
Adentrarse en el mundo de la inversión puede proporcionarnos muchas satisfacciones. De hecho, muchas de las mayores fortunas tienen su origen en ella. Pero, a veces -no nos engañemos-, tiene resultados que no eran los esperados. Con cierta ironía, Warren Buffett reconoció en una carta a sus stakeholders que, "como ocurre en el matrimonio, las inversiones corporativas suelen deparar sorpresas tras el 'sí, quiero'".
Hasta hace poco, el común de los mortales no tenía acceso a muchos productos de inversión, especialmente a aquellos que proporcionan altas rentabilidades. Pero la tecnología ha conseguido transformar el mercado. Propuestas como los criptoactivos, los brókeres online, los roboadvisors, el crowdlending o el crowdfunding han llegado para democratizar la inversión y hacerla accesible a todos.
El abanico para el pequeño ahorrador es hoy muy amplio. Tanto que puede resultar difícil saber cuál se adapta mejor a cada perfil. Por descontado, todas las opciones tienen ventajas e inconvenientes: es esencial que los inversores los conozcan y entiendan muy bien cómo funciona el producto que finalmente escojan.
En este sentido, me gustaría detenerme en una de las áreas que mejor conozco y que, por el activo que tiene detrás, conecta muy bien con la filosofía del pequeño inversor en España. Me refiero al crowdfunding y, más en concreto, a la aplicación de este modelo de inversión al ladrillo, ese valor que sigue presente en nuestra cultura generación tras generación.
Participar en grandes operaciones de real estate era algo inalcanzable para el ciudadano medio. Sus opciones pasaban por la compra de un piso, una plaza de garaje o un trastero, por ejemplo. Y, para ello, necesitaba casi el ahorro de toda una vida. Una barrera que se ha roto con el crowdfunding o financiación participativa. Este sistema permite a cualquier ahorrador invertir en un proyecto inmobiliario, incluso una promoción de viviendas, con poco capital.
Además de la asequibilidad, el crowdfunding inmobiliario tiene otros atractivos que lo han convertido en el segmento de mayor auge dentro de esta fórmula de inversión. Estas son las principales.
Facilidad para invertir
El crowdfunding pone las cosas fáciles. Gracias a las plataformas tecnológicas, invertir es un proceso sencillo y rápido. Una vez registrado, el usuario elige el proyecto o los proyectos que le interesan e invierte de forma 100% online, sin papeleos ni desplazamientos.
Capacidad de elección del inversor
A diferencia de lo que ocurre en los fondos de inversión, donde los ahorradores delegan a un gestor profesional la toma de decisiones y la gestión sobre la inversión de su patrimonio, en el crowdfunding es el propio inversor el que decide dónde y cuándo invierte.
Posibilidad de diversificar
Ya no es preciso destinar todos los ahorros a una vivienda. El crowdfunding permite diversificar por número y por tipo de proyecto: residenciales, comerciales, logísticos... El inversor puede elegir, también, su estrategia: deuda, plusvalía o rentas.
Regulación y supervisión de la CNMV
Todas las plataformas de crowdfunding están reguladas por la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) y deben contar con su autorización para operar. El listado de plataformas de financiación participativa (PFP) con licencia es público. Aunque dicha supervisión no garantiza las inversiones, es un aval que refuerza la seriedad y rigurosidad del modelo.
Rentabilidades atractivas Mientras que la rentabilidad de la vivienda ronda el 7%, invertir en promoción inmobiliaria arroja resultados cercanos al 15-20% anual. En Urbanitae ya hemos devuelto el capital en 11 proyectos: un total de 5,1 millones de euros que han recibido cerca de 900 inversores. En la mayor parte de los casos la liquidación ha sido antes del plazo previsto. La rentabilidad anual media en los proyectos devueltos es del 18%.
Gestión profesional y atención personalizada
No es necesario ser un experto en el sector para invertir en crowdfunding. Las PFP cuentan con equipos profesionales con experiencia en el sector inmobiliario y financiero. Ellos se ocupan de todo el proceso, desde la búsqueda y selección de los proyectos a la estructuración de las operaciones, para reducir al mínimo posible los riesgos.
Riesgo controlado
En el crowdfunding, como en cualquier inversión, existen riesgos. Es verdad que, en este caso, la inversión supone la adquisición de un porcentaje de un activo tangible: el propio inmueble. Además, el hecho de poder diversificar tu inversión en diferentes proyectos supone reducir la exposición y, con ello, el riesgo.
Un sector refugio
Tradicionalmente, el inmobiliario ha sido un valor refugio. La pandemia demostró que el sector ha sabido reestructurarse y reforzar su estructura financiera. Con independencia de los ciclos económicos, todo apunta a que ha alcanzado una solidez que invita a tener confianza en el futuro.
A todas estas ventajas me gustaría añadir dos que realmente marcan la diferencia. El crowdfunding tiene la capacidad de unir a un grupo de personas para lograr un objetivo que de forma individual sería imposible. Además, es fácil de entender: se financia un activo inmobiliario y la rentabilidad se derivará de una venta (plusvalía), un alquiler (renta) o un interés (préstamo). Dos argumentos que, en el complejo mercado actual, son casi imbatibles.
A partir de aquí solo es preciso tener cierta cautela y buscar una plataforma seria, rigurosa y solvente para realizar la inversión. Os invito a conocer Urbanitae.