
Qué está pasando en la Unión Monetaria? En unas pocas semanas, hemos visto a Alemania cambiar de posición sobre lo que hasta ahora eran los principios básicos que habían definido la política económica de la Eurozona, incluso en los duros momentos de la Gran Recesión. Alemania ha acordado con Francia un documento que podría dar lugar al mayor paquete de estímulo fiscal de la historia de la UE. Además, en ese acuerdo, se acepta que este estímulo se financie con deuda pública emitida por la Unión, es decir algo muy cercano a los eurobonos que el gobierno alemán había rechazado sistemáticamente. Casi simultáneamente, el BCE ha lanzado un segundo estímulo monetario por valor de 600.000 millones de euros y, además, ha extendido en el tiempo las compras de deuda pública asociada a la pandemia hasta, al menos, junio del año que viene. Y para completar el cuadro de medidas extraordinarias, el Gobierno alemán ha lanzado su propio paquete fiscal expansivo por valor de 130.000 millones de euros, adicional a las medidas que ya había tomado en marzo.
Sin duda, las autoridades de política monetaria y fiscal de la Eurozona están utilizando todo su arsenal. Una batería de medidas de estímulo temporal de la magnitud que estamos viendo no se han puesto en marcha en toda la historia económica de la Unión y superan, con creces, los apoyos que se activaron durante la Gran Recesión. Han pasado a segundo plano las consideraciones que habitualmente son determinantes al aplicar políticas expansivas de demanda: impacto sobre la sostenibilidad de las cuentas públicas, consecuencias sobre la inflación, posible deterioro de los saldos exteriores, etc. Ahora parece que lo único importante, incluso en países con una larga historia de ortodoxia en materia de política económica, es impulsar la demanda agregada a corto plazo.
En cuanto la crisis amaine se volverá a los principios de responsabilidad fiscal
Los últimos datos sobre la economía europea pueden explicar este giro tan drástico en la política económica de la Zona Euro. Como ya mencioné en algún artículo anterior, la clave para la recuperación está en el comportamiento de la demanda, en especial de la demanda de consumo. De nada sirve reabrir las tiendas o los hoteles si estos no se llenan de clientes. Durante el período de confinamiento se ha creado una bolsa de consumo reprimido, que pugnará por salir durante la fase de apertura. Pero frente a esto, la incertidumbre creada por la falta de conocimiento sobre cómo va a evolucionar la epidemia en el futuro, el no saber cuándo dispondremos de una vacuna o de un tratamiento eficaz, y lo más importante, las dudas sobre si se podrán volver a los puestos de trabajo o conservarlos, está impulsando a muchas familias a ahorrar.
Los datos del BCE sobre crecimiento de los agregados monetarios más estrechos, es decir sobre el crecimiento de las tenencias de dinero efectivo y depósitos bancarios, muestran un aumento extraordinario durante marzo (10,4%) y abril (11,9%). Es decir, el público está ahorrando lo que puede de sus rentas, acumulándolo en sus cuentas corrientes y no invirtiéndolo. Los precios están bajando, sobre todo mayoristas, que cayeron en la Eurozona en el mes de abril un 4,5%, lo que predice una reducción de los precios de una parte del IPC en los próximos meses. La confianza del consumidor se recuperó en mayo, pero muy lentamente y mantiene niveles próximos al peor momento de la Gran Recesión. Las ventas minoristas y el crédito al consumo de derrumbaron en abril.
La clave para la recuperación está en el comportamiento de la demanda
La peor pesadilla sería que reabriera la actividad, pero no volvieran las compras. Para evitarlo, se están activando todos los instrumentos disponibles por la política económica. Los alemanes han llegado a bajar temporalmente el IVA y dar un cheque de 300 euros por hijo. Pero ni siquiera esto podrá estimular el consumo si el miedo a perder el empleo o a no recupéralo está presente.
No se quieren repetir los errores de la Gran Depresión y, por ello, las autoridades de política económica están actuando con contundencia. Pero hay algo que no debemos olvidar. La política económica en la Zona Euro siempre se ha fijado en función de las necesidades de los países que conforman su centro. Por el contrario, los países de la periferia han visto, en muchas ocasiones, cómo la política de Unión Monetaria se traducía en estímulos procíclicos, en vez de anticíclicos, si su ciclo o sus desequilibrios no estaban alineados con los de los países centrales. El ejemplo paradigmático fue en 2002 cuando, ante la caída de los mercados de exportación de Alemania por la crisis de las tecnológicas en EEUU, el centro de Europa entró en recesión, mientras la periferia aún estaba en la expansión producida por la reducción de las primas de riesgo derivada de su incorporación al Euro. El BCE bajó tipos para impulsar a la economía del centro, pero, al hacerlo, ayudó a crear una burbuja inmobiliaria y de todo tipo de activos en la periferia cuyo estallido provocó, en parte, que la Gran Recesión fuera mucho más profunda en estos países.
El BCE y Bruselas actúan así porque es lo mejor para el conjunto de la Eurozona. El centro representa a más población y más PIB que la periferia. Y, aunque intenta mantener el equilibrio en lo posible, al final la salud económica y la estabilidad del centro repercute en el bienestar de todos. Por ello, la periferia debe hacer lo posible para no desalinearse con el centro.
En estos momentos, centro y periferia comparten los mismos problemas. Incluso los de la periferia son más agudos, por lo que la política anticíclica que está aplicando el centro se acomoda a nuestras necesidades a corto plazo. Pero la ruptura de la ortodoxia es meramente coyuntural, no significa un cambio en la concepción de los principios que gobiernan la Eurozona. Son medidas excepcionales para circunstancias excepcionales. En cuanto la crisis amaine, se volverá a los principios de responsabilidad fiscal y control de la inflación que tan buenos resultados han dado durante décadas a los países centrales del Euro. La estabilidad macroeconómica es el principal activo de la Eurozona.
Por ello, si no aprovechamos adecuadamente el tiempo extra que se nos está otorgando, y no reducimos los problemas estructurales que tenemos las economías periféricas, cuando se recupere el centro de la Eurozona, nos encontraremos en una situación difícil. Si para entonces no hemos sentado las bases para un crecimiento equilibrado y no hemos corregido los desequilibrios macroeconómicos, la política económica se nos volverá en contra, y tendremos que hacer de forma abrupta, lo que ahora podemos ir haciendo, aprovechando el tiempo y los recursos que nos vienen de Europa. Esa es la misión del Plan de Recuperación.