Escribiendo cosas económicas desde 2018, pero ya he pillado unas cuantas crisis. Di mis primeros pasos en Europa Press y luego en El Confidencial. Ahora sigo el rumbo del dinero y los mercados en El Economista.

Un enorme giro en la inteligencia artificial (IA) está sacudiendo los mercados mundiales. Hasta ahora esta revolución tecnológica parecía concentrar sus avances en Occidente, en particular en EEUU, que con OpenAI como punta de lanza se perfilaba para ser el gran protagonista. Sin embargo, una startup china ha presentado la semana pasada un modelo IA de código abierto que, según la firma, podría competir abiertamente con chips menos sofisticados y un precio mucho menor. A medida que se han ido acumulando informaciones durante el fin de semana que respaldan esta irrupción a gran escala de China, las bolsas mundiales están sintiendo con fuerza lo que parece un cambio de paradigma. Ahora las perspectivas de un gigantesco imperio de semiconductores para sostener la revolución tecnológica podrían perder parte de su impulso, unas estimaciones sobre las que se había construido un rally frenético en Wall Street y las bolsas del mundo. En ese sentido ahora los inversores ponen en duda las altas valoraciones de grandes tecnológicas que habían construido en base a esa tesis de una gran demanda y rentabilidad de los chips. En consecuencia, las fuertes caídas no han tardado en sucederse.

Tras un largo periodo en el que este tema parecía aparcado, la UE vuelve a resucitar la idea de una confiscación total de los activos rusos congelados. Desde que empezó la guerra una de las medidas más importantes desde Bruselas fue el bloqueo de los activos rusos denominados en euros. Esta medida ha ido in crescendo hasta alcanzar unas reservas congeladas de 210.000 millones de euros. Pese a que esto inmoviliza una parte del músculo financiero ruso (que ya no podría utilizarse en la guerra) en todo momento parecía respetarse la idea de que solo se estaba 'bloqueando temporalmente' este dinero. Sin embargo, a medida que la guerra se ha ido recrudeciendo crecieron las voces que piden quedarse con la integridad de este dinero, una opción que ha vuelto con fuerza. Sin embargo, la empresa encargada de custodiar esos activos (Euroclear) lleva tiempo advirtiendo de que el daño que generaría para Europa sería mucho mayor que el dinero que se conseguiría a corto plazo. Los expertos además, añaden que el euro sería el principal perjudicado de la medida.

La economía europea y la estadounidense han seguido caminos muy diferentes. Al otro lado del Atlántico, un fuerte consumo interno pilló por sorpresa a los 'profetas de la recesión' y despejó cualquier duda con potentes crecimientos como el del último trimestre (2,8%). Mientras tanto, el Viejo Continente se ha visto arrastrado por un contexto de mucha mayor debilidad en la que apenas ha logrado un alza del 0,4%. Esa bifurcación se ha convertido en uno de los grandes temas que han copado el foco económico mundial, con un contexto tan diferente que ha llevado a sus respectivos bancos centrales a recorrer caminos diferentes (recortes de tipos en el BCE y una gran pausa en la Fed). Sin embargo, el misterio de esta gran diferencia podría tener la respuesta en casa: la montaña de ahorro que Europa almacena y exporta al exterior.

La suerte de Europa en los últimos dos años se ha terminado y ahora toca prepararse para una carrera cargada de tensión por llenar sus almacenes de gas. En 2022 el mercado se rompió por completo, la desconexión con Rusia pilló a los principales países de Europa sin opciones alternativas. Estas naciones se lanzaron al mercado a comprar gas a cualquier precio para sobrevivir al invierno, llevando el precio a los 300 euros por megavatio hora. Tras esta explosión inicial el destino regaló al viejo continente dos inviernos cálidos que le dieron un gran margen de maniobra para acudir al mercado de forma ordenada, con sus alforjas llenas. Sin embargo, esta vez ha salido cruz. Ahora los expertos advierten de que, si bien no vendrá otra crisis, la realidad es que la situación actual dará paso a unos precios estructuralmente más altos (un 50% más) que seguirán dañando a una industria que ha sido la principal afectada de estos mayores costes.

