
La crisis del covid-19 ha disparado la deuda total de muchas economías, entre ellas la de España. Empresas, familias y gobiernos deben casi 3 billones de euros, una cifra histórica que, sin embargo, merece ser analizada con retrospectiva y en términos relativos (respecto al PIB). No todos los sectores están igual de endeudados ni igual de cerca de su techo histórico. Por ejemplo, la deuda pública (lo que deben las Administraciones Públicas) respecto al PIB está en máximos desde 1902, mientras que la deuda de los hogares está aún muy lejos de sus máximos.
Aunque la deuda pública está en máximos de más de un siglo, la deuda total de la economía (la suma de la deuda de empresas no financieras, hogares y AAPP) se sitúa en el 257,35% del PIB, todavía lejos del 277,84% que tocó en el primer trimestre de 2013, cuando España se encontraba en los coletazos finales de la crisis de deuda soberana que estuvo cerca de romper el euro. La deuda de empresas y hogares es en la actualidad mucho más baja. Sin embargo, en la anterior crisis la situación era totalmente opuesta. España llegó a 2008 con unos niveles de deuda privada (empresas y hogares) al alza y una deuda pública entre las más bajas de euro.
La evolución de la deuda total de la economía española en los últimos 20 años ha sido convulsa. A principios de los 90, con la peseta y la soberanía monetaria residiendo de forma plena en el Banco de España, los tipos de interés nominales eran muy altos. Invertir en España era arriesgado y el tipo de cambio un gran obstáculo. Unos tipos de interés altos son un obstáculo importante para que familias y empresas pidan crédito (deuda). Sin embargo, durante la parte final de los 90 y los primeros años de los 2000, la mayor unión monetaria (política y comercial también) entre los países europeos que finalmente desembocaría en el nacimiento y adopción del euro tuvo un impacto muy importante sobre los tipos de interés (para pedir una hipoteca, emitir deuda...) en España.

A medida que se fue fraguando el nacimiento del euro, los tipos de interés comenzaron a desplomarse en España (y otros países del sur de Europa) a la vez que la economía se encontraba en un ciclo expansivo (se crecía y se creaba mucho empleo). Ya con el Banco Central Europeo como garante de la soberanía monetaria, los tipos de interés (el precio del dinero) se rebajaron con intensidad entre el 2000 y 2005 para intentar echar una mano a las economías de Alemania y Francia. El problema es que ese movimiento reducía el coste del crédito también en países que crecían con fuerza o incluso por encima de su potencial, como era el caso de España.
Burbuja de crédito inmobiliario
Esta combinación de factores provocó que España sufriera una burbuja crediticia impulsada por hogares y empresas, con la vivienda de fondo. Las empresas (muchas constructoras e inmobiliarias) se endeudaban para invertir en ladrillo, mientras que las familias pedían hipotecas aprovechando unos intereses muy bajos, una situación laboral favorable y ante la expectativa de que el precio de la vivienda seguiría subiendo. Toda esta actividad económica levantada con cimientos de barro (deuda y ladrillo) generó unos mayores ingresos públicos (temporales), junto a un gasto público relativamente contenido.

El resultado fue que España llegó a la crisis de 2007-2008 con una deuda total equivalente al 230% del PIB (inferior a la de ahora), en la que los hogares (83%) y las empresas (112%) llevaban la voz cantante. Por el contrario, la Administración Pública presentaba una deuda del 35,8% del PIB (frente al 114% de hoy). Fue entonces, con la crisis de 2008, cuando se inició el cambio de tendencia. Las familias comenzaron a apretarse el cinturón muy poco a poco, mientras que la deuda de las empresas tocó techo en 2010 y fueron las AAPP las que comenzaron a 'desahorrar' a través de grandes déficits públicos.
La crisis activó los estabilizadores automáticos (aumentan gastos derivados del desempleo y se reducen ingresos por impuestos y demás actividad) a la vez que el Gobierno intentó reanimar la economía con los célebres 'Planes E'. El resultado fue un intenso y rápido crecimiento de la deuda pública, que pasó del 36% del PIB al 100% en solo cinco años. Las AAPP pasaron de ser el sector menos endeudado con diferencia a ocupar la primera plaza. Sin embargo, como se puede observar en el siguiente gráfico, la deuda privada total (sumando empresas y hogares) ha estado siempre por encima de la pública en estos 20 años.

Este cambio de tendencia, que también se produjo en otros países del sur de Europa, junto con una actuación discutible del Banco Central Europeo, derivó en una crisis de deuda soberana (pública) en la que varios países de la zona euro tuvieron que ser rescatados. Desde entonces, los leves esfuerzos por contener el gasto (la deuda apenas bajó durante los últimos años de crecimiento) junto al proceso de desapalancamiento iniciado por familias y empresas tiempo atrás permitieron un respiro para la deuda total, que llegó a caer hasta el 224% del PIB justo antes de la crisis del covid-19.
El covid-19 da el 'golpe de gracia'
Esa débil tendencia de contención de la deuda ha sido totalmente arrasada por la crisis del covid-19. En esta ocasión, aunque las AAPP son las que están disparando su deuda una vez más con mayor intensidad (se hunden los ingresos y hay que pagar Ertes, ayudas a autónomos, avalar créditos...), hogares y empresas también están pidiendo crédito. Las compañías buscan sobrevivir a un desplome brusco de los ingresos, mientras que los hogares intentan llegar a fin de mes con una renta disponible menor (Ertes, prestaciones...). Como la crisis se presumía corta en un principio, recurrir al crédito para cumplir con las obligaciones ha sido la opción elegida por muchos. El problema es que la crisis está durando mucho más de lo esperado.
Casi un año después de la crisis del covid-19, la deuda total de la economía ha pasado del 224% del PIB al 257,35%. El mayor contribuyente a este aumento han sido las AAPP, con un crecimiento de la deuda de casi 20 puntos hasta el 114,3%, mientras que el sector privado sufrido un ascenso de estos pasivos de algo más de 15 puntos hasta el 143,25% sobre PIB, liderado por las empresas (casi 10 puntos más) y cinco los hogares, hasta una deuda que equivale al 61,15% del PIB. Lo peor es la deuda podría seguir aumentando en los próximos años y nadie puede garantizar que los tipos de interés vayan a seguir siendo bajos de forma permanente.