
Si hay un tópico que se sigue repitiendo en muchos análisis laborales en España es que los trabajadores 'seniors' son un lastre que frena la entrada de los jóvenes en el mercado de trabajo y les condena a los puestos de peor calidad. Sin embargo, esta idea contrasta con los datos del SEPE que muestran que los menores de 30 años tienen más posibilidades de firmar un contrato indefinido que los 'seniors'. Eso sí, también confirman que cuando cumplen cincuenta años sus posibilidades de encontrar un empleo se desploman.
El pasado mes de agosto, el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) registró la firma de 1,04 millones de contratos. Los menores de 30 años firmaron un 41,09% del total de contratos, mientras los mayores de 50 se quedaron con el 16,81%. Ello a pesar de que hay más desempleados mayores de 50 años (que se puede interpretar como mano de obra disponible) que menores de 30.
Este dato, por sí solo, no cuestionaría la idea de que los jóvenes sufran mayor precariedad que los 'seniors'. Si tienen más empleos temporales (es decir, sufren más rotación), es lógico que firmen más contratos. Pero este argumento choca con la realidad de las últimas cifras.
Del total de contratos de agosto, 389.375, el 37,5% del total fueron indefinidos. De ellos, los jóvenes firmaron el 41,01%. Los mayores de 50, el 15,6%. Es decir, se registra la misma distribución por edad del total de los contratos se mantiene para los fijos. Ante esto dato surgen las dudas de si la reforma laboral ha tenido que ver en esta brecha de oportunidades entre los trabajadores de diferentes edades.
El caso es que esta brecha ya se producía mucho antes del cambio legal y prácticamente con los mismos porcentajes. En agosto de 2019, los jóvenes se 'llevaban' el 37,29% del total de contratos y el 41,32% de los indefinidos, frente las tasa del 14,98% de contratación general y el 17,98% de la fija que obtenían los 'seniors'.
La gran diferencia entre ambos datos es que hoy se crea muchísimo más empleo indefinido. Hace cinco años apenas un 8,11% del total de los contratos era indefinido. En el pasado mes la tasa llegaba al ya mencionado 37,5%.
De hecho, el impacto de la reforma en la mejora de la calidad de la contratación de en cada grupo de edad es similar: el 37% de los contratos firmados por menores de 30 años es indefinido (en línea con la media general), mientras que para los mayores de 50 se sitúa en el 34%. Antes de la reforma, solo el 7,2% de los contratos firmados menores de 30 años era indefinido, mientras que para los mayores de 50 era el 7,8%.
Contradicción entre SEPE y EPA
Tras analizar los datos de contratación, surgen bastantes dudas. La primera es cómo se explica que la Encuesta de Población Activa señale que la tasa de paro de los trabajadores en sus quince primeros años de vida profesional (la estadística empieza a contar a los 16) tengan una tasa de paro del 19% cuando los que están en los quince últimos, es decir, a partir de los 50 años se quede en el 9,7%.
Hay que tener en cuenta el efecto demográfico del envejecimiento de la población; los activos (personas que trabajan o quieren hacerlo, pero están desempleados) mayores de 50 años suman 8,41 millones, mientras los menores de 30 solo llegan a 3,98 millones.
Así, aunque el número de parados 'seniors' sea mayor que el de los jóvenes (820.500 frente a 786.000), las tasas son muy dispares. Pero por esa misma regla de tres, también lo son las tasas de ocupación: el 80,24% de los mejores de 30 años tiene trabajo, frente al 90,2% de los mayores de 50.
El contraste entre las cifras de firma de contratos que publica el SEPE y las de empleo de la EPA es más llamativos si nos fijamos en los ocupados con contrato temporal. En el segundo trimestre llegaban al 15,95% de media general, pero se disparaban al 33% entre los menores de 30 años, más de tres veces superior a la de los mayores de 50 años, que estaba en el 9,77%.
Como ocurre en el caso del paro, se puede esgrimir el factor demográfico, pero aquí su peso es más débil: el hecho es que a pesar de que los ocupados menores de 30 años son la mitad que los mayores de 50 años (2,9 frente a 6,03 millones), el número de temporales es casi el doble: 1 millón frente a 589.000.
Flexiseguridad y reformas laborales
Datos como estos son los que avalan la idea de muchos economistas y políticos de que los mayores de 50 años se 'aferran' a sus empleos y con ello 'frenan' la entrada de los jóvenes en el mercado laboral, un argumento que se ha utilizado históricamente para justificar medidas como el impulso a las prejubilaciones, pero también para las políticas que pretendían impulsar la 'flexiseguridad', es decir, facilitar la 'rotación' de los trabajadores para potencia el relevo de trabajadores.
