Opinión

20 años del Euro: ¿cómo nos ha ido?

El primer día de 1999 estrenábamos el Euro. Tres años más tarde, muchos estrenamos el primer día de 2002, acudiendo al cajero de nuestro banco para tocar los primeros billetes, que además nos apresuramos a cambiar para hacer lo mismo con las primeras monedas. El paso más atrevido del largo proceso de integración europea comenzaba así su andadura. La moneda única prometía una larga etapa de estabilidad económica, baja inflación y acceso al crédito como nunca se había conocido, especialmente para los países más periféricos de Europa.

El Euro significaba que Alemania, a cambio de que el resto del continente aceptara su reunificación y de convertirse en el país más grande del continente, ponía a disposición de los demás su más preciado tesoro: la estabilidad monetaria. El resto de los países ganábamos de un plumazo lo que Alemania, a través de la independencia de su Bundesbank, había construido durante décadas: la credibilidad de que no se utilizaría la inflación como medio de solucionar los desequilibrios internos y, especialmente, se dejaría de usar la emisión de moneda como vía de financiación de los déficits públicos. Atrás parecía quedar una época de turbulencias monetarias, devaluaciones y diferenciales de inflación que distorsionaban el mercado interior europeo.

La moneda única prometía estabilidad, baja inflación y acceso al crédito 

Recordemos que el experimento del Euro comenzó su travesía con once Estados Miembros, que cumplían con los criterios de Maastricht y que decidieron incorporarse a la moneda común. En primer lugar, participaron los países de la que, hasta ese momento, era el Área Marco: Alemania, Austria, Países Bajos, Finlandia y Luxemburgo. Se trataba de países de larga tradición de estabilidad macroeconómica, prudentes fiscalmente y de baja inflación. En principio, eran los que menos tenían que ganar con el Euro, porque ya tenían la credibilidad macroeconómica.

Pero, además, por los pelos y sufriendo para cumplir los criterios, entraron algunos países periféricos: Italia, España, Portugal e Irlanda. Estos países tenían un largo historial de inflación, crisis de balanza de pagos y devaluaciones. A priori, eran los que más se beneficiarían de la credibilidad de la política monetaria. A este segundo grupo, con números poco convincentes, se incorporaría Grecia en 2001.

Por último, entre los 11 fundadores y a caballo entre los dos grupos, estaban Francia y Bélgica. Fuera, voluntariamente, se quedaron Reino Unido, Suecia y Dinamarca. Cada uno de ellos con una fórmula jurídica distinta y con un grado de vinculación al Euro diferente. 

Hoy, veinte años más tarde, cabe preguntarse cómo le ha ido a cada uno de los miembros fundadores del Euro. No podemos olvidar que en este período se ha producido la mayor recesión desde la Gran Depresión, y que la Unión Monetaria ha sufrido una enorme tensión.

En estas dos décadas de vida de la moneda común, la renta per cápita conjunta de los miembros de la Eurozona ha crecido un 17 por ciento. De todas, el país cuya renta ha experimentado un mayor crecimiento es Irlanda, que ha crecido un 74 por ciento, pasando de 33.000 euros per cápita en 2000 a 58.000. Pero el caso irlandés no es significativo: es una economía muy pequeña, con normas fiscales que no son extensibles al conjunto de la Unión, y con grandes ventajas para la atracción de inversiones de empresas multinacionales, especialmente las tecnológicas.

España sigue creciendo poco a poco, consiguiendo estabilidad y mejoras de renta 

Asombrosamente, a los países que mejor les ha ido son los que conformaban el Área Marco. Alemania, Finlandia, Austria y Países Bajos tienen crecimientos de renta per cápita cercanos o por encima del 20 por ciento. Son dos los factores que explican este buen comportamiento. Por un lado, al tener una economía más equilibrada, la crisis financiera y del Euro les afectó en menor medida que a la periferia. Por otro, sus ganancias de competitividad, al estar dentro del Euro, no se tradujeron en una apreciación del tipo de cambio como ocurría antes del Euro, sino en un crecimiento elevado de su capacidad exportadora. Ello explica en parte la situación de pleno empleo de estos países. Por eso, no deja de ser curioso el movimiento anti Euro que ha surgido en estas economías en forma de derecha ultranacionalista. Muchos ciudadanos de estos países no ven los beneficios que les ha traído la moneda única.

En el extremo opuesto, a los países que peor les ha ido es a los periféricos. Italia reduce en un 2 por ciento su renta per cápita entre 2000 y 2018. Grecia apenas la incrementa un 1 por ciento y Portugal un 10 por ciento. Es evidente que la dureza de la crisis, la burbuja de activos que creó la incorporación al Euro y la ausencia de reformas suficientemente profundas en los casos de Italia y Grecia, explican este resultado. Portugal y Grecia comienzan a mejorar, pero Italia sigue estancada y sin visos de hacer las reformas necesarias. Por ello, no es sorprendente que en Italia dominen la política los partidos euroescépticos, pero sería deseable que más que buscar culpables de sus males en la Unión Monetaria, sus gobernantes miraran a lo que han hecho otros países para mejorar su situación.

En el caso de Francia y Bélgica, su renta per cápita crece por debajo de la media, un 13,5 por ciento en el primer caso y un 16,5 por ciento en el segundo. No hacen reformas, pero también son economías que tienden menos al desequilibrio. Ya estaban en una situación intermedia entre los dos grupos antes de entrar en el euro y ahí siguen.

¿Y España? La renta per cápita española crece lo que la media de la Eurozona, un 17 por ciento. Lo que no está nada mal si tenemos en cuenta que el estallido del "burbujón" inmobiliario y de activos fue de dimensiones siderales, que nuestro déficit exterior llegó a marcar récords mundiales y que todo ello se tradujo en una destrucción de riqueza y de empleo sin precedentes en la OCDE. Este buen resultado se explica por las reformas emprendidas antes que los demás países periféricos y por la mejora de nuestros desequilibrios. España sigue creciendo por encima de la Eurozona, por lo que, si aprendemos las lecciones correctas de nuestra experiencia de dos décadas en la moneda única, nada impide que poco a poco nos acerquemos a la estabilidad y renta de los países que formaban el Área Marco.

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