
Nuestro sistema público de pensiones es un sistema de reparto cuyos orígenes datan de los años sesenta donde alternábamos con una población joven, un número de nacimientos relevantes y una esperanza de vida limitada.
En aquel entonces la base de la pirámide poblacional estaba configurada por personas entre los 15 y los 29 años habiendo un porcentaje mínimo de septuagenarias. La esperanza de vida era de 69,85 años y las tasas de natalidad presentaban crecimientos de dos dígitos, más concretamente, un 21%.
El actual sistema público de pensiones se ha concebido bajo estas premisas. La realidad es que la situación, hoy en día, ha cambiado radicalmente, el número de nacimientos continúa con la tendencia a la baja de la última década presentando un decrecimiento del 3,5% en 2019, siendo la media de hijos por mujer de 1,29. Por contra, la esperanza de vida ha evolucionado favorablemente (80,52 años en el caso de los hombres y los 85,89 años en el caso de las mujeres) provocando que la etapa de beneficiario cada vez sea más extensa.
A todo esto, es obligado añadir el marasmo de la economía provocado por la Covid-19 arrastrando consigo una destrucción de empleo considerable con su correspondiente caída escabrosa de ingresos en gran parte de familias españolas.
Es indiscutible que el escenario demográfico demanda reformas de calado para reforzar la sostenibilidad social y financiera del sistema público de pensiones, debido al progresivo envejecimiento poblacional. Es primordial ejecutar reformas que satisfagan a las generaciones presentes y que no pongan en riesgo el progreso de las generaciones del futuro.
La Previsión Social es el conjunto de medios y acciones dirigidas a atender las necesidades de los integrantes de una sociedad, su finalidad es mejorar las condiciones sociales, económicas y humanas de la población mediante la protección de los individuos ante la pobreza, la enfermedad, el desempleo, la discapacidad o los problemas derivados de la vejez.
Actualmente, en la mayoría de los países, el modelo de previsión social está configurado en base a tres niveles: nivel básico o no contributivo, nivel profesional o contributivo y nivel complementario. Cuando hacemos alusión al tercer nivel, previsión social complementaria, sale a escena como actor principal e imprescindible la "planificación".
La Planificación Financiera consiste en compatibilizar los objetivos personales y financieros de cada individuo, fruto de sus exclusivas necesidades y expectativas diferentes, con la situación patrimonial en el presente y su potencial proyección hacia el futuro. Una correcta planificación financiera es aquella cimentada en tres pilares: objetivos, protección y jubilación.
La planificación por objetivos es el proceso de elaboración organizado, detallado y personalizado, que garantice alcanzar los objetivos financieros determinados previamente, así como los plazos, costes y recursos necesarios para que sea posible.
La Planificación de la Protección facilita la cobertura del riesgo personal y patrimonial, su posterior gestión, mediante el uso de técnicas actuariales.
La planificación de la jubilación asegura la independencia financiera y el estilo de vida requerido una vez llegada la edad de la jubilación, cuyo fin es proteger a las personas contra el riesgo de sobrevivir a sus recursos financieros.
La planificación se ha convertido en un instrumento vital para garantizar el nivel de vida de las personas en este estado de bienestar que está evolucionando profundamente a raíz de los cambios demográficos, sociales y económicos.
En estos momentos de inquietud, unido a los diferentes síntomas de dificultad que muestra nuestro sistema público de pensiones, se antoja indispensable llevar a cabo una correcta planificación que nos permita afrontar los próximos años con ciertas garantías, a la vez que organizamos nuestra etapa de retiro, nivelando la esperanza de vida real con la esperanza de vida financiera.
A raíz de la pandemia el asesor o mediador se ha convertido en una pieza clave para gestionar los riesgos e inversiones de los ahorradores, intensificado la estrategia de prestar una atención personalizada a todos los clientes combinando asesoramiento digital con gestores presenciales o en remoto. En el mundo actual, la planificación debe ejecutarse de manera más ágil, adoptando una visión de futuro y centrándose en las decisiones bajo la satisfacción de necesidades.
En un estudio reciente publicado por Mapfre revela que el 93% de los mayores de 45 años accede a la web o app de una aseguradora o un banco a lo largo del año, siendo las principales cuestiones de búsqueda en la órbita del ahorro la jubilación (62%), los planes de pensiones (15%) y los fondos de inversión (7%).
Casi el 60% de los españoles de entre 18 y 34 años prefieren la interacción digital con sus entidades financieras frente a los medios tradicionales, según el informe publicado por IDC Research España en colaboración con Mitek.
El ahorro, la educación y el progreso tecnológico se encuentran entre los principales factores que estimulan el crecimiento económico.
Es evidente que las personas se encontrarán con la necesidad de recibir ayuda a la hora de planificar estas vidas alteradas y centenarias: "las personas necesitaremos mucha más orientación mientras el mundo cambia ante nuestros ojos", "la planificación no es una alternativa, es nuestro quehacer".