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La Ley de la Vivienda aprobada por el Gobierno se ha presentado de forma triunfalista como el antídoto que acabará con todas las burbujas inmobiliarias del futuro. Hubiera tenido el mismo impacto, y un contenido efectivo similar, la presentación de una Ley de la Eterna Juventud o una Ley de la Felicidad Suprema. En definitiva, todos esos anuncios hubieran perseguido algo parecido, impactar en los votantes desinformados con una ley de improbable aplicación.