Algunos indicadores macro señalan que la economía de EEUU parece ir todavía 'sobre ruedas' tras la pandemia pese a la inflación y las subidas de tipos para combatirla. Sin embargo, parafraseando a la famosa película, es el 'diablo' el que va sobre ruedas y en el maletero lleva malas noticias. El bólido americano se adentra a todo gas en una peligrosa carretera: el velocímetro de la inflación amenaza con volver a acelerarse y muchos hogares se empiezan a quedar sin combustible financiero.
Los coches, especialmente los de ocasión, se han convertido por derecho propio en testigo luminoso clave para detectar problemas en el motor de la economía estadounidense. Si en 2021 fueron el 'canario en la mina' de la inflación, ahora amenazan con volver a serlo. Por si fuera poco, hay otro piloto que parpadea en rojo: bajo el barniz del mercado laboral tenso y la aún sólida demanda, hay familias americanas que ya no tienen de dónde tirar. El inusual ahorro durante la pandemia ya es historia.
En el frente de la inflación, los alegres síntomas de desinflación que se experimentaron en los últimos kilómetros de 2022 -se llegó a soñar con un proceso 'inmaculado'-, se han disipado con las últimas lecturas macro. Tanto en los detalles del IPC de enero de EEUU como en la subida del PCE subyacente (deflactor del gasto en consumo personal excluyendo energía y alimentos) del mismo mes arrojaron indicios suficientes de que la derrota de la inflación está más lejos de lo esperado antes de doblar de año.
Los coches usados, sospechosos habituales tras lo ocurrido en el covid, cuando fueron de las primeras categorías en dispararse de precio, pueden contribuir a esta temida persistencia. Aunque su peso es menor en las ponderaciones del IPC para 2023 (pasando de un peso del 3,624% en 2022 al 2,67% este año), sigue siendo considerable e influirá en el total. En el IPC de enero, los vehículos de segunda mano mostraban una caída del -1,9% mensual y del -11,6% interanual compatible con la evolución de los bienes duraderos durante el año pasado: meses de deflación en pleno proceso de normalización tras la recuperación en las cadenas de suministro.
Sin embargo, el índice Manheim, que recoge la evolución de los precios de los vehículos usados presentados a subasta ha encendido las alarmas al comienzo de año. Este indicador, que se toma como un adelanto de lo que hará el mercado de vehículos de ocasión, aumentó un 4,1% respecto a enero en los primeros 15 días de febrero. Se trata del mayor incremento en febrero desde el 4,4% registrado en todo el mes de 2009. En los últimos dos meses y medio, el repunte es ya del 7,5%. "Esta evolución compromete las perspectivas de desinflación, especialmente después de los últimos datos del PCE subyacente", alerta Spencer Hill, estratega de Goldman Sachs. Repasando los gráficos, una subida de este indicador se ha trasladado después a esa partida en el IPC.

El analista explica este repunte en las subastas por dos razones, una de carácter temporal y la otra más persistente. La primera, expone, ha sido una pausa en la oferta invernal de microchips y problemas adicionales de suministro relacionados con la última ola de covid en China que contribuyeron a un retroceso del 10% en el ensamblaje de automóviles en EEUU desde octubre. "Junto con la fuerte demanda, este déficit de producción probablemente obligó a algunos consumidores a acudir al mercado de coches de segunda mano, con la consiguiente subida de precios", explica. El experto espera que la reapertura china devuelva las aguas a su cauce en este sentido.
El segundo factor, más persistente, que impulsa al alza los precios de las subastas es la menor oferta de coches usados procedentes del vencimiento de los contratos de arrendamiento de vehículos tanto para consumidores como para empresas de alquiler de autos. El fin de estos contratos proporcionaría una considerable oferta de estos vehículos para su venta. Los desajustes provocados por el covid cuartean el escenario.
"Los fabricantes de automóviles se alejaron de los arrendamientos durante la pandemia (26,5% de penetración de arrendamiento en 2020-21 frente al 31,1% en 2019). Junto con el colapso de las ventas de automóviles durante los cierres de 2020 y dado el horizonte común de arrendamiento de 36 meses, estimamos que este déficit representa un viento en contra de 1-1,5 millones para la oferta de coches usados este año", agrega Hill. "Las empresas de alquiler de coches también han estado suministrando menos coches al mercado de segunda mano, lo que refleja la reducción en el tamaño de las flotas a principios de la pandemia", detalla.
