Redactor de economía y mercados. Doctor en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Un día se preguntó cómo cotizaba un bono y ya no hubo vuelta atrás.

La Unión Europea tiene un plan para rearmarse e intentar garantizar su seguridad frente a enemigos externos. Hay cifras económicas (unos 800.000 millones de euros), cierta coordinación y acuerdo entre los países del bloque... pero hay un problema con el que nadie había contado o, al menos, no se ha puesto sobre la mesa: el gran cuello de botella a nivel de material y, sobre todo, humano al que se van a enfrentar los países europeos. El material ya está siendo visible con la escasez de pólvora y ciertos metales clave para la industria bélica. Mientras que el humano se podría convertir más pronto que tarde en el gran cuello de botella. Europa es un continente envejecido, con escasez de mano de obra y con una población que no está dispuesta a dejar sus empleos para enrolarse en el ejército... ni siquiera los desempleados. Mientras que los nacionales no parecen la solución, los que vienen de fuera tampoco han sido una opción históricamente para ocupar puestos en el ejército. El caso de las Fuerzas Armadas españolas, con un mínimo de efectivos desde 2001, es solo un ejemplo más.

El gasto público vuelve por todo lo alto y esta vez es para financiar el rearme de Europa y una mejora de las infraestructuras (con el covid fue para pagar ERTES y otras ayudas). Esta nueva oleada está liderada por Alemania (el 'sargento' de la austeridad fiscal) y el gran problema es que coge a los países del sur de Europa con unas finanzas públicas vulnerables. Los problemas de déficit estructural y deuda pública no han variado demasiado en los últimos años y los expertos ya empiezan a avisar de lo que puede suceder.

La economía global parece estar entrando un nuevo ciclo marcado por el proteccionismo, los choques entre potencias y la tensión geopolítica. Aunque aún es pronto para sacar conclusiones, parece poco probable que esta nueva etapa sea beneficiosa para la economía global en su conjunto y, sobre todo, para el comercio internacional, que ha sido en los últimos 40-50 años la cadena que ha ayudado a mover hacia delante la economía global para mejorar los niveles de vida en buena parte del mundo. Un buen ejemplo es lo que está ocurriendo con los buques portacontenedores hechos en China, país que se ha convertido en una auténtica potencia (como en tantas otras cosas) en este sector. Las amenazas arancelarias de EEUU sobre estas embarcaciones que transportan bienes por miles de millones de valor de unas regiones a otras pueden generar un auténtico apocalipsis comercial, según alertan los expertos.

Destellos de luz tras un nublado frío en invierno en las dos principales economías de la eurozona, si bien el sol se muestra más luminoso en Alemania que en Francia. Los indicadores adelantados de actividad más observados en la eurozona, los índices de gestores de compras (PMI) de las empresas privadas, que elaboran S&P Global y el Hamburgo Commercial Bank (HCOB), ha reflejado en sus lecturas preliminares de marzo, publicadas este lunes, que la situación empieza a mejorar en la baqueteada industria de las dos mayores potencias económicas del Viejo Continente. Sin embargo, es la recuperación alemana la que empieza a ganar tracción, especialmente con la esperanza del gran paquete de estímulos que se ha prometido desplegar en infraestructura y defensa. En la carrera por evitar ser el 'hombre enfermo de Europa', la economía germana ha dejado un paso más atrás a la francesa.

El mar no es solo medio natural. También es economía. Y ambas variables van juntas de la mano. La importancia económica de los océanos va en aumento al mismo tiempo que se multiplican las amenazas sobre los mismos. Desde las más altas instancias internacionales llevan años llamando a conciliar esa mayor interdependencia económica con un mayor cuidado del ámbito oceánico. Si conformaran un país al uso, los océanos tendrían potencial para llegar al cambio de década como sexta economía mundial. Pero si los riesgos latentes se materializan, precisamente por este ingente crecimiento de la actividad económica en torno al mar, el efecto final sería contraproducente. Dada la celebración este sábado del Día Mundial del Agua, numerosos expertos han insistido en la importancia de hacer un uso sostenible de los océanos.

