Estabilidad macroeconómica, reducido peso de la deuda y cuentas exteriores saneadas: son las fortalezas de la Europa frugal o la Europa de los países despectivamente denominados pequeños tras su golpe encima de la mesa en la votación para la Presidencia del Eurogrupo. Pueden presumir de tener una situación saneada, la cual es sin duda fuente de autoridad moral (o más bien financiera) para exigir a los países que mayores desequilibrios arrastran, no de ahora, sino desde hace años, que hagan las reformas y ajustes necesarios para, con una condicionalidad concreta y una supervisión tanto ex ante como ex post, recibir transferencias y préstamos de la UE.
Bajo un esquema federal con una integración irregular, asimétrica y con países que han perdido el tren de la convergencia en PIB per cápita y productividad aparente, la única forma de sostener una unión económica (y más todavía una unión monetaria) es estableciendo reglas comunes de obligado cumplimiento a todos y cada uno de sus miembros. A partir de este postulado pueden plantearse mecanismos de solidaridad, coordinación y colaboración entre los diferentes países, ayudándose unos a otros en los momentos más difíciles pero con una voluntad férrea de volver a cumplir las reglas en cuanto se normalice la situación. De este trato tácito, la mal llamada Europa frugal sí ha cumplido su parte, junto con los países rescatados (Grecia, Portugal e Irlanda), haciendo reformas y ajustes en sus economías, mientras que países como Italia o España han desaprovechado la época expansiva para reformar sus economías, con un parón reformista en el caso de España desde 2015 y de modo similar en Italia, los dos inmersos en crisis políticas continuas.

Así, los cuatro frugales (Austria, Dinamarca, Holanda y Suecia) tienen en común el cumplir todos y cada uno de ellos los compromisos de Maastricht hasta el estallido de la crisis derivada del coronavirus. A cierre de 2019, estos países tenían superávit presupuestario (y, más importante, déficit estructural muy cercano a cero o incluso superávit) y una deuda pública por debajo del 60% del PIB, excepto Austria que alcanzó el 84% en 2015 y que ahora está en el 67%. Por tanto, cuentan con un margen fiscal extraordinariamente amplio para afrontar la actual crisis.
Pero más allá de tener una Cuentas Públicas equilibradas, muestran una situación macroeconómica envidiable con respecto a la media de la UE-27 y más con respecto a los países que mayor volumen de ayudas necesitarán en los próximos años. Se trata de economías fuertemente ahorradoras que han mejorado su perfil sustancialmente en las últimas dos décadas. La tasa de ahorro nacional sobre PIB se sitúa entre el 27,3% de Austria y el 31% de Holanda al cierre de 2019 según datos del FMI. Supera con creces la tasa de inversión (Suecia tiene la más alta, del 27%), con lo que genera un saldo de operaciones corrientes positivo y elevado. No sólo existe un ahorro nacional, también generan ahorro en las cuentas exteriores. El saldo por cuenta corriente sobre PIB oscila entre el 1,64% de Austria hasta el 9,84% de Holanda, pasando por el 5,54% de Dinamarca. Suecia se desmarca de la tendencia de crecimiento en el superávit exterior, habiéndolo reducido drásticamente desde el 8,2% al inicio de la anterior crisis de 2007 hasta el 2,87% en 2019. Sólo en este terreno España exhibe una fortaleza notable gracias al espectacular cambio económico tras la última crisis, cuando por primera vez en su historia reciente llegó a crecer por encima del 3% real anual generando superávit en las cuentas exteriores.
Otro rasgo característico de los frugales es el equilibrio en su mercado laboral, mejorando su posición en la última década. Oscilan entre tasas que podrían considerarse de pleno empleo (3% en Holanda) hasta el 6,5% de Suecia, pasando por el 5% de Austria y Dinamarca.
En una línea muy similar -aunque con más heterogeneidad- se sitúan Polonia, Finlandia, República Checa y el resto, especialmente las incorporaciones más recientes donde la mayoría prefirió al candidato irlandés frente a Nadia Calviño. Si hay un denominador común entre ellos es una composición distinta de la estructura económica, con mayor peso de la agricultura y la industria sobre el Valor Añadido Bruto agregado. Frente a un peso promedio de la agricultura en la UE-27 del 1,6% la media de estos países (los 10 votos favorables a Donohoe) se sitúa entre el 2% y el 3,7%. En el caso de la industria, el porcentaje sobre el PIB se sitúa muy por encima del 20% (objetivo europeo) frente al 17,6% de la UE-27.
A la luz de este escenario, muchos analistas inciden en una supuesta competencia desleal de estos países frente al resto por tener una fiscalidad o un régimen de inversiones más favorable. El problema no es tanto de estos países, sino de aquellos que ponen obstáculos a la actividad productiva y allá donde se aplican altos costes laborales y energéticos.
Relacionados
- Holanda insiste en la unanimidad para aprobar los fondos de recuperación
- Rutte no da su brazo a torcer y cree que la posibilidad de llegar a un acuerdo para el fondo europeo de reconstrucción es pequeña
- Michel propone aumentar la vigilancia en las ayudas para convencer a los frugales sobre el fondo de reconstrucción