
Con escasos compromisos sólidos en materia de cambio climático, la Cumbre del G20 en Roma dejó a los líderes mundiales con pocas fuerzas para afrontar la cumbre de COP26 en Glasgow. De hecho, los compromisos durante la cumbre del G20 son los que conocíamos. Reducir el calentamiento mundial menos de dos grados centígrados parece bien difícil, al menos dentro del marco de cooperación en el que nos encontramos actualmente. De hecho, no se ha logrado un compromiso explícito de todos los participantes a alcanzar la neutralidad de emisiones para el 2050. Qué mejor ejemplo que China, que genera el 30% de las emisiones mundiales. Lo que es más grave, no se ha conseguido alcanzar un acuerdo para reducir el papel del carbón en la canasta energética ni los subsidios sobre los combustibles fósiles, ambos temas destacados en la agenda de la COP26. En el caso específico del carbón, el compromiso de poner fin a subsidiar el carbón en el extranjero no se ha traslado a la financiación de la producción interna.
Dado que el 82% de las emisiones de gases de efecto invernadero del mundo son generadas por los países del G20 desde 2020, la práctica inexistencia de un denominador común de la cumbre del G20 en Roma antecedió la falta de acuerdos en la COP26 y, lo que es más importante, tampoco hubo consenso para la acción mundial contra el cambio climático. Hay que tener en cuenta que los mayores 'bloqueadores' en cuestiones climáticas son los mayores emisores del mundo (China, Estados Unidos e India) o son los mayores exportadores de energía marrón (Australia, Rusia o Arabia Saudí). China y Rusia han retrasado el objetivo de cero emisiones netas hasta 2060, y en el caso de la India incluso hasta 2070. Este plazo es mucho más amplio que el objetivo marcado para mediados de siglo, que es el considerado necesario para mantener el objetivo de un aumento del calentamiento global de sólo 1,5°C y no de 2°C, como ocurre actualmente. Por su parte, Australia acaba de comprometerse con el objetivo de cero emisiones para 2050 debido a la creciente presión de sus homólogos, y Arabia Saudí se ha propuesto este objetivo para 2060, aunque intentará mantener su primacía en la producción de petróleo.
Más allá de los compromisos relativamente tardíos para la neutralidad del carbono y la falta de planes concretos para el uso del carbón en el mix energético, hay dos cuestiones importantes que parecen haber estado ausentes del debate. Una es la descarbonización de la cadena de suministro global, dado que representa una gran parte de las emisiones (ocho cadenas de suministro clave representan el 50% de las emisiones totales). Una posible vía implicaría la ecologización, pero también el acortamiento de las cadenas de suministro hacia un modelo más regional, en lugar de global, lo que obviamente tiene importantes consecuencias económicas y geopolíticas.
El segundo asunto sin tratar tiene que ver con una estrategia para la fijación de precios del carbono a nivel mundial. Aunque el impulso para la fijación de precios del carbono está aumentando, con su ampliación a nuevos sectores en Europa y también con un nuevo sistema de comercio de emisiones a nivel nacional en China desde julio, todavía está lejos de alcanzarse. Además de aumentar el alcance (con Estados Unidos como gran ausente), también es importante coordinar esfuerzos para evitar el llamado "carbon leakage" por el que los países con restricciones al uso de energía marrón importan productos de países donde aun no las hay, o al menos no tan restrictivas o costosas porque no hay un precio o tasa por emitir carbono.
El escaso éxito de la cumbre del G20 en lo que se refiere al cambio climático, con lo que ha conllevado para la cumbre del COP26, no se puede aislar completamente de otro asunto: la cada vez más grave escasez de energía en Europa y China. Para muchos la transición está siendo demasiado abrupta, aunque para el cambio climático sí es demasiado lenta. No se puede subestimar la importancia de la geopolítica, y en concreto de la competencia estratégica entre EEUU. y China, en los escasos progresos alcanzados. Es notable la ausencia del presidente Xi, aun siendo China el primer emisor de carbono, y por tanto su papel crucial para alcanzar una solución coordinada al cambio climático. Tampoco Putin ha participado en la cumbre, lo que parecería 'coordinado', y a pesar del papel que Rusia puede jugar en la actual crisis energética mundial.
En conclusión, los limitados avances en la Cumbre del G20 y en la COP26 ponen de manifiesto las dificultades para alcanzar un consenso sobre el cambio climático. Más allá de los intereses nacionales, es evidente que la escasez de energía no ayuda, por no hablar de las tensas relaciones entre Estados Unidos y China. De cara a futuras cumbres, habría que marcar un cambio de estrategia en cuanto a la búsqueda de una solución al cambio climático, pasando de un enfoque cooperativo a otro que lo es menos, donde un club de países occidentales decida aumentar el coste de las emisiones de carbono de manera más global. En este sentido, no hay que descartar una alianza entre EEUU, Reino Unido y la UE para gravar el carbono, incluido el extranjero, siguiendo los pasos del Mecanismo de Ajuste Fronterizo del Carbono (CBAM, por sus siglas en inglés) recién aprobado por la UE.