
Seguimos una semana más a la espera de saber cómo se van a repartir los fondos europeos Next Generation EU. Ese bien intencionado Plan Europeo de Recuperación por el que España recibirá 140.000 millones de euros, 72.700 de ellos a fondo perdido, para financiar proyectos en la línea de la transformación digital, la reindustrialización y el pacto verde a favor de energías limpias. En el buen reparto de las ayudas no solo va a ser crucial la colaboración público-privada sino, también, saber destinar una parte de esos fondos a la reconstrucción de las empresas y al maltratado tejido productivo que nos deja la crisis del Covid-19.
Los jóvenes empresarios venimos encarecidamente pidiendo tres cosas. La primera, que los 140.000 millones de euros se distribuyan por la calidad de los proyectos y no por otros criterios como la proporcionalidad poblacional o de aportación de riqueza. La segunda, que estas ayudas se orienten especialmente hacia el motor de la economía española, es decir, hacia las PYMES y tercero, y no menos importante, que se creen mecanismos de control más exigente en el reparto de las ayudas.
De estas tres peticiones, tener presente a las pequeñas y medianas empresas en la reconstrucción nos parece de extrema importancia y por ello consideramos necesario que, frente a la tradicional subvención a la gran empresa, donde habitualmente se aglutinan las ayudas, se introduzca una discriminación positiva en el reparto a favor de las pymes.
La asignación de las ayudas, así mismo, debería controlarse por un organismo acreditado con unos objetivos predefinidos, evaluables y accesibles. Nos preocupa que el 95% de los fondos los acabe acaparando un 5% del total de las empresas, las más grandes, las de mayores recursos, esas que en muchas ocasiones anteriores vimos como no acababan permitiendo la capilaridad de los fondos hacia abajo, hacia otras pymes, sino hacia su propia financiación.
Se precisa una discriminación positiva en el reparto a favor de las pymes
La realidad nos deja una foto clara: el 97,47% de las empresas españolas tienen un volumen de ingresos inferior a los 2 millones de euros. El tejido empresarial de nuestro país lo forman principalmente las microempresas y es por ello por lo que consideramos necesario que la distribución de los fondos europeos incluya un porcentaje importante que vaya a parar a las empresas medianas, pequeñas y microempresas. Cerca de 3 millones de empresas que en nuestro país dan empleo a unos 15,9 millones de trabajadores y generan el 66,4% de los puestos de trabajo, a la vez que sostienen a miles de familias de clase media.
Este punto es clave dada nuestra realidad empresarial, pero, sobre todo, dada la ausencia hasta el momento de cualquier tipo de iniciativa para canalizar los fondos hacía las empresas que más lo necesitan, las que tienen menor facturación, las que aglutinan el empleo y las que más están sufriendo los efectos de la pandemia. Hay datos que duelen porque no son datos, son miles de historias de esfuerzo truncadas. El 99% de las 66.000 empresas destruidas en 2020 por la pandemia eran pequeñas empresas, y el 10% de las compañías que nos rodean están también condenadas a la quiebra ahogadas por las crisis de liquidez y demanda.
Con este escenario por delante, con muchas incógnitas y pocas respuestas, los jóvenes empresarios al frente de un proyecto empresarial, grande o pequeño nos las ingeniamos con distintos resultados para encontrar soluciones. Es también lo que demandamos a los que nos gobiernan, soluciones a largo plazo frente a un paro juvenil estructural que hace que nuestro país tenga la mayor tasa de paro juvenil de la UE, con el 40,7% de jóvenes menores de 25 años en desempleo. Soluciones que pasan, por ejemplo, por una mayor flexibilidad del mercado laboral que acabe con los sobrecostes de empleador y empleado.
Una parte de la ayuda de la UE debe destinarse a la reconstrucción de las empresas
Creemos, además, que emprender y educar para el emprendimiento puede ser de gran utilidad para afrontar el futuro y otras crisis. Minimizar dentro de lo posible las incertidumbres, bajar impuestos, sistemas de financiación rápidos con intereses reales bajos y la dignificación de la figura del empresario son también claves. Los jóvenes empresarios aportamos valor a la sociedad desde el dinamismo, la tecnología, la globalidad y una forma de ver los negocios desde la sostenibilidad, los valores y la integración, pero necesitamos ayudas, si, y también una clara, sistemática y transparente rendición de las cuentas públicas por lo que pensamos sería beneficioso dotar de mayor poder de control, y no solo de evaluación a la Agencia Estatal de Evaluación de las Políticas Públicas.
Con todas estas consideraciones en cuenta, pensamos que antes de que lleguen los deseados fondos, equivalentes al 11% de nuestro PIB, estaríamos a tiempo de intentar no dejar realmente a nadie atrás además de salvar a miles de empresas y a la amplia mayoría de la clase media.