
Tradicionalmente, el mes de agosto ha sido malo para el empleo. La pandemia y el final de una temporada estival atípica han resultado determinantes para los registros del mes de agosto. Parece que empezamos a detectar ciertas mejoras en nuestro mercado de trabajo Llevamos 4 meses consecutivos sumando afiliados a la Seguridad Social y estamos frente al primer mes de agosto de la serie histórica con aumento de afiliación. Hemos cerrado el mes con 82.000 parados menos y con 800.000 personas todavía afectados por los Ertes, un 25% de los que llegamos a tener.
A pesar de que en agosto el paro solía aumentar mucho, el número de trabajadores apuntados a las oficinas del desempleo subió en 29.780 personas y supone el menor incremento en este mes desde 2016. Es importante destacar, cómo ha evolucionado la contratación que ha estado un 26% por debajo de 2019, pero vemos cómo, poco a poco, la contratación va mejorando, acercándonos a valores precrisis.
Veníamos de un mes de julio con unos datos positivos para el empleo, los mejores desde 1997 (eso sí, sin olvidar que fue el primer mes completo sin estado de alarma). Como confirma la afiliación de agosto parece que la reactivación económica ha comenzado. Después de un parón económico, sin precedentes en el segundo trimestre del año, dónde la economía caía con más fuerza que en el resto de Europa (no debemos olvidar que la economía española perdió un 7,5% del empleo en el segundo semestre del año y que el número de horas hombre trabajadas en el segundo trimestre cayó un 25%, es decir, 1 de cada 4 trabajadores no estuvieron trabajando lo que trabajan antes de la crisis) parece que lo peor ha pasado y que poco a poco se empieza a crear empleo. Vivimos en un país que cuando el empleo crece, crece mucho el empleo temporal y cuando la economía retrocede, los temporales pagan los platos rotos. El empleo temporal parece que es el mecanismo de ajuste de los ciclos económicos.
Como es obvio, esta creación de empleo que estamos viviendo es una creación de empleo sin duda de efecto rebote, es decir, muchos trabajadores que habían salido de sus empresas se reincorporan a su puesto de trabajo, pero la intensidad de esa creación de empleo no es la deseable.
Es importante destacar, por un lado, que todavía no hemos recuperado ni la mitad de la afiliación a la Seguridad Social perdida durante la crisis y, por otro lado, que la cifra de trabajadores afectados por los Erte se ha reducido un 75%, es decir, quedan alrededor, como decíamos anteriormente, de 800.000 de trabajadores en esta situación de casi 3,5 millones que llegamos a alcanzar. Todo esto sería una buena noticia, si no tuviésemos en cuenta que gran parte de esos 800.000 de trabajadores están relacionados con el turismo y su recuperación, a estas alturas de año, se antoja complicada, por lo que probablemente, este colectivo no recupere su trabajo hasta marzo de 2021 (siempre que la situación sanitaria mejore tras la vacuna), con la vuelta de la temporada estival.
Debemos destacar también de cara a los próximos meses la posibilidad de que los Erte se extiendan mas allá del 30 de septiembre. Del mantenimiento o no de este mecanismo dependerá en gran medida los datos de la recta final del año. La idea de este mecanismo es como sabemos mantener nuestro tejido productivo y que los ciudadanos no pierdan poder adquisitivo, pero debemos plantearnos si, después de tantos meses y una vez que los Ertes han cumplido su misión, las empresas que no hayan sido capaces de volver a la actividad (bien porque han cambiado los hábitos de consumo , por falta de competitividad, etc.) van a ser capaces de volver a ser rentables en un corto periodo de tiempo. No olvidemos que estas empresas se están manteniendo gracias al dinero de los contribuyentes europeos y españoles, pero este mantenimiento "artificial" de estas empresas no puede durar indefinidamente. La carga fiscal va a ser muy pesada en los próximos años y además podría no permitir que la economía girase hacia otros sectores donde la pandemia no tenga tanto impacto.