El presidente de EEUU, Joe Biden, lleva semanas negociando con una decena de senadores republicanos para aprobar su ambicioso plan de infraestructuras por valor de dos billones de dólares. Pero, por difíciles que sean las negociaciones para conseguir el puñado de votos que necesita para sacar adelante su proyecto en la Cámara Alta, su principal problema no está en Washington, sino en el resto del país: la verdadera amenaza a su plan es la escasez de materiales, de trabajadores y de empresas capaces de aceptar la avalancha de contratos que se desataría sobre ellas.
