El precio empieza a ganarle la batalla al aceite de oliva. A pesar de que es un producto básico en la dieta mediterránea, de que es un ingrediente que lleva siglos utilizándose, y de que cuenta con un sabor y propiedades nutricionales excepcionales, el aceite de oliva se enfrenta a una crisis cada vez más profunda. En el primer trimestre del año, las ventas cayeron un 23%, hasta los 60,14 millones de litros.
La estadística, difundida por la Asociación Nacional de Industriales, Envasadores y Refinadores de Aceites Comestibles, y recogida por EFE, refleja también que, si se extiende el plazo de control a los últimos 6 meses, la caída de ventas alcanza el 13%, respecto al mismo periodo de la campaña anterior. Así, entre octubre y marzo las ventas alcanzaron los 134 millones de litros.
Si desgranamos las ventas de aceite por categoría, descubrimos que todas reducen el volumen de negocio. Así, las ventas de virgen extra caen un 14%, el suave un 32%, el intenso un 30% y el virgen, a secas, un 10%.
La campaña de 2022 estuvo marcada por la sequía y la subida de costes de producción
Esta situación se explica por la crisis que está viviendo el sector del aceite de oliva, en una situación muy complicada desde hace más de un año. Venimos de un ejercicio, el 2022, que ha sido muy duro, lastrado por la sequía extrema que vivió el país, junto con la subida de los costes de producción, lo que se tradujo en una campaña con el menor volumen en una década y precios disparados.
En una especie de tormenta perfecta, el sector del aceite de oliva vive las consecuencias de una producción en mínimos, una demanda que no deja de crecer en todo el mundo, y la falta de productos sustitutivos, como la alternativa de girasol, afectado por la invasión de Ucrania.
El agricultor también sufre por la subida de los costes de producción, que acaban repercutiendo en el precio final. Aquí se incluye la mano de obra, la maquinaria, el transporte, y costes varios como los seguros, el combustible, los fertilizantes o los abonos. A lo que hay que sumar los costes energéticos, fuera de control, que han disparado los gastos de la fabricación del aceite en las almazaras.
En el resto de la cadena, los envasadores también sufren por el alza de los costes de fabricación. Además de por todos los que hemos comentado, también por el hecho de que el recipiente es cada vez más caro, por ejemplo, por los nuevos impuestos, como el aplicado al plástico.
Precios récord
Todo repercute negativamente en el precio final del aceite. Hasta niveles récord. Y que es la circunstancia que más está presionando para que caiga el consumo, como llevaban advirtiendo los productores desde hace meses.
¿Qué va a pasar en el futuro? Es complicado saberlo, pero no parece que los precios vayan a bajar pronto. Las condiciones climáticas no acompañan, con unas temperaturas anormalmente altas, especialmente graves en el momento de la floración y el cuajado del fruto, que afectan directamente a la producción de aceitunas. Todo hace pensar que la oferta seguirá disminuyendo, y los precios seguirán subiendo.
Con la vista puesta más a largo plazo, el miedo para los profesionales del sector, está en que los consumidores empiecen a buscar productos alternativos, como la mantequilla, de menor calidad en todos los sentidos, y que sea más difícil recuperarlos como clientes. Toca esperar a ver cómo evoluciona en los próximos meses.