Investigador especialista en Ginecología y Obstetricia de la Universidad de Wisconsin-Madison
Opinión

La economía de China presenta hoy una inquietante similitud con la de Japón en los años noventa, cuando el estallido de una burbuja inmobiliaria derivó en una prolongada estancación. Pero las "décadas perdidas" de Japón no fueron el resultado inevitable de tendencias irreversibles, sino consecuencia de errores de política, derivados de una interpretación equivocada de los desafíos a los que se enfrentaba la economía. ¿Repetirán los responsables chinos los mismos errores? La burbuja inmobiliaria japonesa fue precedida por un fuerte incremento en la relación entre los precios de la vivienda y los ingresos anuales, con un aumento en Tokio de ocho veces en 1985 a dieciocho en 1990. Este fenómeno estuvo impulsado por varios factores, como la política fiscal sobre la propiedad del suelo, la desregulación financiera y una deficiente coordinación entre las políticas fiscal y monetaria. No obstante, la demanda por parte de compradores primerizos –de entre 39 y 43 años de media– también tuvo un papel decisivo.

Más de cuatro décadas después de que China comenzara a abrirse al mundo, el proceso de toma de decisiones del Gobierno chino sigue rodeado de secretismo. Las políticas de control de la población del país, y mis esfuerzos por cuestionarlas, son un buen ejemplo.

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A pesar de que todo el mundo sabe que las cifras demográficas oficiales de China están sistemáticamente sobreestimadas, las autoridades han reprimido sistemáticamente a quienes cuestionan los datos. Por ejemplo, mi libro Un gran país con un nido vacío fue rápidamente prohibido cuando se publicó en 2007, porque expresaba su preocupación por la política china de un solo hijo y predecía que la población china empezaría a reducirse en 2017, y no en 2033-34, como habían previsto las autoridades chinas y las Perspectivas de la Población Mundial (PPM) de 2006 de las Naciones Unidas.

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