Hace casi dos años, escribíamos en este mismo periódico que el Covid provocaría un incremento de 25 puntos porcentuales de la ratio de deuda pública de España sobre su PIB hasta el 120%. Así se ha producido casi en términos exactos. Al mismo tiempo, precedíamos que la deuda tendría un coste sobre el crecimiento económico a largo plazo de entre un 0,6% y 1% anual basándonos en las estimaciones publicadas en diferentes papers académicos. Este hecho será observable en las estimaciones de PIB potencial de los próximos años, el cual frenará su crecimiento entre 2022 y 2023 con respecto al ritmo de crecimiento mostrado entre 2020 y 2021.
Ante un escenario de subida de los tipos de interés nominales y persistencia de un alto déficit primario (entre el 2,5% y el 3,2% al menos este ejercicio y el siguiente según el FMI), si a ello se añade un comportamiento peor de lo esperado del PIB, la dinámica de la deuda pública es, sin lugar a duda, explosiva. Sin embargo, ha acudido al rescate de la ratio de deuda sobre PIB la inflación, la cual se ha instalado en valores muy altos, los cuales están permitiendo "enjuagar" las cuentas públicas.
2021 ha cerrado con un dato histórico de recaudación de impuestos, en su mayor parte gracias al efecto de la inflación sobre unas bases imponibles y tipos no deflactados. Pero también ha conseguido que la ratio de deuda sobre PIB cierre por debajo de lo esperado por el Gobierno de coalición. La diferencia de casi 2 puntos de PIB entre el dato final y el esperado por el FMI se debe a la aceleración de la tasa de inflación, la cual ha provocado que el deflactor del PIB suba y, en consecuencia, el crecimiento nominal del PIB sea más alto.
En este sentido, la clave para retener el crecimiento de la ratio de deuda es la diferencia entre el crecimiento nominal de la economía y el coste nominal de la financiación. Puesto que este último ha seguido bajando (el coste medio de la deuda viva del Tesoro cerró 2021 en el 1,64%), y gracias a la aceleración de la inflación, la diferencia entre el coste de financiación y el PIB nominal se ha agrandado, jugando a favor de que los 88.000 millones de nueva deuda acumulados en 2021 no se tradujeran en más puntos porcentuales adicionales de deuda sobre PIB.
La inflación es el objeto más codiciado de cualquier Gobierno endeudado que busca licuar el valor de sus pasivos. Es una conducta de la que prácticamente nos habíamos olvidado tras más de una década de ausencia de tensiones inflacionistas y tras escuchar en repetidas ocasiones la teoría del 'estancamiento secular' que preocupaba enormemente a los Estados con ratios de deuda pública superiores al 100%, la reaparición de la inflación ha dado un respiro a los Tesoros europeos que tienen una posición más delicada en vísperas de que los Bancos Centrales retiren estímulos monetarios y que en la Zona Euro se recupere el cumplimiento de las reglas del Pacto de Estabilidad y Crecimiento.
Es posible que estos datos supongan un punto de inflexión en el crecimiento de la ratio de deuda. Sin embargo, estamos muy lejos de que se llegue a una situación de estabilidad macroeconómica, habida cuenta de que estamos justo en el doble de la ratio marcada en Maastricht (60%) y que esta acumulación de deuda tiene un coste futuro que no es fácil de gestionar. Siguiendo la PNL que ha presentado el grupo parlamentario de Ciudadanos en el Congreso de los Diputados, es urgente exigir al Gobierno un plan real y ambicioso de consolidación presupuestaria para reducir a un ritmo de entre 5 y 10 puntos la ratio de deuda en los próximos años.