Tipos de interés en negativo, billones de euros en expansiones cuantitativas (compras de bonos y otros activos), manguerazos de liquidez con unas condiciones históricamente generosas para la banca... pero la inflación no alcanza el 2%, los salarios no responden, el crecimiento de la economía es un reflejo de lo que fue y la desigualdad económica impera en los países desarrollados. Ante esta situación de languidez permanente, la Teoría Monetaria Moderna (TMM) se ha erigido como la salvación de la economía para ciertos sectores (políticos y económicos), mientras que otra parte tiene pesadillas con la implementación de esta heterodoxa teoría. Resulta imposible saber cuál sería el resultado de aplicar esta política en regiones deprimidas como la Eurozona o Japón, pero lo cierto es que en aquellos países donde se ha puesto en práctica (o al menos se ha implementado algo parecido) el resultado económico ha sido catastrófico.
La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) ha decidido prolongar los recortes de la producción de petróleo hasta marzo de 2020. Finalmente, el pacto inicial entre Arabia Saudí y Rusia se ha dado por bueno en la reunión celebrada este lunes en Viena. Aunque las decisiones del cártel aún pueden causar oscilaciones importantes en el precio del crudo a corto plazo, las reuniones de la OPEP no dan el mismo miedo que en el pasado. Por un lado, la cuota de mercado del cártel está cerca de caer por debajo del 30%, lo que debilita su poder de influencia en los precios. Por otro lado, el conflicto interno en el propio grupo (con Irán y Arabia Saudí como protagonistas) amenaza con dinamitar la unidad de la OPEP y su poder de acción como bloque de cara al futuro.
El Banco de España ha advertido de un encarecimiento del tipo de interés medio aplicado a los nuevos préstamos hipotecarios de 30 puntos básicos, hasta el entorno del 2,4%, entre septiembre de 2018 y abril de 2019. Este incremento del precio no se ha presenciado en otros segmentos ni en otros países del entorno. Esta singularidad del comportamiento del mercado inmobiliario español estaría relacionado con los cambios legislativos introducidos en los últimos meses en materia de crédito inmobiliario y de compra de vivienda.
La desigualdad de ingresos en España prosigue su tendencia a la baja. En 2018, los indicadores que muestran este tipo de desigualdad económica han caído a niveles muy cercanos a 2008, lo que deja entrever que la fuerte creación de empleo está siendo el mejor antídoto. No obstante, los niveles siguen estando entre los más elevados de la Unión Europea.
España sigue aguantando mejor la desaceleración de la economía, pero el mercado laboral comienza a mostrar algún signo de agotamiento o ralentización. Mientras que el PIB pasará de crecer un 0,7% en el primer trimestre a un 0,6% en el segundo, "la creación de empleo parece haberse ralentizado en mayor medida que la actividad", según reza el informe trimestral de la economía española publicado por el Banco de España. No obstante, el BdE evita culpar al incremento del salario mínimo de esta desaceleración en la ocupación. El Gobierno socialista acusó al BdE de falta de independencia tras alertar sobre las consecuencias que podría tener sobre el mercado laboral la subida del SMI.
La generación de electricidad a partir de energías renovables en EEUU ha superado por primera vez en la historia a la generada por el carbón, la fuente dominante (junto al gas natural) en las últimas décadas. Este hecho histórico ha sido posible gracias a la mayor presencia de la energía eólica y solar junto a un consumo de electricidad más moderado en los meses de primavera.
En los últimos tiempos parece evidente que la histórica relación entre inflación y actividad económica se ha roto o, al menos, se ha suavizado sobremanera en las economías desarrolladas. Son varios los países avanzados que llevan años creciendo (incluso por encima del PIB potencial), con tasas de paro relativamente bajas y sin embargo los salarios y la inflación no terminan de despegar. Son muchos los factores que pueden explicar parte de esta tendencia y entre ellas se encuentra el auge de los robots, que aunque todavía no están destruyendo empleo de forma masiva sí están poniendo techo al incremento de los salarios. Con los robots se produce una especie de aumento de la oferta de factor trabajo 'no humana'. Ahora, cuando la actividad se incrementa las empresas empiezan a tener la opción de aumentar el uso de robots, restando importancia al ser humano y el precio que se pagar por su trabajo.