
México es, sin duda, uno de los grandes perdedores del ascenso de Donald Trump. Con los aranceles y política antiinmigración apuntando directamente al país azteca, el daño potencial es claro. El magnate neoyorquino ya ha amenazado con gravámenes del 25% a los productos de su vecino que aplicará el mismo 1 de febrero si no hay una respuesta que considere adecuada a la situación del narcotráfico y la migración. En ese sentido, la nación latinoamericana se encuentra con una situación imposible: desde los inicios de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) llevaban preparándose para protegerse de este golpe en su punto más sensible, la energía. La realidad es que un plan demasiado ambicioso, cargado de retrasos y problemas, ha llevado que llegue el momento decisivo con miles de millones de dólares gastados para que el 'gran plan falle' cuando más necesario era.
México lleva desde hace más de un lustro empeñado con un gran objetivo: tener una independencia energética plena. Esto, para aquellos que recuerdan los grandes proyectos petroleros mexicanos de los noventa, cuando México llegó a ser un titán del crudo con 3,5 millones de barriles diarios producidos, puede parecer algo realmente plausible. Sin embargo, la industria petrolera azteca está en una continua agonía desde las últimas dos décadas con sus campos secándose y ya solo producen la mitad, unos 1,61 millones barriles diarios, tras una caída del 12% interanual en diciembre de 2024. Se ha perdido ya más de la mitad de su músculo energético.
No es solo una cuestión de que los campos sean cada vez más maduros, pues todavía tienen más de 6.500 millones de barriles en sus entrañas, según datos de la OPEP. También se ha mezclado con los problemas de deuda de Pemex, que ha paralizado sus proyectos y ha llevado la producción a su nivel más bajo desde 1979. El plan de México para garantizar su independencia pasa por aumentar la producción, complementarla con energías renovables y así abandonar este bucle Pese a una producción todavía muy relevantes, se trata de un importador neto de gas natural desde 2015. Desde entonces una potente caída del peso frente al dólar (encareciendo así las importaciones) se ha sumado a una producción de crudo en retroceso al tiempo que la demanda de la población y las fábricas de electricidad ha crecido.
Sin embargo, alcanzar la independencia no es solo una cuestión de producir más petróleo. En su época dorada México no aprovechó su situación para reinvertir el dinero en infraestructura energética. El gran incentivo de poder llevar todo el 'oro negro' que salía de sus pozos a un puerto tan cercano como el de Texas con costes muy bajos en vez de recurrir a los enormes gastos que supone levantar una planta de compleja desde cero fue el responsable. Desde 2019 se ha intentado revertir esto con más infraestructura, pero la realidad es que no está lista para el corto plazo. De hecho cuenta con seis refinerías, la más nueva construida en 1979. La última y gran esperanza iba a llegar hace tiempo, con la de Dos Bocas. Pero ha fallado y ahora México depende totalmente de EEUU para conseguir la gasolina tratada a través de su propio crudo.
México está 'vendida' al crudo de EEUU
La situación con Trump en su primer mandato mostró los peligros de depender de la infraestructura de otro país que no tiene por qué buscar siempre un enfoque amable con su vecino. Según los datos del Departamento de Energía de EEUU, Estados Unidos importó cerca de 733.000 barriles por día de México. Petróleo pesado que no sirve para el uso habitual como, por ejemplo, la gasolina, pero que la industria de la superpotencia puede tratar adecuadamente. EEUU, por su parte, suministra a México con un récord de gas de 6.200 millones de pies cúbicos al día. Se trata del 13% de todas las exportaciones de gas de EEUU. Respecto a los productos refinados del petróleo como gasolina o diésel, México compró cerca de 1,2 millones de barriles diarios.
En resumen, México pese a producir mucho ha dejado descansar toda su estabilidad energética en su vecino del norte. Desde la Universidad de Columbia creen que "a medida que crezca la demanda de gas en México y la producción estadounidense es muy difícil que esta dependencia no crezca". El investigador Senior Diego Rivera comenta que "esta relación se ha construido sobre precios bajos y un margen muy elástico de crecimiento de la oferta". Y "si bien las tempestuosas relaciones políticas entre México y Estados Unidos, en particular en torno a la inmigración, los narcóticos y el comercio, han dejado intactos esos supuestos", esa realidad "está sujeta a cambios".
Según el estudio de la universidad la decadencia energética de México ha provocado que con la producción nacional apenas pueda suministrarse "el 15% del gas que México necesita para la generación de energía y para su industria". Esto es especialmente relevante dado que la exposición de México a los fósiles es casi plena, con un 84% de su mix energético representado por el crudo y el gas natural, según los datos de la Agencia Internacional de la Energía.
"Se podrían crear innumerables escenarios en los que el gobierno de Estados Unidos o el de México utilicen los flujos de gas como arma política"
México, consciente del problema en el que se encuentra de varias maneras. Por un lado, construyendo terminales GNL para no estar totalmente 'vendidas' a los gasoductos que cruzan la frontera. El país azteca levantó en su momento (desde 2006) tres terminales. Sin embargo no previeron que la producción caería un 47% entre 2010 y 2022, dejando esta inversión como algo muy limitado frente a las necesidades que se avecinaban. Desde entonces Columbia comenta que "viendo la situación y la revolución del esquisto en EEUU se apostó por satisfacer el crecimiento de la demanda mediante importaciones cada vez más grandes desde Texas.
