Economía

Las autonomías 'pobres' contienen su coste laboral y ganan competitividad

  • Cada punto de alza en gastos para el empresario hacen caer un 2% de media las exportaciones
Banderas de las comunidades autónomas. Foto: Archivo.

La contención de los costes laborales por parte de las autonomías menos desarrolladas como Murcia, Castilla-La Mancha o Andalucía durante la última década ha provocado un ensanchamiento de la brecha salarial entre las regiones más modestas y las más dinámicas que deriva un fenómeno sin precedentes en España: la ganancia de competitividad de las más desfavorecidas. Pese al repunte por encima del 2 por ciento de los costes laborales, de media en los dos últimos ejercicios, la moderación de estas regiones en los años anteriores ha provocado una ganancia de competitividad que acerca su desempeño económico al de las más boyantes.  provocado y recorte de la brecha con las más potentes.

En este sentido, las regiones españolas que han arrastrado un mayor déficit de competitividad a lo largo de los años se están acercando a las de mayor nivel de desarrollo en lo que a utilización de mano de obra se refiere. Según los últimos datos publicados por el INE correspondientes al tercer trimestre de este año, aunque el conjunto de España está retrocediendo posiciones con un incremento interanual del 2,2% (especialmente empujado por las subidas salariales y el alza de los costes sociales vinculados al salario mínimo), las CCAA que parten de posiciones más desfavorables en eficiencia de la mano de obra están alcanzando a las de mayor desarrollo, manteniendo la moderación de los costes laborales y, al mismo tiempo, incrementando muy por encima de la media sus exportaciones en la última década.

Tomando los datos desde 2008 que facilita el INE y el Ministerio de Industria y mediante una estimación propia, una variación promedio del 1% de los costes laborales en el período 2008-2018 supone una variación de un 1,87% de exportaciones a nivel regional. Esta relación entre costes laborales y exportaciones es fundamental en un país como España donde el factor trabajo tiene un peso muy importante en las cadenas de producción, al determinar los costes de producción y en los precios de venta de productos y servicios. Si bien la evidencia para el conjunto nacional es positiva, hay diferencias sustanciales entre comunidades.

Mientras regiones como el País Vasco y los archipiélagos canario y balear registran incrementos de exportaciones menores a la media junto con incrementos superiores a la media nacional de los costes laborales, otras autonomías como Murcia, Castilla-La Mancha y Andalucía han conseguido contener en la última década sus costes laborales y, a cambio, han generado crecimientos de entre el 6% y el 9% en promedio anual acumulativo. Esta evidencia se corresponde perfectamente con la evolución de estas regiones en los rankings europeos de competitividad, si bien todavía quedan otros elementos donde su evolución es desfavorable como los costes energéticos, el aprovechamiento de la capacidad productiva o el grado de innovación, entre otros, tal como señalan índices como el ranking de Competitividad Regional europea.

Cada punto de alza en costes laborales hace caer un 2% de media las exportaciones

En segundo lugar, otro indicador a tener en cuenta es la utilización del factor trabajo. Usando también datos del INE, puede observarse en el tercer trimestre de este año cómo el número de horas mensuales por trabajador disminuye de forma más rápida en regiones como Extremadura, Asturias o Valencia (por trabajador se imputa una media de entre 146 y 150 horas mensuales, con reducción de entre 6 y 9 horas) frente a reducciones testimoniales en Baleares, Navarra y País Vasco (permaneciendo desde las 149 horas por trabajador y mes de Navarra a las 156 horas de un trabajador promedio de Baleares) en comparación con el tercer trimestre de 2009.

Presión del tejido industrial

Si bien este indicador puede ser interpretado de forma positiva -un trabajador tiene que emplear menos horas de trabajo para producir durante el último ciclo económico- al tiempo hay que tomarlo con cautela, ya que en algunos casos se debe al troceamiento de los puestos de trabajo que se ha producido en el mercado laboral español. Lo que antes se producía con una sola persona, ahora requiere varias donde la suma de las horas trabajadas no alcanza el total de horas que antes trabajaba una única persona.

Por último, otro elemento decisivo es la pérdida de peso gradual de los sectores con costes laborales más elevados sobre el conjunto del tejido productivo regional. El sector servicios es el que se muestra más cauto a la hora de acometer subidas salariales, mientras que la industria ha disparado el coste laboral en los últimos diez años. En regiones con tejido industrial relevante como País Vasco, Navarra, Cataluña, Galicia o la propia Comunidad de Madrid, el coste laboral total per cápita se ha incrementado entre 5.900 y 6.100 euros, mientras que la subida máxima en el caso del sector servicios apenas alcanza los 2.000 euros en diez años. No es casualidad, por tanto, que esta elevación del precio que tiene contratar a un trabajador haya provocado un menor dinamismo exportador en estas regiones frente a las otras que sí han logrado contener sus costes y sí han diversificado su perfil económico proyectándolo hacia las ventas que realizan en el exterior.

Aunque en estos tiempos está de moda decir que las regiones más ricas se hacen todavía más ricas a costa de las más pobres (véase la polémica en torno a Madrid), en materia de competitividad laboral existe evidencia empírica más que suficiente que nos permite afirmar que se está produciendo una convergencia en competitividad-precio (fundamentalmente determinada por el coste laboral) a base de contener los costes laborales en algunas regiones y, vía costes, aumentar las exportaciones.

En este sentido, cambios institucionales de las reglas como la reforma laboral de 2012 han tenido sentido y han provocado que empresarios y trabajadores busquen cómo rentabilizar mejor sus productos, mejorar la productividad (en términos globales, la "asignatura pendiente" de España) para después pensar en una justa distribución de las ganancias obtenidas.

España ha pasado con éxito (incluso a pesar de que esté ahora desandando parte del camino) esta primera fase de ajuste de costes y aproximación de competitividad a sus socios europeos, también logrando poco a poco la convergencia entre sus regiones. Sin embargo, en los próximos años se abre una nueva fase en la que el protagonismo ya no será para la reducción de costes sino para una revolución tecnológica que requiere instituciones de calidad, buena formación del capital humano e inversión.

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