Economía

¿Golpe de gracia a la dualidad laboral? El lastre del empleo 'blindado' cae 10 puntos tras la reforma

  • Un dato 'a priori' negativo pero que revela mejores opciones de acceder a puestos de mayor calidad
  • La brecha entre los asalariados se reduce sin tocar el despido y con más contratos fijos
  • La reforma de Díaz logra uno de los objetivos en los que fracasó la del PP de 2012

Según nos acercamos al tercer aniversario de la reforma laboral, los análisis se centran en las asignaturas que se ha dejado pendientes y hacia dónde debe avanzar la legislación para poder superarlas. Una de las más destacadas es la dualidad que mantiene el mercado laboral español entre unos trabajadores con la máxima protección y estabilidad y otros atados a la precariedad. Aquí la norma ha dado una sorpresa a sus críticos: el peso de los asalariados 'intocables' ha caído diez puntos, y lo ha hecho mientras se crea empleo y sin aplicar un abaratamiento del despido. ¿Ha dado la ley de Yolanda Díaz en una de las dianas en las que erró el PP en 2012?

La cuestión va más allá de la mera dicotomía entre contratos indefinidos y temporales. Se centra en el supuesto 'lastre' que unos trabajadores, que se consideran 'blindados' con condiciones laborales acumuladas por años de antigüedad, imponen sobre las oportunidades del resto. Y es que ante el coste que estos puestos suponen las empresas son reacias a hacer contratos indefinidos. Este sería uno de los factores que explicaría las dificultades de acceso al mercado laboral y la rotación que sufren los jóvenes, pero también muchos desempleados de mayor edad, víctimas todos ellos de la rigidez que se achaca al empleo en nuestro país.

Desde hace casi 20 años, este ha sido el diagnóstico en el que gran parte de los analistas de la situación de empleo han coincidido en mayor o menor medida, apostando por una receta para remediarlo: la 'flexiseguridad'. Un término que esconde una propuesta polémica: reducir la 'protección' de unos trabajadores a cambio de mejorar las posibilidades del resto para acceder a empleos de mayor calidad.

En un mercado con una tasa de temporalidad de los asalariados que ha llegado a superar el 30%, la solución parece estar en reducir los contratos eventuales, como se planteó con la legislación aprobada en 2021. Pero muchos economistas recuerdan que temporalidad y dualidad no son sinónimos. De hecho, muchos recelos hacia la última reforma laboral se basaban en que, si bien su diseño reduciría la firma de contratos temporales, no incluía incentivos a las empresas para firmarlos, como una reducción de las indemnizaciones o una clarificación de las causas del despido. Es decir, no iba más allá de lo que hizo la reforma anterior, de 2012. Esto podía o bien frenar la creación de empleo o 'precarizar' a los empleos indefinidos.

Y es que cuando se ven obligados a hacer contratos fijos por 'imperativo legal', muchos empresarios decidirían prescindir de los trabajadores que menos tiempo llevan antes de que adquieran suficiente antigüedad, lo que les convierte en los nuevos protagonistas de la rotación laboral, como antes lo fueron los temporales.

Varios datos en los últimos tres años confirmarían que esta advertencia tiene una base de realidad. El auge de las bajas de afiliación por despido o no superar el periodo de prueba, así como el incremento de las prestaciones por desempleo o el problema de los fijos discontinuos, una modalidad contractual que se impulsó para facilitar el trasvase de empleo eventual al estable, pero que se ha convertido en su propia fuente de precariedad. Todo ello entra en la categoría de lo que la propia ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, ha calificado de "indefinidos de usar y tirar".

¿El triunfo de la flexiseguridad?

Pero la última Encuesta de Población Activa apunta un escenario diferente en lo que se refiere a la mejora de la dualidad: el 54,6% de los ocupados ya trabajaba en su actual empleo hace más de 3 años, es decir, antes de la reforma laboral. Y un 41,5% lleva más de 6 años. Antes de la reforma laboral los porcentajes eran del 56,8 y el 43,8% respectivamente. Es un descenso reducido, pero que lleva estas tasas a sus mínimos desde la crisis financiera, cuando el empleo blindado se redujo porque acabó viéndose afectado por la masiva destrucción de empleo de la Gran Recesión. Ahora se produce en un contexto de creación de empleo.

