Opinión

Nos queda Portugal

  • A pesar de los logros económicos, Costa renunció a su cargo de manera responsable
Fotografía del expresidente de Portugal, Antonio Costa., con el presidente de Gobierno, Pedro Sánchez.

Mientras aquí las calles de todas las ciudades de España estallan contra la amnistía y las claudicaciones de Pedro Sánchez ante los golpistas catalanes y EH Bildu, Portugal nos daba, otra vez, un ejemplo de dignidad y democracia y su hasta ahora jefe de gobierno, Antonio Costa, socialdemócrata, pero este de verdad, ofrecía una lección de responsabilidad política y de sentido del Estado al presentar su dimisión por considerar incompatible su cargo con ser investigado por su presunta implicación en una supuesta trama de corrupción en la que están implicadas empresas dedicadas a producción de litio y energía con hidrógeno verde. Investigación que el ya ex primer ministro luso considera incompatible con el cargo.

Un político, Antonio Costa, y un país, Portugal, que no sólo han conseguido superar a España en respeto y prestigio internacional, sino que con una política económica seria, coherente, sin concesiones a la demagogia y a los populismos, carente de voracidad fiscal y sin medidas intervencionistas ha conseguido un histórico sorpasso a la economía española en los principales indicadores económicos, además de consolidar al país vecino como un destino preferente de inversiones y turismo.

Con estas premisas y pese a que la economía portuguesa supone, en volumen de PIB, una décima del tamaño de la economía española, Portugal está llevando a cabo una política de atracción de capitales productivos ambiciosa que contrasta con la inseguridad jurídica que en España está provocando el Gobierno del presidente Sánchez.

La economía portuguesa que creció un 6,7% en 2022, el mayor aumento desde 1987, mantiene este año su ritmo de subida del 1,9% en el tercer trimestre de este año sobre el mismo periodo del año anterior, el crecimiento más elevado de la UE, superando el 1,8% de España y el 1,5% de Bélgica, sus inmediatos seguidores. El país vecino tiene también el honor de ser la economía con calificación 'A' que más rápido ha reducido su deuda pública sobre el PIB en todo el mundo, desde el pico alcanzado durante la pandemia del COVID, apoyado en una drástica contención del gasto público.

De acuerdo con los últimos datos publicados por Eurostat, la deuda pública portuguesa cayó al 110% del PIB, frente al 111,2% de la española, después de que el rigor fiscal del gobierno de Antonio Costa le haya permitido recortar su deuda en 28 puntos a España en apenas dos años. Y los datos que maneja JP Morgan señalan que la deuda de Portugal caerá al 98,9% en 2024, mientras que la española se situará en el 106,3%.

Y si hablamos del déficit público Portugal, tras elevar su desequilibrio hasta el 5,8% en 2020 -España superaba el 10%, volvió a registra un déficit inferior por debajo del 3%. En 2022, solo dos años después del COVID, el país luso registró un déficit del 0,4% del PIB en 2022, y las previsiones apuntan a que este año volverá a tener superávit presupuestario, a pesar de haber cobrado mil millones de euros menos en el impuesto sobre la renta de las personas físicas y de haber adoptado el tipo cero en el IVA de los alimentos básicos. Además tener una tasa de paro de sólo el 6,5%, prácticamente la mitad de la española.

Con estos logros, Antonio Costa, ha preferido mantener una trayectoria de decoro y autoestima, sin aferrarse al cargo ni humillarse pese a disponer de una mayoría cómoda en el Parlamento. Y, por supuesto, sin mirarse en el espejo de sus vecinos del otro lado de la Raya Ibérica, donde se da la amnistía a delincuentes, golpistas y malversadores, y el presidente del gobierno negocia la venta de España con un prófugo de la Justicia por el plato de lentejas de una investidura que no ganó en las urnas. Pues eso, menos mal que nos queda Portugal.

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