
Ningún partido acepta asumir el desgaste que deriva de provocar una repetición electoral. De ahí que el bloqueo político actual se nutra de los reproches mutuos entre quienes están llamados a entenderse por, precisamente, no dar su brazo a torcer. Este planteamiento sería el mismo incluso si las elecciones fueran convenientes para alguna de las partes: perder la confianza del electorado cuesta mucho menos que ganarla, una lección que pareció aprendida por la izquierda en las últimas elecciones con una movilización histórica que está en juego.
En esas están PSOE y Unidas Podemos desde que se confirmara el fracaso del primer intento de investidura el 25 de julio. Con el reloj electoral ya en marcha, los argumentos que durante estos meses han escupido unos y otros han entrado en un bucle que no disipa la pregunta que tendrán que afrontar si no encuentran una solución antes del 23 de septiembre. ¿Quién tendrá la culpa si se repiten las elecciones?
Entre las derechas más a la derecha pueden respirar tranquilos en cuanto a su grado de responsabilidad: no es exigible ni por los votantes del PP ni por los de Vox un entendimiento con el PSOE, ni mucho menos. Tampoco pueden reprochar que no intenten sumar entre ellos y con Ciudadanos porque los números no dan. La presión vendrá, si se repitan las elecciones, para que aprovechen la oportunidad y se ganen la confianza suficiente para arrebatar el liderazgo a la izquierda. En el caso de Vox, además, las encuestas no pronostican buenos resultados.
Ciudadanos tiene una situación menos sencilla. No solo los sondeos advierten de que podría perder parte del terreno ganado al PP sino que además, entre su electorado sí existe el reproche por el cordón sanitario que estableció en torno a Pedro Sánchez antes de las generales que ha impedido un Gobierno en coalición entre PSOE y Ciudadanos ya experimentado en alguna Comunidad Autónoma y que supuso una crisis interna en el partido.
Acaso este planteamiento puede ser el que haya llevado a Rivera a lanzar este lunes, con la ronda de contactos del rey ya comenzada, una oferta de última hora a PP para facilitar la abstención a cambio de tres condiciones que pasan por Navarra, Cataluña e impuestos.
¿Tendría más culpa el PSOE o Podemos?
Es el bloque de la izquierda el que tendrá que asumir las críticas más duras por fracasar en el encargo de las urnas para entenderse pero buscar un culpable único del fracaso que estaría a punto de materializarse parece imposible. Puede ser tan reprochable que el PSOE insista en Gobernar en solitario con solo 123 diputados como que Podemos exija hueco en el Gobierno con 42 pues entre los dos nos suman los suficiente como para resolver a solas la situación.
Aunque el encargado de formar Gobierno sea Sánchez, la culpa habrá de repartirse entre el PSOE y Unidas Podemos, "socios preferentes" que podrían pagar con la desmovilización del electorado que el 28-A dio la vuelta a las urnas, marcó una distancia más que considerable que su rival histórico y evitó la tortuosa dependencia de los partidos independentistas.
En el caso del PSOE, las encuestas son más que favorables en cuanto al aumento de número de escaños, pero el riesgo de perder la confianza de los votantes sumado a la posibilidad de que tenga que volver a depender de Pablo Iglesias elevan el peligro y multiplican su grado de culpabilidad. Pero es Podemos quien quizás se juega más, de ahí que su responsabilidad sea muy alta en caso de nuevos comicios. La línea del histórico de las últimas elecciones va en descenso y parece que mantendría la tendencia en noviembre por lo que llegar a un acuerdo ahora sería una cuestión vital.
Si se personifica la pugna en el líder socialista y el 'morado', parece que Sánchez ha estirado más el consenso entre los suyos en torno a una postura rígida y a veces contradictoria (ha mezclado en su diálogo con Iglesias llamadas a Ciudadanos y al PP). La acusación de provocar las elecciones en la que ha insistido Iglesias estos meses ha chocado con la coraza que el socialista ha construido en torno a su partido al menos hasta las últimas semanas.
Iglesias, sin embargo, ha mantenido el apoyo del núcleo de su formación pero desde las ramificaciones la voz se fue distorsionando casi desde un primer momento, entre reproches de no evitar unas elecciones que pueden asestar un golpe mortal a la marca.