Esta idea ha influido de diferente forma sobre las dos últimas reformas laborales desde muy diferentes enfoques. La de 2012 apostó por reducir el coste del despido (clarificando las causas de los ceses objetivos y reduciendo las indemnizaciones de los declarados improcedentes) con el argumento de que esto animaría a crear empleos más estables, aunque los resultados en este aspecto fueron más bien en dirección opuesta (recordemos que en agosto de 2019 los contratos indefinidos no llegaban al 9% del total).
La de 2021, por el contrario, actuó sobre las tipologías de contratación, eliminando los temporales por obra y servicio y endureciendo las condiciones para contratar de manera eventual (siempre sin tocar el coste de las indemnizaciones). Esto, como hemos visto, tuvo el efecto de disparar la contratación indefinida (aunque una parte eran fijos discontinuos) en todas las franjas de edad. Pero ninguno de estos cambios ha corregido las contradictorias brechas entre empleo juvenil y 'senior', se analice según los contratos del SEPE o según los ocupados de la EPA.
Los análisis sobre el mercado laboral suelen tener en cuenta los datos de la EPA antes que los de contratación o colocación, que se consideran un mero registro de relaciones laborales que viene marcado por la volatilidad. Pero, por ello mismo, suponen un termómetro de oportunidades laborales complementario al de la EPA, que se basa en un 'stock' fijos de ocupados. Se puede decir que los datos del INE reflejan cómo se reparte el empleo existente y las oportunidades de acceder a él.
La trampa del desempleo
Aquí entra en juego la Estadística de Flujos de Población Activa, que mide las variaciones trimestrales de los datos ocupación y paro del INE y que apunta a que los jóvenes tienen proporcionalmente más oportunidades de irse al paro que los 'seniors', pero estos tienen más dificultades de recorrer el camino inverso, es decir, encontrar empleo. Dicho de otra forma: una persona de 50 años que pierda su trabajo tiene más posibilidad de quedarse en paro para lo que resta de su vida laboral.
Esto se confirma si acudimos a los datos de colocaciones de parados y demandantes de empleo que también registra el SEPE. Aquí se produce un fenómeno no menos sorprendente.
Los mayores de 50 años suponen el 45,99% de los parados registrados, algo que responde no solo a la demografía sino también a que tiene más facilidades para cobrar una prestación de paro o un subsidio. Los menores de 30 años, por su parte, solo llegan al 14,19%. Sin embargo, obtiene el 29,22% de las colocaciones de demandantes de empleo, frente al 23,03% de los 'seniors'. Una abultada diferencia que refleja la disparidad de las oportunidades laborales en función de la edad.
Y que puede ayudar a entender la contradicción de los datos de la brecha generacional en el empleo. Así, los trabajadores de mayor edad no copan las oportunidades laborales, sino que se aferran a sus puestos de trabajo porque precisamente saben que sus expectativas de encontrar un trabajo si pierden el que tienen (o encontrar algo mejor) son nulas. Y ya no es por la 'competencia' con los trabajadores de menor edad, sino porque las empresas no cuentan con ellos. Las mismas empresas que cada vez más hablan de problemas para encontrar mano de obra.
Pero esto perjudica también a los jóvenes, más allá de la 'resistencia' a su entrada en mercada en el mercado laboral. Aunque hoy sus oportunidades de firmar un contrato indefinido han aumentado gracias a la reforma laboral, una persona menor de 30 años es muy consciente de que en 20 años más va a ver reducidas a cero sus expectativas profesionales, por lo que toma otro tipo de decisiones a largo plazo, desde el ahorro a formar una familia.
Un escenario, en definitiva, en el que los cambios laborales y la demografía se confabulan con muchas ideas preconcebidas y un análisis incompleto de los datos para seguir alimentando el bucle del edadismo que atrapa tanto a 'seniors' como a 'juniors' y sigue pasando factura al empleo en España.
Relacionados
- Los indefinidos que firman más de un contrato al mes se multiplican por cinco tras la reforma laboral
- El olor a final del verano resta 193.704 afiliados en el peor agosto para el empleo desde 2019
- La tasa de paro juvenil de España es el doble que la media mundial
- El edadismo amenaza con hacer insostenible al mercado laboral español