Desde el sector dan más pistas. "Los concesionarios esencialmente pusieron el freno. En realidad no estaban adquiriendo vehículos, estaban tratando de deshacerse de los vehículos de sus lotes. Pero cuando las cosas empiezan a mejorar, y parece que las cosas podrían mejorar, es casi como un frenesí que se retroalimenta. Eso es lo que parece estar sucediendo ahora. Muchos de estos concesionarios están volviendo al mercado mayorista", relata a Axios Chris Frey, gerente senior de perspectivas económicas y de la industria de Cox Automotive.
Tom Kontos, economista jefe de Adesa, la empresa de subastas de coches usados propiedad de Carvana, asegura que "si los concesionarios son capaces de repercutir en el consumidor estos mayores costes de adquisición de vehículos usados, es posible que veamos cierto repunte" en los precios de los vehículos usados.
Según los cálculos de Goldman Sachs, esta serie de factores puede generar un déficit de oferta que asciende a una cuarta parte de las compras netas anuales de coches usados por parte de los consumidores. Aun suponiendo que la demanda de estos utilitarios sea bastante elástica, plantea Hill, este déficit de oferta implica una presión al alza del 10% sobre los precios de los mismos, lo que explicaría más que todo el reciente aumento de los precios de las subastas.
Aunque el economista espera que los precios de las subastas empiecen a bajar de nuevo este verano debido al aumento de la producción de coches nuevos y de los inventarios, recorta claramente las estimaciones de deflación para los vehículos de ocasión diciembre de 2023 del -15% interanual previsto al -7,5%. Esto supondría 0,11 puntos porcentuales más para el PCE subyacente y 0,35 puntos más para el IPC subyacente de cara a diciembre de este año.
Hogares sin 'combustible'
El otro 'paquete sospechoso' que llevan los coches americanos en el maletero se resume en una palabra de que trae malos recuerdos: morosidad. Los consumidores con puntuaciones de crédito bajas (para los estadounidenses es como un currículum a la hora de comprar o contratar algo) se están retrasando en el pago de sus préstamos para automóviles a un ritmo récord. Pese a la fortaleza del mercado laboral, los hogares estadounidenses con problemas de liquidez están bajo la presión de dos años de aumentos del coste de la vida y el fin de las prestaciones relacionadas con la pandemia.
El porcentaje de pagos de los denominados préstamos subprime (otra palabra de infausto recuerdo) para la compra de automóviles con al menos 60 días de retraso aumentó a más del 6% en diciembre. Los préstamos subprime (se podrían traducir como por debajo del criterio óptimo en la calificación crediticia del prestatario) presentan tipos de interés más elevados de lo habitual, precisamente para compensar esa baja solvencia del cliente. El riesgo de impago es mayor y eso se 'paga'. La ecuación sigue con la citada morosidad, es decir, el retraso en el pago de las facturas mensuales como primer paso hacia el impago y el embargo del vehículo. Según datos de S&P Global, la tasa de morosidad de diciembre es un récord, superando los máximos alcanzados justo antes de la pandemia.
Los precios de los vehículos usados se dispararon durante la pandemia. Según un análisis de la Oficina de Protección Financiera del Consumidor (CFPB, por sus siglas en inglés), esto provocó un fuerte aumento de los préstamos, sobre todo entre las personas con baja calificación crediticia, que suelen comprar coches usados en lugar de nuevos. Ahora, esos costes más elevados de los préstamos son cada vez más difíciles de gestionar.
El cóctel de meses y meses de inflación ha mellado las ayudas de la administración y los ahorros generados en los confinamientos. Otra prueba de ello es que los americanos recurren cada vez más al 'plástico': aumenta el uso de tarjetas de crédito, incluso cuando los tipos de interés de estos préstamos alcanzan máximos históricos. Con los indicadores de los coches dando estas alertas, el siguiente paso es detectar si empiezan a aparecer signos similares de estrés financiero en hogares con finanzas más sólidas.