Las desavenencias entre Estados Unidos y China flirtean ya con el punto de no retorno después de la escalada diplomática entre las dos mayores economías del mundo. El secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, enterró la semana pasada "el viejo paradigma del compromiso ciego" que ha servido de brújula en Washington desde la administración del republicano Richard Nixon.
A la guerra arancelaria, que durante los dos últimos años ha lastrado al comercio mundial, el rencor se extiende ahora a áreas mucho más peliagudas que incluyen desde la gestión de la pandemia, como Hong Kong, los abusos a la minoría uigur, las acusaciones de espionaje y el control del Mar del Sur de China.
De ahí que Washington aumente ahora sus esfuerzos por movilizar a sus aliados para formar un frente unido contra Pekín. Una estrategia que pone contra la espada y la pared a múltiples gobiernos que intentan defender sus propios intereses sin arriesgar sus relaciones con EEUU y China.
El gobierno de la canciller alemana, Angela Merkel, quiere preservar el comercio y la cooperación sobre el calentamiento global con el gigante asiático pero ha reconocido que la Ley de Seguridad Nacional que endurece el control de Pekín sobre Hong Kong es un "tema difícil". Las relaciones entre Berlin y Washington son tensas. De hecho, Trump acusó el miércoles de nuevo al país de "deber miles de millones de dólares a la OTAN y aprovecharse de EEUU militarmente, en el comercio y mucho más".
La mayor economía de Europa aún no ha tomado una posición final en lo que a Huawei se refiere a pesar de la presión de EEUU para excluir sus equipos en el desarrollo de las redes 5G alegando riesgos de seguridad. Reino Unido, sin embargo, oficializó su prohibición a mediados de este mes, sumándose así a Australia. No obstante, otros miembros de la alianza de inteligencia anglosajona, como Canadá o Nueva Zelanda no han tomado una decisión definitiva.
Francia no se ha hecho eco de las críticas de Trump sobre la gestión del gobierno chino de la pandemia su ministro de Relaciones Exteriores, Jean-Yves Le Drian, condenó la semana pasada los abusos de los minoritarios uigures en el noroeste de China. No obstante, el presidente galo, Emmanuel Macron, trata de no irritar a Pekín.
Falta de acuerdo
Por su parte, los ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea no han logrado ponerse de acuerdo sobre una posición común sobre China, especialmente en lo que a Hong Kong se refiere. Bruselas baraja un mayor escrutinio de las exportaciones de tecnología sensible al territorio y cambios en las políticas de visados para sus residentes. Pero no se habla de sanciones.
El primer ministro indio, Narendra Modi, comienza a posicionarse del lado estadounidense tras el enfrentamiento fronterizo con Pekín que mató al menos a 20 soldados indios y alimenta el sentimiento anti-chino. Los manifestantes en el país han pedido boicots a los productos del país asiático y apoyan la prohibición de algunas las aplicaciones más populares chinas, como TikTok.
Las frustraciones con el gobierno chino también se notan ya en Japón, donde el gobierno ha ofrecido 653 millones de dólares en subsidios a 87 compañías para reubicar operaciones fuera de China al sudeste asiático (30 proyectos) o de regreso a Japón (los otros 57).
Precisamente, en el sudeste asiático, Filipinas y Vietnam, entre los críticos más vocales de la hegemonía china sobre el control del Mar del Sur de China. Pompeo ya tocó la fibra sensible de Pekín al asegurar que sus reclamos sobre los recursos en este área "son completamente ilegales".