Donald Trump está obsesionado con lograr una rebaja de la factura energética en EEUU. Los hogares americanos son grandes consumidores de energía (grandes coches, grandes casas…) y el precio de la gasolina influye en la popularidad de los presidentes del país. Por ello, el nuevo presidente de EEUU busca vías para rebajar el precio del crudo aunque por ahora sus movimientos han sido como mínimo contradictorios (aranceles al petróleo canadiense, amenazas a Irán…). Por ello, algunos analistas creen que si Trump quiere un petróleo barato es mejor que no haga nada, que deje que las fuerzas del mercado actúen por sí mismas y el crudo caerá por su propio peso. La OPEP está deshaciendo sus recortes, la producción de crudo en América (EEUU, Canadá, Guyana, Argentina…) está en máximos históricos y la demanda global muestra un crecimiento tibio. Si Trump quiere un petróleo barato, solo tiene que adoptar una postura observadora y esperar. De hecho, creen que los movimientos actuales pueden limitar esta tendencia y ser contraproducentes.