
No se puede hablar de divorcio. Ni siquiera de separación. Quizá tampoco de crisis matrimonial. Pero lo cierto es que la relación entre EEUU y Suiza se está viendo afectada por las 'trastadas' que Berna está sufriendo de Washington desde que Donald Trump entró de nuevo en la Casa Blanca hace seis meses. Pese a su beligerante agenda, especialmente en materia comercial, nadie esperaba que la tranquila y neutral Suiza fuera una de las víctimas predilectas de sus 'manotazos' ejecutivos. Pero la secuencia es de aúpa. En su pizarrín con los aranceles del Día de la Liberación, Trump hostigaba al país alpino con una tasa del 31%, notablemente superior a la impuesta a una Unión Europea a la que el mandatario ha insultado repetidamente. Por si esto fuera poco, el Tesoro de EEUU ha vuelto a poner a Suiza en la lista de países a vigilar con cautela por si existiera manipulación de divisas. El último golpe se desarrolla en los cielos: EEUU quiere 'engordar' de repente el precio de unos aviones militares de combate que pretende vender a Berna, una adquisición que sembró bastante división en el país helvético.
"Un contrato es un contrato"
El culebrón comenzó hace años con el plan del Ministerio de Defensa suizo de adquirir 36 aviones de combate por 6.000 millones de francos para sustituir a los viejos reactores de las fuerzas aéreas del país. Berna eligió a la famosa firma estadounidense Lockheed Martin para adquirir su modelo F-35A Lightning II.
Suiza no adquirió los cazas directamente a Lockheed Martin, sino a través del Gobierno estadounidense, que es el responsable de negociar los precios de las próximas líneas de producción. El acuerdo parecía sólido hasta que han aparecido discrepancias en el precio entre ambos países, algo que se ha sumado a las tensiones existentes sobre los aranceles estadounidenses.
El Gobierno suizo ha explicado que se había fijado un precio en el acuerdo de compra, pero que funcionarios estadounidenses han dicho ahora que se trata de un "malentendido" y que los aviones costarán hasta 1.000 millones más. Según Berna, Estados Unidos ha informado que el aumento de los costes proviene de la inflación por el encarecimiento de las materias primas y de la energía. No obstante, las tasas de cambio entre el franco y el dólar han variado en estos años, encareciendo la divisa suiza hasta superar los 1,25 dólares el par, mientras que cuando se aprobó el acuerdo rondaba los 1,05 dólares. Al firmarse el contrato en francos, el cambio de divisas debería suponer una anulación de parte de la inflación desde la perspectiva norteamericana.
El acuerdo no ha estado exento de críticas. El objetivo de la Confederación Helvética era modernizar sus viejos jet F-18 Hornet, pero la elección de los Lightning fue vista como un derroche. La polémica creció hasta tal punto que el Ejecutivo helvético firmó el contrato antes de que se convocara un referéndum para decidir la compra. La oposición consideraba que, en un país de las dimensiones de Suiza y con la doctrina internacional que los caracteriza, basada en la neutralidad diplomática en cualquier conflicto, se podían adquirir otros modelos más baratos como los europeos Rafale, Typhoon o Grippen.

"Un contrato es un contrato, debería pensar uno", se ha quejado a la prensa el director nacional de Armamento, Urs Loher. "Pero con respecto a la compra de los F-35A, ahora nos enfrentamos a una realidad diferente". De momento, Suiza mantiene su plan de comprar los cazas y busca una "solución diplomática". "Desde un punto de vista militar, la compra del F-35A es imperativa", se muestra tajante Loher. "Retirarse del contrato sólo se consideraría como un muy, muy último recurso".
La noticia de que los sobrecostes pueden sobrepasar los 1.000 millones ha avivado las peticiones de un nuevo debate en el Parlamento sobre esta compra o incluso la celebración de otro plebiscito. La adquisición también es objeto de ataques debido al cambio en la política exterior estadounidense, con políticos de izquierdas presionando para que Suiza opte en su lugar por un proveedor europeo.
Cazas 'Made in USA'
Los aviones F-35 Lightning II son el programa militar estadounidense de mayor éxito de los últimos años. Desarrollados por Lockheed Martin, los F-35 son cazabombarderos furtivos de quinta generación. Su fiabilidad los ha llevado a ser adquiridos por la mayoría de los aliados de la OTAN y se considera de los mejores jets del planeta.

