Opinión

Cómo luchar contra el cambio climático sin Estados Unidos

  • El Acuerdo de París de 2015 fue el acuerdo climático más ambicioso y políticamente viable de su tiempo
  • Dado su potencial limitado de energías renovables, Europa seguirá dependiendo de las importaciones de energía
Foto: Dreamstime

Los científicos nos han advertido repetidamente -y cada vez con mayor intensidad- que el planeta se precipita hacia puntos de inflexión climáticos. A pesar de los numerosos compromisos internacionales, los datos sugieren que limitar el calentamiento global a 1,5° Celsius es cada vez más improbable. Si persisten las tendencias actuales, ese umbral podría superarse en 2028. Al mismo tiempo, la pérdida de biodiversidad se está acelerando a un ritmo sin precedentes, con consecuencias nefastas para las comunidades vulnerables y para la humanidad en general. Un clima estable y unos ecosistemas saludables están inextricablemente unidos, lo que implica el riesgo de catástrofes en cascada.

Sin duda, se han producido algunos avances en ambos frentes. El Acuerdo de París de 2015 fue el acuerdo climático más ambicioso y políticamente viable de su tiempo. Basado en un modelo de "compromiso y revisión", fijó un objetivo ambicioso pero alcanzable e introdujo mecanismos para garantizar una amplia participación, al tiempo que establecía un marco para evaluar los compromisos nacionales en relación con el objetivo compartido. Posteriormente, en 2022, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad (COP15) adoptó el Marco Mundial de Biodiversidad Kunming-Montreal, siguiendo un enfoque similar. Aunque algunos países importantes, como India, seguían estando muy rezagados, había esperanzas de que acabaran uniéndose a medida que aumentara el impulso global.

Ese optimismo duró poco. El primer día de su segundo mandato, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firmó una orden ejecutiva titulada "Liberar la energía estadounidense" y anunció que Estados Unidos se retiraría una vez más del Acuerdo de París, desestimando el cambio climático como un "engaño". Los gobiernos y la sociedad civil hoy se enfrentan a un desafío fundamental: desarrollar estrategias viables para alcanzar los objetivos climáticos y de biodiversidad sin la participación de Estados Unidos. En un informe reciente del Centro Bruegel para la Investigación de Política Económica, exploramos cómo hacerlo. Empezamos reconociendo que, si bien Estados Unidos sigue siendo uno de los principales emisores de gases de efecto invernadero, es poco probable que sus políticas determinen por sí solas el destino del planeta. El campo de batalla decisivo ahora está en los mercados emergentes y las economías en desarrollo (MEED), que representan dos tercios de las emisiones actuales y albergan la mayor parte de la biodiversidad mundial.

Ante el rápido aumento de sus emisiones, estos países deben adoptar urgentemente un crecimiento bajo en carbono y respetuoso con la naturaleza. Pero se enfrentan a obstáculos formidables: enormes necesidades de inversión, costos elevados del capital, margen fiscal limitado y prioridades de desarrollo apremiantes. Una acción climática significativa requerirá, por lo tanto, alianzas económicas mutuamente beneficiosas que alineen los objetivos globales de emisiones con las necesidades de desarrollo de las MEED. En nuestro informe, identificamos cuatro tipos de alianzas que podrían servir de pilares de un nuevo marco de cooperación.

La primera es una alianza para la fijación de precios del carbono, sustentada por un mecanismo de ajuste en frontera del carbono (CBAM) compartido. Si bien las regulaciones y las subvenciones son importantes, la tarificación del carbono es necesaria para incentivar a las empresas y a los hogares a reducir sus emisiones. Pero sin salvaguardas, se corre el riesgo de crear distorsiones comerciales al dar una ventaja competitiva a los países que no fijan precios al carbono o lo hacen muy por debajo de los niveles efectivos. Esa es la razón de ser del CBAM de la Unión Europea, que solo se aplica a un puñado de productos intensivos en carbono, como el acero y el cemento, durante su fase transicional. Para hacer frente a este reto, proponemos crear una coalición climática de países desarrollados y en desarrollo comprometidos con un precio mínimo del carbono escalonado, basado en el nivel de ingresos. Los miembros se beneficiarían de exenciones mutuas del CBAM y obtendrían acceso a financiación, tecnología y mercados. La UE, por ejemplo, podría colaborar con cualquier país dispuesto a fijar un precio del carbono significativo, incluidos Estados Unidos -si revisara su postura actual- y China. Muchos MEED siguen dependiendo de centrales eléctricas de carbón, intensivas en emisiones, porque requieren una inversión de capital mucho menor que las alternativas más ecológicas.

