Opinión

De la economía a la crispación

  • Sánchez ha creado una tormenta perfecta que se une a la desaceleración económica
Pedro Sánchez, presidente de Gobierno.EFE

Mientras adivinos y nigromantes se esfuerzan en predecir como será este 2024 que se inicia y el común de los mortales se dedican simplemente a desear felicidad, los analistas y servicios de estudios coinciden y lo tienen muy claro: será un año crispado, para la economía y, especialmente en España en el ámbito político y electoral.

Un año en el que la polarización política amenaza con derivar en crispación por la confluencia de tres convocatorias electorales: las autonómicas de Galicia y el País Vasco y las europeas. Comicios que, ineludiblemente, van a estar marcados por la amnistía, cuya tramitación parlamentaria va a ser más larga de lo que Sánchez espera y necesita, además de dilatada por las previsibles actuaciones judiciales y que va a tener influencia decisiva en los resultados de las urnas.

Sombra esta -de la amnistía- que amenaza con transformarse en absoluta tenebrosidad para los intereses del sanchismo gobernante si al debate político y social se añade la foto del presidente con el fugado Puigdemont, las cesiones económicas y tributarias a los nacionalistas catalanes y los prolegómenos de una consulta de autodeterminación, además de nuevas cesiones de ayuntamientos a EH Bildu y las excarcelaciones de presos de etarras que se adivinan como cláusulas ocultas del pacto de la investidura.

Una tormenta perfecta a la que se va añadir, inexorablemente, una desaceleración económica, por no hablar de recesión encubierta, que se traducirá en un crecimiento del PIB de sólo el 1,6%, y eso aceptando las más optimistas previsiones, que es el peor dato conocido de los últimos diez años. Y recordar aquí que la economía española es incapaz de crear empleo con crecimientos inferiores al 2 por ciento, cuando tenemos 3,2 millones de parados reales y el mercado laboral estancado, como demuestra la caída del 15,65% en la contratación acumulada de 2023, que suponen 2.866.138 contratos menos que en el año precedente.

A ello se suma la anunciada recesión técnica en Alemania y la previsible en otros socios europeos, como Francia e Italia, nuestros principales mercados exteriores generando una caída de las exportaciones y de la llegada de turistas, los dos factores que han sido claves para sostener la economía española en el último ejercicio. Y con el añadido de una caída del consumo derivada del incremento de la inflación y de la subida de la presión fiscal que este año va a superar en casi cuatro puntos a la media de la UE.

La subida del IVA de la electricidad y del gas del 5 al 10%, la recuperación de los impuestos especiales sobe la electricidad y la distribución eléctrica, el gravamen sobre el plástico, el incremento de los precios de los peajes en las autopistas, de los sellos, de las telecomunicaciones, las subidas de las cotizaciones sociales a empresas, autónomos y trabajadores, son algunos de los lastres que van empobrecer aún más a las familias españolas perjudicando gravemente el poder adquisitivo, la inversión y la creación de puestos de trabajo. Todo esto en un año en el que, además, la Comisión Europea ha decidido el regreso a las reglas fiscales de déficit y endeudamiento mientras el Banco Central Europea (BCE) va a dejar ya de comprar deuda.

Así las cosas, son muchos los analistas y los politólogos que se plantean, desde estos primeros días del año, si Pedro Sánchez será capaz de aguantar en La Moncloa, ante las presiones de sus socios enemigos de España y de las libertades, el descrédito y la irrelevancia internacional, una economía en decadencia y una sociedad empobrecida.

Claro que para eso cuenta con su Manual de Resistencia y, sobre todo, con la inestimable colaboración de Vox, que se confirma con el principal aliado del sanchismo y no sólo porque la ley electoral penaliza la división. Declaraciones como las de Abascal en Argentina, actos como el de Ortega Smith en el Ayuntamiento de Madrid o la mamarrachada del grupo de descerebrados que protagonizaron la estupidez del monigote de Sánchez en Ferraz, permiten poner en marcha la hipocresía y doble moral del actual PSOE y alentar el fantasma de la ultraderecha. Si de verdad Vox, sus dirigentes, votantes y simpatizantes quieren y trabajan por España, lo mejor que pueden hacer es disolverse.

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