Cuando se habla de la potencia económica de los países hay una explicación muy concreta al porqué de su robustez: el esfuerzo que se realiza en gasto en investigación y desarrollo y en adaptación al proceso tecnológico. El futuro no llega; el futuro se construye. Cada cual accede a su futuro en función de lo que siembra. Unos siembran vientos y recogen tempestades. Otros plantan semillas y luego cosechan sus frutos. Invertir hoy en investigación y desarrollo, en quehacer científico, en innovación, en estudio, en conocimiento, es labrar el mañana de unos dividendos plasmados en progreso y prosperidad; de un mañana mejor y de calidad, de recio auge económico.
España en 2019, según Eurostat, solo destinó el 1,14% del PIB a gasto en I+D. Eso equivale apenas a 14.190 millones de euros. Esa nimiedad de cifras de 2019 nos pone a la cola de los países avanzados en esfuerzo en investigación y desarrollo. Si eso es malo, más grave aún es constatar que según el flamante plan "España 2050" nuestro gasto en I+D sería del 3% sobre el PIB en 2030, del 3,5% en 2040 y del 4% en 2050.
España no prepara el futuro. Llegará el mañana y nos soltará varias cornadas. Según datos correspondientes al año 2019, Suecia destina a I+D el 3,39% de su PIB; Austria, el 3,19%; Alemania, el 3,17% y Dinamarca, el 2,96%. Estos son países de la Unión Europea, cuyo esfuerzo en I+D en 2019 fue del 2,19%, que están tallando ese futuro que vendrá. Lo mismo que Suiza, que destina el 3,29% de su PIB a I+D. O Japón, con el 3,28%. O el referente: Corea del Sur, cuyo esfuerzo en I+D equivale al 4,53% del PIB, más de 66.000 millones de euros. Ahí está Corea del Sur y acá España, con nuestros 14.190 millones. En 2019, Amazon, la temida pero imparable, tuvo un gasto en I+D de casi 36.000 millones de dólares: el 13% de su facturación. Alphabet, más de 26.000 millones de dólares: el 16% de sus ingresos. Facebook, 13.600 millones: el 19% de sus ventas. Esas son empresas, como Apple, Microsoft, Alibaba, Tencent y otras muchas, que no solo escriben el futuro: son sus guionistas y quienes lo producen. Y aquí estamos a verlas venir.
Incrementar, en consecuencia, el capital humano y tecnológico para ganar en productividad constituye un desafío crucial para nuestro país que tiene que reformular con premura los pilares fundamentales sobre los que basar las estrategias de crecimiento. Y la industria, al calor de la revolución tecnológica y la transición ecológica, debería ser nuestro caballo de batalla.
La economía española se halla rezagada tecnológicamente con una proporción de empresas innovadoras que está muy lejos de los porcentajes de Francia, Italia, Alemania, con un peso sobre PIB Inferior al promedio europeo. Se requieren mayores dotaciones presupuestarias del Estado para capital tecnológico, dar acicates auténticos y no solo de palabra al sector privado, remodelar con destreza el sistema de promoción y carreras investigadoras, favoreciendo la entrada y el currículo de nuevos investigadores con elevado potencial y potenciar centros de excelencia académica. La fuga de talento en España no cesa al no ser este lugar idóneo para científicos ni investigadores.
En ese sentido, si llegaran, los fondos europeos podrían desempeñar un eficiente papel como catalizadores siempre que calen en todas las capas de nuestro tejido empresarial y se manejen, al margen de ínfulas políticas y de tics que procuren contentar a aliados políticos, con cordura para impulsar distintos sectores económicos. España anda escasa de impulsos empresariales capaces de transformar sus cimientos económicos y de hecho llevamos décadas con las mismas compañías liderando el mapa productivo. En renovaciones empresariales estamos en encefalograma plano.
En Wall Street en las últimas décadas se han producido variaciones ostensibles entre las conspicuas compañías que predominan en el podio de la capitalización bursátil, y de unos años acá son las grandes tecnológicas las que copan puestos preeminentes. En España, tomando como referencia nuestro Ibex 35, el cuadro de honor apenas ha sufrido alteraciones, lo que constituye affidavit de una falta de brío empresarial, de iniciativas renovadoras y transformadoras de nuestra economía o, todavía peor, que prósperas iniciativas no encuentran un territorio favorable por estos lares para progresar. Nuestro talento emigra y España, se va empobreciendo económicamente.