Visualizada ya como una realidad consistente, la amenaza fantasma de una inflación de costes toma cuerpo y va erosionando el poder adquisitivo de la inmensa mayoría de familias. La presión alcista de la demanda, tras la reversión de confinamientos y restricciones, tensó las costuras del tejido productivo pero han sido el desajuste en los mercados energéticos y los cuellos de botella en el suministro de componentes los responsable principales del desgarro. Las estimaciones más recientes indican que la escasez y los retrasos en la entrega de suministros ya han reducido en más de un punto y medio el ritmo de crecimiento del PIB.

Profesor de Economía de la Universitat Oberta Catalunya (UOC)