El segundo pilar, en consecuencia, es una coalición de financiación climática dedicada a descarbonizar el sector energético de estos países. Acelerar este cambio exigirá cerrar la enorme brecha de inversión: el gasto anual en energías limpias en los países en desarrollo debe cuadruplicarse de aquí a 2030 para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París. Para agravar el desafío, el costo del capital en los MEED suele ser el doble que en las economías avanzadas, lo que hace que las energías renovables parezcan artificialmente caras a pesar de la caída de los costos de la tecnología. Proponemos acuerdos formales en los que las economías desarrolladas proporcionen financiación climática a cambio del compromiso de los MEED con objetivos ambiciosos de cero emisiones netas. La UE, China, Japón y Corea del Sur, por ejemplo, podrían financiar los esfuerzos de descarbonización de los MEED con un costo anual inferior al 0,3% de su PIB combinado -una inversión modesta en relación con el daño climático que ese tipo de acuerdo ayudaría a evitar.

El tercer pilar es una asociación industrial ecológica entre la UE, el Reino Unido, Noruega y algunos países del Sur Global. Dado su potencial limitado de energías renovables, Europa seguirá dependiendo de las importaciones de energía. Pero en lugar de transportar electricidad verde a través de los océanos, sería más eficiente trasladar la producción de alto consumo energético a los MEED ricos en recursos. Las políticas industriales europeas favorecen actualmente a los sectores de alto consumo energético y subvencionan su descarbonización. Una estrategia más inteligente consistiría en apoyar a las industrias transformadoras de alto valor al tiempo que se eliminan progresivamente las protecciones a la producción transformadora no competitiva.

El cuarto pilar es la creación de mercados para la eliminación de carbono y la protección de la naturaleza. Alcanzar cero emisiones netas implica emisiones netas negativas después de 2050; sin embargo, la eliminación de carbono -ya sea tecnológica o basada en la naturaleza- sigue estando poco desarrollada, fragmentada y mal incentivada. Dos innovaciones podrían ayudar a establecer estos mercados. Una es la introducción de certificados de limpieza, que permitirían a los emisores asumir una deuda de carbono y reembolsarla en forma de futuras eliminaciones verificadas, financiadas a escala a través de la demanda del mercado. Otra posible solución es la creación de "acciones de naturaleza" -una nueva clase de activo financiero diseñado para apoyar la inversión a largo plazo en regiones ricas en biodiversidad-.

A diferencia de las compensaciones de carbono convencionales, a menudo plagadas de problemas de credibilidad y cortoplacismo, las acciones de naturaleza ofrecerían un flujo constante de dividendos de carbono y biodiversidad, con precios transparentes y respaldados por una sólida gobernanza pública. Estas herramientas les permitirían a los mercados tratar la naturaleza no como un pasivo, sino como un activo. La UE es fundamental para impulsar esta agenda. Con su mercado de carbono maduro y su credibilidad regulatoria, el bloque está bien posicionado para servir de columna vertebral de las coaliciones internacionales emergentes. Para ello, debe acelerar sus propias reducciones de emisiones, ampliar el CBAM y forjar alianzas industriales significativas. En un mundo que se acerca a la catástrofe climática, Europa tiene una oportunidad única de predicar con el ejemplo.

WhatsAppFacebookTwitterLinkedinBeloudBluesky