Sin sorpresas en los tipos. Tal y como se esperaba, el Banco de Inglaterra (BoE por sus siglas en inglés), ha dejado este jueves sin tocar los tipos de interés, que permanecen en el 4,5%. Aunque el crecimiento titubea, la desinflación sigue presentando baches y el crecimiento salarial sigue siendo alto mientras que el mercado laboral se enfría pero no se hunde. El foco de atención ha sido, una vez más, la votación del Comité de Política Monetaria.

La nueva política que se ha instaurado en la Casa Blanca se está caracterizando por los cambios constantes de opinión y la generación de incertidumbre económica. Sin embargo, dentro este caos hay algo que parece estar muy claro y que es una decisión firme: Donald Trump y sus asesores van a allanar el terreno para que el petróleo de EEUU salga a la superficie en forma de barriles comerciables. Dentro de esa estrategia hay una región que Trump quiere convertir en el gran yacimiento de petróleo de EEUU: Alaska. Aunque los expertos creen que esto no va a ser sencillo, en los últimos días se han producido dos eventos que están 'calentando' esta teoría: un nuevo descubrimiento de petróleo y la previsión del primer aumento de la producción en 10 años. Drill, baby, drill": qué supondría para el petróleo y el gas un segundo mandato de Trump">Alguien en la Casa Blanca ya se está relamiendo.

La economía de Alemania se ha convertido en los últimos años en la gran decepción de Europa. Un modelo económico que parece haber quedado desfasado ante el encarecimiento de la energía (la industria germana usaba de forma muy intensiva el gas ruso) y una creciente competencia de países con menores costes laborales y que producen bienes similares a los alemanes han llevado a la locomotora europea a ocupar el vagón de cola de Europa. Aunque todo lo anterior es importante, hay otra tendencia a la que se ha prestado menor atención y que también parece relevante para explicar esta historia: los alemanes trabajan cada vez menos horas. Si la productividad está estancada y las horas de trabajo por empleado son cada vez menores, resultará cada vez más complicado aumentar el PIB. Este es el serio aviso que han lanzado los economistas de Deutsche Bank en un reciente informe.

La historia suele dejar lecciones valiosas y una de ellas puede resultar útil en medio del enconado debate que está habiendo en EEUU sobre la reserva estratégica de bitcoin que ha impulsado la recién llegada Administración Trump. Desde que el presidente de EEUU ofreció en campaña su mano a los 'criptobros', ha planeado sobre la discusión pública la pertinencia o no de constituir una reserva de criptomonedas similar a la que los países -sus bancos centrales, más bien- tienen con el oro o con las divisas. La 'pelea' se ha desarrollado con algunos legisladores próximos a Trump pidiendo un programa de máximos mientras muchos analistas vertían ríos de tinta contra la idea. De momento, Trump ha intentado zanjar la pugna con una orden ejecutiva 'salomónica' en la que se habla de una reserva compuesta por bitcoin que hayan sido sustraídos de actividades criminales. Pero esta orden ha seguido generando críticas entre los detractores de la criptomoneda y a la vez ha decepcionado a los acólitos, con lo que el debate seguirá.

Lo que parecía imposible hace poco más de tres años hoy está a punto de ser una realidad. Europa podría estar escapando de la 'trampa de liquidez' que ha mantenido en un profundo letargo a su economía durante años. Esta trampa se había convertido en una pesadilla para un Banco Central Europeo (BCE) que, tras probar suerte con los tipos de interés negativos y los mastodónticos planes de estímulo, no logró que el consumo y la inversión despertasen en Europa: los agentes económicos no reaccionaban a la 'lógica' de la política monetaria y preferían mantener su ahorro en activos seguros o cuentas corrientes incluso perdiendo dinero en términos reales. Ahora todo parece estar cambiando a gran velocidad: los europeos parecen mostrar menor aversión al riesgo (están invirtiendo), el exceso de liquidez se reduce y el gasto público y privado parece que coge carrerilla para repuntar. La consecuencia de todo lo anterior es que la economía podría crecer más de lo previsto... pero también la inflación, lo que forzará a que los tipos de interés se mantengan estructuralmente más altos.