Hay que tener en cuenta que estos datos incluyen a los temporales y a los trabajadores del sector público. Es decir, están sesgados por la volatilidad endémica del mercado labora en ámbitos a los que esta no alcanza.

El balance es mucho más claro si nos ceñimos a los empleos fijos. Los trabajadores con contrato indefinido ordinario que ya trabajaban antes de la reforma laboral suponen un 62,8% del total de los fijos, frente al 72,8% que sumaban a cierre de 2021. Los que superan los 6 años, llegan al 48,4%, frente al 56,8% que acumulaban antes de la entrada en vigor de la nueva ley. En su caso, es el menor porcentaje desde 2008.

Aunque lo relevante de estos datos no es tanto el retroceso del peso de estos puestos 'privilegiados' sino la forma en la que se produce: en el marco de una intensa creación de empleo indefinido que, además, ha elevado a niveles récord su peso sobre el total. En 2008, los asalariados fijos suponían el 70%, mientras en 2024 alcanzaban el 83,6%.

Esto es lo que convierte un dato que, a priori, parece negativo (ya que los empleos más estables pierden peso) en uno positivo, ya que implica un mejor reparto general de las oportunidades laborales que, a diferencia de lo ocurrido en épocas anteriores no se debe a una destrucción de empleo, sino en la posibilidad de obtener mejores contratos. Una idea coherente con el incremento de las dimisiones en los últimos años.

Si los augurios más pesimistas se hubieran cumplido, el peso de los asalariados más veteranos se habría mantenido en niveles similares a los anteriores. En todo caso la reducción habría sido mucho menor. Es decir, los empleos 'blindados' seguirían lastrando el crecimiento de los creados tras la reforma laboral. Pero los datos apuntan a una resistencia que se reducido y el escenario actual es más equilibrado.

Con ello, el mercado laboral se acerca a la ansiada 'flexiseguridad' con una intensidad que ni siquiera logró la reforma laboral de 2012, que siguiendo la receta 'ortodoxa' se centró en reducir el coste del despido para que las empresas perdieran el 'miedo' a hacer contratos fijos logró. De hecho, tras su aprobación la dualidad aumentó.

¿Hay que tocar los despidos?

Pero hay otros factores que han acentuado esta recomposición del empleo, empezando por el envejecimiento demográfico, que se ha intensificado la jubilación de trabajadores más veteranos que acaparaban los empleos 'blindados', lo que permite que nuevos trabajadore accedan a ellos. Un relevo natural que se produce sin despidos de los veteranos como ocurrió en la crisis financiera.

La explicación de la edad tiene un aspecto negativo: la falta de mano de obra más joven que pueda ocupar estos mismos puestos, si bien el Gobierno confía en que las mayores posibilidades de lograr un empleo indefinido, con el respaldo de un incremento de los trabajadores migrantes, pueda modular este problema a medio plazo. De hecho, los menores de 25 años con un contrato indefinido ordinario son el colectivo que más se ha incrementado (un 118,7% desde 2021, frente a un 22,7% de la media general).

A pesar de este balance positivo, la dualidad entre empleos más estables que otros sigue siendo un problema en el mercado laboral. La mejoría del empleo indefinido es clara, pero su recorrido parece haber tocado techo tres años después de la aprobación de la reforma.

Por ello no son pocos los expertos que insisten en flexibilizar el despido. Recuerdan que la creación de empleo desde 2021 no se debe tanto a la regulación del mercado de trabajo como a la coyuntura económica y debería aprovecharse el contexto para apostar por reformas que eliminen 'rigideces' del mercado laboral. Es decir, ir más allá en la regulación de los ceses que introdujo el PP y que hoy sigue vigente.

Díaz, sin embargo, apunta en la dirección opuesta: encarecer coste de los ceses y, dentro de lo posible, dificultarlo reduciendo las causas. Es decir, revertir los cambios en materia de despidos que introdujo el gobierno de Mariano Rajoy en 2012. El éxito de la reforma laboral es el aval en esta partida que juega no solo con la patronal y la oposición política, sino con sus propios socios del PSOE en el Gobierno.

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