
La K se está convirtiendo en la letra que mejor explica las repercusiones económicas que ha traído el impacto de la pandemia, con un fuerte impacto negativo en la desigualdad. La grafía también se está produciendo en la evolución de la inflación. Según el INE, el diferencial entre el IPC general y el IPC subyacente, que excluye de la cesta de productos la energía y los alimentos frescos por la elevada volatilidad, nunca había sido tan elevado. Que se dispare este tipo de productos no tiene un efecto neutro en las cestas de la compra de los grupos sociales.
Recuperación en forma de K. Mercado laboral en forma de K. Y ahora inflación en K. La K se ha convertido en la letra favorita de los economistas para explicar la coyuntura económica. Su forma es la que mejor se adapta a cuando se produce fuertes divergencias en distintos componentes y la que mejor se asocia a la desigualdad económica para atribuir un incremento en la brecha entre las clases con menor y mayor renta.
Y la inflación, que se está convirtiendo en la mayor preocupación del mercado y de las economías, no podía quedarse atrás para dibujar una K. El INE ha publicado hoy el dato adelantado de inflación de mayo. La tasa anual de IPC escala hasta el 2,7%, la cifra más alta en cuatro años. Pero, a pesar del repunte no se está produciendo un alza generalizada en la cesta de la compra. El índice subyacente del IPC, que excluye de la medición a la energía y los alimentos frescos por su elevada volatilidad, se sitúa en el 0,2%, casi un punto porcentual inferior al año pasado. Nunca antes desde que Estadística elabora la serie histórica del IPC subyacente esta diferencia ha sido tan marcado, del 2,5 puntos.
En el dato adelantado no hay detalles por componentes pero el INE informa que el fuerte incremento de los precios en mayo ha contribuido, principalmente, el encarecimiento de los carburantes y combustibles, en contraste con la bajada de precios que experimentaron en igual mes de 2020. Esta tendencia se comenzó a notar en España en marzo al dispararse los precios de la energía. Este tipo de subidas de precios no está siendo particular de España. Se está produciendo en todo el mundo. Las expectativas de rápida recuperación económica está teniendo un efecto cohete en las materias primas por la rápida respuesta que tienen estos productos al fuerte repunte de la demanda. En el pasado mes de abril, los componentes del IPC dejaban claro que la subida generalizada de precios se debía a unos pocos productos: electricidad (+36,9%), combustibles líquidos (+31,4%), gasolina (+20,2%) y gasóleo (+16,5%).
En España por ahora no se está produciendo un encarecimiento de los alimentos frescos, a la misma velocidad pero el precio de los alimentos sin elaboración crecieron un 1,4%. Pero en los mercados internacionales están subiendo con vehemencia en productos como la soja o el arroz. En España, no tardará en notarse las presiones inflacionistas en los precios de los alimentos.
No solo por la evolución en otras partes del mundo, también por lo que los economistas llaman efectos de segunda ronda. El elevado precio en los combustibles y energía se termina por trasladar al consumidor. Todos los alimentos llevan implícito costes de transporte o de conservación. Aunque en un primer instante lo suelen asumir los productores con menores márgenes, finalmente suele terminar en el precio de venta.
La FAO (La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura ) ha indicado que el coste mundial de los alimentos aumentó por noveno mes consecutivo en febrero, presentando la mayor racha de subidas desde 2008, cuando el mundo se enfrentó a la primera de las dos crisis alimentarias en pocos años. "La historia del precio de los alimentos y la historia de la inflación son importantes para la cuestión de la igualdad", dice Carmen Reinhart, economista jefe del Banco Mundial. "Es un shock que tiene efectos muy desiguales".
La inflación en forma de K suele perjudicar más a las personas con bajos ingresos. Los alimentos, la gasolina o la electricidad ocupan una parte mayor de su cesta de la compra mensual que en el caso de las familias con mayores rentas, con lo que el impacto es mayor. Además, es prácticamente inevitable no se puede retrasar su compra, como en bienes de equipo, o sustituir por otros productos más baratos.
El problema es anterior a la pandemia y puede tener causas profundas, según Xavier Jaravel, profesor adjunto de la London School of Economics. Su investigación ha demostrado que una razón clave por la que las personas más ricas experimentan tasas de inflación más bajas es que hay más competencia entre los productores por sus rentas, lo que conduce a mayores niveles de innovación en el tipo de bienes y servicios que compran los ricos, lo que ayuda a mantener los precios bajos.
"Cabe esperar que los organismos estadísticos de todo el mundo adopten pronto nuevas fuentes de datos e índices de precios para medir mejor la desigualdad de la inflación", escribió Jaravel en un artículo reciente, "y que los economistas presten más atención a los efectos distributivos de los precios".
Entre los economistas, a la inflación se la conoce como el impuesto de los pobres. Las rentas más bajas pagan menos en algunos impuestos como en el IRPF, pero con una inflación elevada son los más perjudicados, ya que un mayor porcentaje de los ingresos está destinada a alimentos básicos y gastos corrientes del hogar como luz, gas o agua. Si no hay un aumento de los salarios en las rentas bajas al mismo ritmo que la inflación sufren un mayor castigo.