"Vamos a tener una política en la que no se construirán molinos de viento. Están llenando nuestro país de basura". Con esta frase Donald Trump dejaba a las claras cual será su política en la conferencia de prensa del 7 de enero de Mar-a-Lago en Florida. Este miércoles, en su megabatería de órdenes ejecutivas, confirmó al 100% esta nueva directriz energética con la suspensión de los proyectos eólicos. Esto provocó fuertes convulsiones en las renovables de toda Europa, con una caída del 17% de Oersted (afectada también por el agujero en sus cuentas anunciado ese mismo día por los tipos de interés), mientras todas las firmas del sector caían cerca de un 2%. Este ha sido solo el último episodio de una auténtica sangría bursátil europea, que llegaba a esta fecha con el pesimismo ya integrado en su cotización. Sin embargo, mientras esto ocurre, las principales firmas renovables de EEUU no solo no caen con Trump, sino que experimentan claras subidas.

Europa se encuentra en una situación de máxima tensión con su mirada clavada, de lleno, en Washington. Los próximos meses pueden ser totalmente decisivos para entender cuál será el impacto de la llegada de Donald Trump para el territorio europeo, aunque las consecuencias llevan filtrándose ya incluso antes de la toma de posesión, con un euro en horas bajas y el BCE afirmando que toca prepararse para resistir una posible oleada arancelaria. Solo la pausa de la Fed, que se ha producido ante la idea de que el republicano haga repuntar la inflación, ha generado un impacto en el BCE. Sin embargo, los expertos están advirtiendo que las bolsas europeas pueden vivir un nuevo amanecer, incluso en un contexto tan complicado.

El camino del BCE parece plagado de dificultades. En primer lugar, la llegada de Trump y la reinflación que pueden traer sus aranceles y medidas ya han paralizado a la Fed en su senda de flexibilización, dejando un equilibrio realmente complicado para Fráncfort. Mientras el banco central tiene que hacer malabares con una economía debilitada, un euro en caída frente al dólar, los aranceles… Un nuevo frente se abre en el que parecía el último acto para atar definitivamente los precios: la energía.

La economía de Europa está en dificultades con problemas de estancamiento y dudas en el horizonte de algunos de sus máximos exponentes, como son Francia o Alemania. Sin embargo, esos problemas no se han trasladado a un mercado laboral en el que la tasa de desempleo (del conjunto de la UE) está en el 5,9%, zona de mínimos históricos. Sin embargo, mientras esta cifra parecería indicar una gran fortaleza, el sector de los recursos humanos vive una situación crítica, una crisis que ya se extiende durante más de un año y cuyo epicentro es el viejo continente. La clave parece estar en que tras las expectativas generadas entre 2021 y 2023 por un sobrecalentamiento del mercado laboral que disparó la competencia por la mano de obra, empresas y trabajadores parecen haber entrado en la dinámica opuesta, en la que la Gran Dimisión habría dado paso a una Gran Retención pero se está demostrando letal para muchas compañías especializadas en selección de personal.

Existen pocos baluartes económicos como la cerveza (y en menor medida el alcohol). La bebida espirituosa por excelencia acompaña a la humanidad como una industria masiva desde hace más de 5.400 años, en la antigua Sumeria. Esa gran trayectoria ha provocado que, tradicionalmente, sea uno de los negocios más resilientes que existen, a prueba de crisis y que, generación a generación, su crecimiento avance con una gran estabilidad. Sin embargo, los grandes cerveceros del mundo y productores de alcohol están viviendo potentes caídas en bolsa a medida que sus previsiones de beneficios empeoran y una doble crisis amenaza al sector como pocas veces se recuerda.

Japón ha sido un país castigado por el lado oscuro de la energía nuclear. En el año 2011 el país del sol naciente vivió un terremoto (y posterior tsunami) que precedió a uno de los mayores accidentes de la historia. Una evacuación de 154.000 residentes, agua contaminada vertida en el Océano Pacífico y, según la Agencia de Seguridad Nuclear e Industrial, un desastre con el mismo nivel de alerta que alcanzó Chernóbil. Un año después, cuando Japón hacía oficial lo que era un secreto a voces, el país emprendería un apagón nuclear completo que culminaría en 2030, con 0% de producción de este tipo de energía. Ahora, ya en el último lustro antes de esta marca, Japón no sólo no ha abandonado la nuclear, sino que la ha puesto en el centro de su estrategia a futuro.