
El conflicto entre Israel y Hamás tiene unas consecuencias económicas que empiezan por la fecha elegida para el ataque al estado judío. El inicio de las acciones coincidió con el cincuenta aniversario de la guerra del Yom Kipur, en la que los israelíes derrotaron a la coalición de países musulmanes liderada por Egipto y Siria. El conflicto dio lugar a la crisis del petróleo de 1973.
Israel ganó aquella guerra, pero la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), liderada por los árabes, decidió castigar a Occidente por su apoyo al país semita con dos sendas subidas del precio del barril del crudo, que pasó de tres a doce dólares entre octubre y diciembre. Además, la OPEP decretó un embargo de las exportaciones de petróleo que desabasteció a los países industrializados. El resultado fue la larga crisis económica de los 70 de la que los países salieron con tasas menores de crecimiento económico y mayores niveles de inflación, paro, déficit presupuestario y deuda pública, que lastraron la economía global en la década de los 80.
Hoy, Occidente se encuentra en una situación similar, si no peor, a la de por aquel entonces. La respuesta inicial de los mercados al conflicto ha sido de una fuerte subida del petróleo que, después, se ha moderado. Si el conflicto se prolonga en el tiempo, el escenario más probable es el de precios altos del crudo, especialmente si tenemos en cuenta que el estallido del conflicto ha coincidido con el acercamiento de posturas entre Israel y Arabia Saudí para mejorar sus relaciones. Esto plantea una serie de problemas a las economías occidentales. Los esfuerzos de los bancos centrales por reducir la inflación se verían mermados si, al impacto de la guerra de Ucrania, ahora hay que sumar el conflicto de Oriente Medio. En este caso, lo que cabría esperar serían nuevos repuntes del IPC, desaceleración del consumo y del crecimiento económico por la pérdida de poder adquisitivo de los salarios y el mantenimiento por un periodo aún más largo de los tipos de interés altos, si es que no hubiera que subirlos más.
Los tipos altos llevarían la crisis también a los mercados financieros, en los que los precios de los bonos están cayendo precisamente porque están descontando que ni la Reserva Federal, ni el Banco Central Europeo, van a reducir pronto el precio del dinero. Y todo esto con los países occidentales todavía lastrados por el aumento en los déficits presupuestarios y la deuda pública que provocaron la crisis financiera internacional y la pandemia del Covid-19. El momento elegido, por tanto, y por desgracia, posiblemente no podía ser peor en términos económicos.
¿Respuesta excesiva?
Lo siguiente que hay que analizar es la respuesta israelí al ataque. Si se considera excesiva, puede provocar la inestabilidad de la zona en el medio y largo plazo, volverla más insegura, lo que afectaría a los precios de la energía, por supuesto. Pero, también, a otro de los temas que está sobre la mesa. Recientemente, los países del G-20 acordaron con India trasladar allí producción desde China para distribuirla a Europa a través de Oriente Medio. La inestabilidad de la zona puede dar al traste con esos planes, como sucedió cuando estalló la crisis de Siria, que impidió la construcción de un gaseoducto que uniera Catar con el Mediterráneo para que el país árabe abasteciera a Europa de su por entonces recién descubierto gran yacimiento de gas natural. Curiosamente, el conflicto de Siria benefició a Rusia como el actual puede favorecer tanto a Putin como a China.
Por último, está la cuestión de si el apoyo de Occidente a Israel, en especial de Estados Unidos, puede debilitar la ayuda que viene prestando a Ucrania. Si es así, lo normal sería que, en un determinado momento, los mercados pudieran empezar a descontar que seguiría habiendo problemas de abastecimiento global de alimentos. ¿Resultado? Nuevas subidas de los precios alimentarios que generaría más inflación en Occidente. Y, no lo olvidemos también, serias dificultades para los países en desarrollo que necesiten importar alimentos para dar de comer a su población.
En consecuencia, y como resumen, todo parece planeado para provocar más problemas económicos y agravar los ya existentes con intenciones de largo plazo. Una razón, junto con todas las demás que podemos esgrimir desde el punto de vista humanitario, para acabar con esta guerra cuanto antes y de la mejor forma posible.