Es por ello que a partir de 2012 decidieron expandir esta red de gasoductos para incrementar la capacidad de importación desde la Cuenca Pérmica, el epicentro de la revolución petrolera y gasista estadounidense. Sin embargo, esta apuesta fue desmedida, incurriendo por primera vez en los sobrecostes que han ido apilándose para la industria energética mexicana. "La demanda mexicana quedó satisfecha pero solo se han utilizado 7,5 BcF diarios (frente a los 11 BcF de la última aplicación en 2020) debido a limitaciones intermedias". La institución apuesta porque esta medida ha acabado favoreciendo "una dinámica por la que México cada vez depende más de EEUU".
Rivera comenta que "esta alta dependencia de la producción de gas de Estados Unidos, está plagada de posibles peligros. Se podrían crear innumerables escenarios en los que el gobierno de Estados Unidos o el de México utilicen los flujos de gas como arma política".
El sueño frustrado de la independencia
AMLO, viendo el peligro de esta situación tras el conato de guerra comercial en 2018 anunció un año después que pondría en marcha una de las refinerías más grandes del mundo con las que compraría su independencia. Gracias a esto el golpe se aliviaría claramente y podría depender de su propio crudo y los del resto de países para mitigar el golpe de una guerra arancelaria que destroce toda su economía. El proyecto de Dos Bocas comenzaba así con un presupuesto de 8.000 millones de dólares La realidad es que, si bien ya tenía que estar construido, de momento sigue sin terminarse y su coste ya se ha disparado hasta los 20.000 millones de dólares.
Sheinbaum ha anunciado que buscará "alcanzar la soberanía energética" en su mandato y ha prometido que México producirá y refinará todo el combustible que demande. Sin embargo, Pemex está ahora mismo bailando al borde de la quiebra con una deuda de 100.000 millones de dólares atrapado precisamente por este proyecto. Esta situación crítica de la petrolera estatal está destrozando los márgenes de México para lograr financiación con la que abrir nuevos campos petroleros o expandir los que ya hay y detener la caída de producción. Estos retrasos en la joya de su corona y proyectos paralelos han ido de la mano de decisiones que le exponían incluso más a EEUU como la compra de la refinería Deer Park en Houston Texas, por parte de Pemex.
En términos generales la nueva presidenta ha apostado por invertir 23.000 millones de dólares en un "plan nacional de energía" que busca tanto incrementar la producción de todo tipo de fuentes llegando a añadir 13,024 megavatios hora a la capacidad de la infraestructura instalada con hasta 9.000 megavatios renovables. Todo esto apoyando proyectos privados de desarrollo local. En definitiva, el objetivo es que el 54% de toda la energía que entra en el sistema mexicano venga del propio país.
Sin embargo, estos planes y objetivos de 'independencia' han provocado el peor de los escenarios: el gasto ha provocado que no pueda cuidar su propia producción, exponiéndose más a EEUU y no ha logrado terminarlo a tiempo de que la amenaza se materialice. "Estamos muy lejos de que la retórica de Dos Bocas se convierta en realidad", dijo Pablo Zárate, analista de energía de FTI Consulting. "México no va a dejar de importar combustible de Estados Unidos en el corto plazo". Un agujero negro de grandes proyectos. Sin embargo, si los aranceles se materializan pronto y tiene que pagar un 25% más la situación puede ser incluso peor. Especialmente teniendo en cuenta la falta de rentabilidad de Pemex, que pierde 34 dólares por barril refinado (según datos del tercer trimestre de 2024).
A pesar de sus problemas iniciales, México ya considera a Dos Bocas como la joya de la corona de su cartera de refinación. A plena capacidad, la instalación está equipada para procesar 340.000 barriles de crudo por día y transformarlos en 170.000 barriles de gasolina y 120.000 barriles de diésel. Sin embargo, analistas, inversores e incluso empleados de Pemex son escépticos respecto de que la planta alcance algún día ese nivel de producción. En cualquier caso, este impulso hacia la independencia puede llegar cuando Trump ya haya desatado una crisis en el país.
Según el último informe de Fitch la semana pasada, "la amenaza del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de imponer aranceles a las importaciones procedentes de México podría tener un grave impacto en el ya lento crecimiento económico de México en 2025". Fitch prevé que la economía de México va a crecer un 1,1%, pero esta estimación no incluye el posible impacto de los aranceles, aunque sean limitados. En caso de implementarse, estos aranceles podrían restar 0,8 puntos porcentuales, lo que podría llevar a la economía a un crecimiento cercano a cero o a una recesión. Según Argus Research, las exportaciones a Estados Unidos representan más del 25% del crecimiento anual del PIB de México. JP Morgan comenta en su último informe, liderado por Marina Valentini, estratega de mercado global, que se reduciría el PIB de México un 1,7% al tiempo que la inflación aumentaría un 2,3%.