Economía

El crack millennial: la trampa de paro, precariedad y vivienda inasequible que atrapa a los jóvenes

Foto: Europa Press

En paro o con salarios precarios generalmente derivados de una temporalidad casi crónica y con un mercado de la vivienda disparado, al contrario que su poder adquisitivo, que ha caído más de un 20% con respecto a 2008. La realidad económica de los jóvenes en España está atravesada por varias aristas que pinchan como agujas a una generación, la millennial, que carga ya con varias crisis a las espaldas.

Las reformas laborales (se ha extirpado parte del 'gen' cíclico y conseguido repuntes del paro menos drásticos en etapas convulsas de la economía) y el cambio demográfico (trabajamos más años) han acercado al mercado de trabajo español a los estándares europeos. Sin embargo, para alcanzar la media de la región aún queda trabajo, según indican los economistas Raymond Torres y María Jesús Fernández en su último análisis publicado en los Cuadernos de Información Económica de Funcas.

La radiografía del mercado laboral evidencia un elevado margen de mejora si se atiende también a la rotación laboral, que aún encuentra en España su mayor nivel de toda Europa pese a la caída de la temporalidad, en mínimos históricos. Esto se debe a que, pese a que en términos netos la rotación de trabajadores ha disminuido (así lo indican los contratos firmados), se ha elevado entre los asalariados indefinidos, grupo que duplicó las bajas de afiliación mensuales en marzo.

En el caso de los jóvenes, los problemas se solapan. "El nivel elevado del paro de larga duración y la difícil transición de los jóvenes a la vida activa evidencian la persistencia de un importante paro estructural", señalan los autores. Mientras en Europa el 32% de las personas entre 15 y 24 años (los considerados jóvenes en el estándar europeo) tiene empleo, en España la cifra cae hasta el 24%. Si se suma el paro de larga duración (más de un año de búsqueda activa de empleo), que azota especialmente a la fuerza laboral de las franjas de edad de los extremos, el desafío es doble.

Más del 4% de la población activa lleva más de 12 meses en situación de desempleo, el doble que la media europea, de los que una tercera parte tiene un nivel de formación inferior a la secundaria completa, frente a una media del 20% en la eurozona. Pero el problema de empleabilidad tiene doble filo. El estallido de la crisis financiera retrasó su entrada en el mundo laboral y derivó en un porcentaje de activos con formación universitaria (43,7%) mayor que la media de la eurozona (36,9%). En este sentido, la sobrecualificación se ha convertido en otro fenómeno nocivo del mercado laboral para los perfiles más jóvenes que buscan empleo.

Las dos crisis económicas de los últimos 15 años que sumieron al empleo en un pozo profundo segaron también la capacidad económica de esa generación, con el mayor exponente de este problema en el acceso a la vivienda. El encarecimiento tanto en la compraventa como en el alquiler, sobre todo en las grandes ciudades (Madrid y Barcelona, núcleos de las mayores ofertas laborales, concentran el 27% de los jóvenes españoles) se ha intensificado en los últimos años con el aumento de la inflación y la subida de tipos de interés aplicada por el Banco Central Europeo (BCE) para contener el alza de precios.

Vivir donde hay trabajo sale caro

Según el índice de coste de vida en las ciudades españolas elaborado por el Banco de España (Forte-Campos, 2021), el coste de vida en esas dos ciudades (donde mayor tensión experimenta la vivienda) era en 2020 casi un 20% mayor que la media del resto de las áreas urbanas de España. Mientras el alquiler en Madrid es un 8,9% más caro y en Barcelona un 24,6% más caro que en 2010, el salario real de los jóvenes no ha variado desde entonces.

La pérdida de poder adquisitivo que deriva de esta situación (en 2022, la renta disponible en términos reales de los menores de 29 años cayó a niveles de 2010) dificulta el ahorro y hace que el acceso a la vivienda sea una quimera para los jóvenes. Según los últimos datos presentados por el Consejo de la Juventud de España (CJE), sólo 16 de cada 100 personas consigue estar emancipado a los 30 años, casi cuatro años más tarde que el europeo medio.

Sobre esta cuestión, el economista Desiderio Romero recuerda que entre 2015 y 2022, el coste del alquiler residencial en España se ha incrementado un 27,7% entre 2015 y 2022, por encima de lo que lo han hecho los ingresos de los hogares (16,6% en los de un solo perceptor y alrededor de 22% en hogares de dos o más perceptores).

Tras la pandemia, y coincidiendo con una inflación al alza acentuada por las tensiones geopolíticas, el esfuerzo económico para vivir de alquiler (renta más suministros) se disparó hasta requerir más del 30% de los ingresos recomendado para unas finanzas saneadas. Y de nuevo, el de los jóvenes es el grupo sobre el que ha recaído mayor estrés económico porque son ellos los que más alquilan ((el 56,6% según el INE, aunque en general este modelo de tenencia va ganando terreno a la compra en España) ante la imposibilidad de ahorrar para dar la entrada de un piso o reunir las condiciones para la concesión de un préstamo hipotecario.

La ensoñación de ser propietarios como sus padres

La relación de los millennials, los nacidos en las últimas dos décadas del siglo XX, con la vivienda es muy distinta a la que tuvieron sus padres; ser propietario está más cerca a una ensoñación que a la realidad.

La solvencia económica promedio es peor de la que experimentaron las generaciones anteriores y las nuevas realidades del mercado inmobiliario acentuadas por la inflación asestan el golpe definitivo a la generación mejor formada de la historia (el 53 % de los jóvenes de entre 25 y 34 años cuentan con educación superior, 14 puntos por encima que 20 años atrás). La entrada en el mercado laboral no 'agradece' ese esfuerzo. El ejemplo máximo de esto se materializa en el 28% del paro juvenil, que sitúa a España a la cabeza de la UE (dobla la media europea). Y a quienes encuentran empleo, les recibe la inestabilidad. En el último trimestre de 2023, la tasa de temporalidad de los menores de 30 años era del 35%, 19 puntos más que el promedio de la economía.

Quienes consiguen acceder a la vivienda en alquiler, no pueden aspirar a un piso de tamaño medio. El menor nivel de renta lleva a los jóvenes a realizar un esfuerzo económico por encima del límite recomendado (un tercio del salario) para vivir en pisos de 30 metros cuadrados. A más metros más ingresos, en concreto, la mitad del sueldo para un piso de 45 m2.

Ser propietarios es aún más complicado ante la incapacidad de ahorrar. La principal consecuencia de esto es la reducción de riqueza experimentada por esta cohorte de edad. En datos del Banco de España, la riqueza neta real mediana de los hogares jóvenes en 2020 (24.000 euros) apenas representaba un tercio de aquella que alcanzaron sus padres en 2002 (87.200 euros de 2002), lo que deriva en "importantes implicaciones de desigualdad entre las distintas generaciones", analizan desde Funcas.

Del problema particular al problema social

No poder emanciparse, además de ser sinónimo de precariedad juvenil, comporta un peligro 'oculto' para la sociedad. Independizarse es sinónimo de inicio de la vida adulta, que seguirá, en otros como la maternidad o paternidad. Pero si no se puede avanzar hacia ahí, la natalidad queda en situación crítica, propicia el envejecimiento demográfico y pone en peligro sistemas públicos como el de la Seguridad Social, que dependen del relevo intergeneracional.

La economía del país también se ve comprometida ya que tener que destinar cada vez una mayor porción del salario a sufragar los gastos derivados de la vivienda impide no sólo el ahorro, sino que se consuman otros bienes y servicios, mermando la demanda agregada, fundamental para el PIB.

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