
Puede que estemos a pocas semanas de la aprobación de la primera vacuna contra el Covid-19. Un par de inyecciones en el brazo, y estaremos fuera de esta crisis. Tiendas, restaurantes y gimnasios pueden reabrir, y todos podemos dejar atrás toda esta pesadilla. Pero esperen: hay una mancha en el más prometedor de todos los escenarios posibles. Habrá mucha gente que se resistirá a vacunarse. Y si no se administra a un número suficiente de personas, no alcanzaremos la inmunidad de manada, y el virus seguirá siendo una amenaza constante.
El gobierno tendrá un gran peso a la hora de convencernos para que nos vacunemos. También los científicos, los famosos y cualquiera con relevancia pública. Sin embargo, sobre todo, las empresas deben tomar la iniciativa. ¿Cómo?: ofreciendo tiempo libre y centros de vacunación en el lugar de trabajo; ofreciendo una bonificación a quien se la administre; despidiendo a cualquiera que se niegue y negándose a atender a los clientes no vacunados. Habrá polémica - por decirlo suavemente - y la mayoría de las empresas son comprensiblemente reacias a tomar partido en cuestiones éticas o morales. Pero nadie se juega más con la derrota de este virus que las empresas, y como dice el viejo refrán, si no eres parte de la solución, entonces eres parte del problema.
Queda por ver cuán pronto tendremos una vacuna efectiva contra el Covid-19. Después de los resultados de la semana pasada de Pfizer, y los datos aún más recientes de Moderna, y con las próximas noticias de AstraZeneca sobre la vacuna de Oxford, además de los demás ensayos en todo el mundo, parece seguro que será pronto.
Sin duda, se plantean formidables problemas logísticos para un programa de vacunación masiva. Las empresas pueden subsanarlos. Nadie sabe más sobre transporte de materiales delicados que las grandes líneas aéreas; o más sobre la distribución rápida que los principales supermercados; o más sobre convencer a la población que las grandes agencias de publicidad. Habrá que movilizar muchas habilidades diferentes, y muchas de ellas se encuentran dentro de nuestras empresas. Y sin embargo, el mayor desafío no será la logística. Esos problemas siempre se pueden arreglar con dinero y trabajo duro. Serán éticos. Las encuestas sugieren que entre el 30 y el 40% de la población no quiere vacunarse. La propaganda que los avala se extiende por las redes, creando miedo y nerviosismo. Por eso, insistimos, es tan importante el rol de las empresas a través de cuatro tipos acciones.
El mayor problema con la vacuna no será logístico ni de distribución sino de carácter ético
Primero, háganlo fácil, ofreciendo el tiempo necesario para vacunarse. La inyección en sí misma es rápida, pero algunas personas pueden necesitar un par de días libres para superar cualquier efecto secundario leve. Si es así, díganle a Recursos Humanos que no les moleste en ese periodo. En las empresas grandes, pueden crearse centros de vacunación móvil (de la misma manera que funciona la donación de sangre). Y ayudaría mucho si los directivos fueran los primeros en remangarse.
A continuación, ¿qué tal una bonificación para el personal que se inyecte el preparado? Muchas compañías dan a su personal una gratificación de Navidad, y alguna forma de participación en los beneficios también. No sería difícil ofrecer un pago en efectivo o un vale de regalo como incentivo para cualquiera que se vacune. Podría crearse un 'bono Covid' libre de impuestos.
Negarse a ir a trabajar por el virus y no inyectarse el fármaco debe ser motivo de despido
En tercer lugar, y aquí es donde empieza a ser más controvertido, entramos en el ámbito del empleo. Si no quieres ir a la fábrica, almacén, obra, tienda u oficina por el riesgo de contraer el virus, y no quieres vacunarte, debería ser motivo de despido procedente. Si eso necesita un ajuste en la ley, el Parlamento tiene que trabajar sobre ello cuanto antes. Si parte de la plantilla tiene objeciones éticas a tomar una vacuna que ha pasado todas las pruebas clínicas, es muy respetable. Pero no deben esperar que su empresa cargue con los costes de sus creencias personales.
Finalmente, las empresas tienen derecho a discriminar también entre sus clientes. Debería ser un derecho que se le prohíba a una persona subir a un avión, o reservar una habitación de hotel, o ir a un teatro o club nocturno, si no está vacunado. Ya existen prohibiciones semejantes, como la que impide beber alcohol a menores de edad. Además, es fácil de comprobar: todos podemos llevar un certificado de vacunación en nuestros teléfonos.
Nos jugamos mucho en la derrota de este virus y nadie debería tener más interés que las empresas. Una vez que tengamos una vacuna, las firmas están en condiciones de ayudar mucho a que un alto porcentaje de personas se la administren. Y como ese momento posiblemente llegará en pocas semanas, necesitan empezar a prepararse ya.