Opinión

Matando la gallina de los huevos de oro

El Estado opta por la intervención en vez de liberar a los ciudadanos de la carga impositiva

Caminamos rumbo a la tormenta económica y social perfecta a la vista de la multitud de hechos diversos que convergen en una borrasca huracanada sin precedentes, de la que pensábamos que estábamos saliendo mientras guardábamos el paraguas. Sin embargo, se han convertido en una serie de seísmos de intensidad media que anticipan el tsunami destructivo que está por llegar a nuestra economía, si nadie lo remedia.

Deuda pública, déficit y desempleo desorbitados, junto a una inflación elevada que como ya anticipábamos muchos, hace meses, ha hecho presencia en las economías, siendo la española, la más afectada, por mucho que se pretenda ocultar.

La llegada de Putin y sus hijos al escenario económico, no sólo ha empeorado las expectativas de estanflación que ya eran "vox populi" sino que ha servido a muchos políticos de excusa perfecta para no admitir su incompetencia manifiesta y la falta de eficiencia en la gestión de la economía. Ahora la culpa es de un tercero que llegó cuando la fiesta ya estaba desmadrada y no de quienes gobiernan, sin rumbo, el país con peores expectativas de toda la UE.

Así pues, el gobierno anunció que se va a poner las pilas para frenar la escalada de precios de la energía, simulando seguir los pasos de otros países europeos. Lo que no ha dejado claro es el cómo ni el cuándo, porque del dicho al hecho hay un gran trecho y es más que evidente que el aumento de la recaudación que generan los impuestos asociados a los productos energéticos, es tan goloso que nadie querrá matar a la gallina de los huevos de oro, de igual forma que la inflación genera mayores ingresos fiscales por la progresividad en frío que sufren los más pobres y las clases medias al no deflactar las bases imponibles, también responsabilidad del gobierno.

De hecho, tras el anuncio inicial sobre control de precios, forzado por la huelga de transportistas y por la situación insostenible para las familias y las empresas, se pospone la medida hasta finales de mes, donde con toda probabilidad, además de la letra pequeña, veremos que estos cohetes verbeneros que anuncian son realmente petardos de carnaval mojados, bajo innumerables excusas que irán desde Putin hasta la UE, pero nunca entonando el "mea culpa".

La teoría económica, cuyos modelos se apoyan en los fracasos de la historia, muestra que una economía debe regirse por esa mano invisible que promueve el libre mercado. Todo lo que sea intervenir precios, no es más que forzar la maquinaria para tener una respuesta a corto plazo a costa de generar más desequilibrios a largo. No hay más que mirar a Venezuela o Cuba para darse cuenta de que la intervención de precios genera una serie de graves problemas que lastran la economía, entre los que destacan la escasez de oferta, economía sumergida junto a mercados alternativos, racionamiento y reducción de la calidad de los productos. Es evidente que hay que frenar la inflación, pero el primero que debe mover ficha es el Estado, soportando una menor recaudación y eliminando gastos innecesarios, muchos dilapidando los recursos.

Si un gobierno, tiene la firme convicción de que hay que frenar los precios de un producto de primera necesidad, lo más sensato y evidente, es reducir los costes impositivos innecesarios que conlleva, aquellos que puede controlar, que no son otros mas que los elevadísimos impuestos que pagamos, en silencio, cada vez que encendemos la lavadora o llenamos el depósito de carburante. Pero parece que es mejor aumentar la intervención del Estado a base de subsidios y paguitas que liberar a los ciudadanos de la pesada carga de impuestos que, en estos momentos, no nos podemos permitir y menos si tienen como destino, el despilfarro por medidas ideológicas.

Esta situación genera el caldo de cultivo para quienes buscan un mayor intervencionismo del Estado, un mayor control de la economía y una mayor dependencia de los ciudadanos que perderán su libertad económica al empobrecerse. Una hoja de ruta hacia la planificación de la economía cómo ocurría en la URSS o bien, un paso más en línea de lo que decía Mussolini, "Todo para el Estado y nada fuera del Estado". Lo peor, es que no vamos a mejorar estructuralmente, simplemente nos mantiene bajo sedación mientras vemos cómo la estanflación dejará nuevas víctimas.

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