tienen más facilidades para recibir prestaciones por desempleo y subsidios.

Esto explica la apuesta de muchas empresas (y parte del Gobierno) para resolver un supuesto exceso de vacantes fomentan la contratación de inmigrantes. A diferencia de otros países, en los que los problemas para contratar se deben a que el paro está en mínimos a niveles que no llegan ni a la mitad de los que alcanza España, en nuestro país el problema es más la adecuación de la mano de obra. Las empresas no quieren el stock que el paro les ofrece, pero tampoco pueden confiar en la entrada de jóvenes trabajadores. Por ello, el augurio es que la tasa de paro seguirá alejada de su mínimo histórico.

Lo cual no solo confirma los temores al 'invierno demográfico' en el que la tasa de relevo entre trabajadores en sus últimos años y los que acaban de incorporarse al mercado laboral haga insostenibles las pensiones. Pero antes de eso, hará insostenible el mercado laboral, a no ser que las políticas activas de empleo, formación se reoriente. Pero además hay que contar con la la propia visión de las empresas cobren consciencia de que tienen que contar con otro tipo de trabajadores, y adaptar en consecuencia sus políticas de contratación.

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