Usted, amable lector, habrá oído o leído que España tiene, dentro de la Unión Europea, una baja fiscalidad, es decir que los españoles pagamos menos impuestos que la media de los europeos. Pues bien, eso es falso. Una trampa de primero de Económicas, muy típica en aquellos que quieren freírnos a impuestos, es la de hablar de presión fiscal y no de esfuerzo fiscal. Me explico.
España está por debajo de la media de la UE en presión fiscal, es decir, en lo que se recauda de ingresos tributarios en relación al PIB. Pero si dividimos los ingresos fiscales por el número de españoles (es decir, el esfuerzo fiscal), los españoles soportamos per cápita más impuestos que la media de la Unión Europea.
Imaginémonos dos familias. Una alemana de cinco miembros y otra española de tres miembros. La familia alemana paga 100 euros de impuestos y la familia española 90 euros de impuestos. Evidentemente, la presión fiscal de la familia española está por debajo de la presión fiscal de Alemania (paga diez euros menos), pero cada alemán tiene que pagar 20 euros de impuestos (100/5) Y, sin embargo, cada español tiene que pagar 30 euros de impuestos (90/3). Insisto: el esfuerzo fiscal de los españoles (especialmente de los asalariados) está por encima de la media europea.
Hace algunos años, mi mujer y yo decidimos comprarle un piso (70 m2, en Lavapiés) a nuestro hijo, pero mi esposa me pidió, por razones que no vienen al caso, que yo me quedara con la propiedad de la mitad de la casa, y así lo hice, pero el año pasado mi hijo y yo decidimos que yo le hiciera donación de ese 50% del piso. Pues bien, el primer palo me cayó por el impuesto de plusvalía del Ayuntamiento (11.000 euros). Pero luego me entero de que yo, el donante, tendré que pagar 23.000 euros en concepto de IRPF (Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas). Y yo pregunto: ¿qué renta he recibido yo al donarle un bien a mi hijo? Ninguna. Lo diré sencillamente: me parece un atraco, pues los impuestos a pagar por esa donación (34.000 euros) son mucho más de lo que nos costó la casa, incluso más de lo que valdría aquel dinero que pagamos actualizado según el índice de precios (IPC).
Que el IRPF es un desastre queda suficientemente demostrado con los siguientes datos: los salarios representan menos del 45% del PIB, pero el 90% de la recaudación del IRPF proviene de los bolsillos de los asalariados. Una injusticia evidente que pone fuera de juego al citado impuesto. Un desastre que echa por tierra la idea de los impuestos directos son más progresivos que los indirectos.
Y a propósito de los viajes que le regaló un pariente al Rey Emérito, nos enteramos de que esos regalos también cotizan en el IRPF. En verdad, que no se entiende.
Terminaré con otra anécdota personal. He sido siempre asalariado y con sueldos relativamente altos (nivel 30 en mi condición de funcionario público); pues bien, hace pocos años recibí una carta de la Agencia Tributaria reclamándome 42 euros a cuenta de mi declaración del IRPF. ¿No tenían otra cosa que investigar los funcionarios de la Agencia que reclamar una deuda de 42 euros?