Aunque la eficacia de estas aeronaves es innegable, la deriva de Trump ha aumentado la desconfianza de Europa hacia la Casa Blanca. La necesidad de depender tecnológicamente de una empresa estadounidense que puede cortar la provisión de repuestos ha dejado en una encrucijada a las Fuerzas Armadas occidentales.
España, por ejemplo, se encuentra en la tesitura de tener que renovar sus viejos cazas Harrier de despegue y aterrizaje vertical, que se jubilan esta década. El único candidato en el mercado occidental con esas capacidades es el F-35 en su versión B, lo que complica la necesidad de desprenderse estratégicamente de Washington y está detrás de la decisión de ensamblar su propio portaviones convencional.
Aunque ciertos países como Alemania, Canadá o España están tratando de reducir o incluso cancelar los contratos de los aviones de combate, otros Estados no han cortado todavía el cordón umbilical con el otro lado de Atlántico. Esta semana Reino Unido ha aprobado la adquisición de una docena de F-35A, el mismo modelo que negocia Suiza, para reconstruir su fuerza aérea nuclear. En el mercado había otras variantes como el Rafale francés, pero Londres ha preferido confiar en su viejo aliado para resignación de los aliados europeos.
Una tensión comercial en ascenso
En Suiza causó una verdadera conmoción el castigo comercial anunciado por Trump antes de doblar el pizarrín y decretar el arancel universal del 10% a la espera de negociaciones con todos los países. Los dirigentes locales no entendieron esta animadversión de un socio con el que tienen importantes intereses en común.
Suiza ocupa el sexto lugar entre los inversores extranjeros en EEUU y el primero en inversión en investigación y desarrollo, principalmente debido a las inversiones de gigantes del sector farmacéutico helvético como Roche y Novartis. De hecho, las empresas suizas generan medio millón de empleos en EEUU.
Desde Berna se creían a salvo de esta oleada de aranceles en la medida en la que la que la pequeña nación alpina, famosa no solo por su neutralidad, sino también por su enfoque más ligero hacia la regulación, había eliminado recientemente los aranceles industriales sobre todas las importaciones, incluyendo los productos estadounidenses, y además ha mantenido ciertas distancias con la UE cuando el choque transatlántico en materia comercial se ha recrudecido.
"El superávit de la exportación de bienes de Suiza no se debe a prácticas comerciales desleales. Suiza abolió todos los aranceles industriales a partir del 1 de enero de 2024. Esto significa que el 99% de los bienes procedentes de Estados Unidos pueden importarse a Suiza libres de impuestos. Suiza no otorga subsidios industriales que distorsionen el mercado", justificaba el gobierno en un comunicado su 'inmaculada' política comercial con EEUU. "El arancel es completamente arbitrario, precisamente porque nuestros impuestos a las importaciones, incluidas las estadounidenses, son cero", se lamentaba en unas declaraciones a The New York Times Jean-Philippe Kohl, subdirector de Swissmem, que representa a 1.400 fabricantes suizos de tecnología.
Un estudio del banco central del país (Banco Nacional de Suiza) apuntaba a las masivas exportaciones de oro hacia EEUU en la última época -precisamente en plena incertidumbre por las políticas de Trump- como elemento distorsionador del elevado superávit comercial en favor de Suiza que habría hecho actuar así a la Casa Blanca.
Aunque parecía que en Washington reconocían que se les había ido la mano con un país 'amigo', poco después llegó el incidente de la divisa. En la primera evaluación formal de las prácticas cambiarias de los socios comerciales de EEUU desde que Trump ha regresado al cargo, el Departamento del Tesoro puso la sombra de la sospecha sobre Suiza. Aunque el Tesoro se ha negado a nombrar a ningún país como manipulador de divisas, ha incluido en su informe semestral, publicado este mes, a Suiza en la lista de economías que monitoriza de cerca. Suiza ya fue marcada por lo mismo a finales de 2020, en los estertores de la primera Administración Trump. Esto sitúa al país alpino al nivel de 'enemigos íntimos' de EEUU como China.
Pese a todo este mar de fondo, parece que la negociación comercial podría llegar a buen puerto, al menos teniendo en cuenta cómo se habían puesto las cosas para Berna. Suiza está "en los tramos finales" de las negociaciones con EEUU en materia de aranceles, según indicó este jueves a la prensa nacional la directora de la Secretaría de Estado de Economía, Helene Budliger. "Habrá seguramente un arancel general de alrededor del 10% y una lista anexa con excepciones, como ocurre actualmente con la industria farmacéutica o el oro", adelantó a la agencia de noticias suiza AWP la responsable de Economía.
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